El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Qué bien puede prepararnos a la Navidad nuestra Madre, la Virgen María! Contemplándola a ella a pocos días de dar a luz al Niño Dios, bien pude contagiarnos de sus sentimientos, de sus expectativas, de su emoción y hasta de su súplicas al Dios, que le ha encomendado tan trascendental encargo. Ella nos lleva, también y como siempre, a poner los ojos del corazón, en el Hijo que concibe en su vientre virginal.
Miremos con amor y contemplemos la escena que nos ha presentado el evangelio. La conocemos muy bien.
María escucha de boca del ángel que el niño que nacerá de ella se llamará Hijo de Dios; será descendiente del rey David y establecerá el Reino de Dios; no será un profeta más, porque el hijo que va a concebir va a ser el Hijo de Dios mismo, el Verbo de Dios encarnado.
En Navidad Dios nace en la tierra; cada año que celebramos la Navidad, la presencia de Dios se hace más densa y más beneficiosa para los creyentes y para el mundo entero. Este acontecimiento, increíble para muchos y admirable y gozoso para nosotros, es el que hemos de preparar estos días con el mayor interés. Así seremos coherentes con nuestra fe y podremos beneficiarnos de la gracia que Dios nos ofrece en él.
Los comercios, las grandes superficies, los anuncios publicitarios bien sabemos hacia donde intentan dirigir nuestra atención.
Podemos caer en la tentación de tomar el envoltorio brillante pero vació, y olvidar y perder la sustancia de la fiesta.
Ponemos nuestra atención en María y la sorprendemos atenta a la voz de Dios, que le habla por medio del ángel. María escucha a Dios y acepta en la fe lo que Dios le dice: Hágase en mí según tu palabra. Así creyente y confiada hace posible el plan de Dios y hace posible la Navidad.
Ponemos la atención en el Hijo de Dios que viene a asumir la naturaleza humana en la entrañas de la Virgen María. Es un misterio, pero es también, de parte de Dios, una demostración asombrosa de amor y solidaridad con este mundo y con los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Ya tenemos, en los dos protagonistas de este evangelio preludio de la Navidad, las dos notas más importantes para prepararnos a esta fiesta y quedarnos en las mejores disposiciones para celebrarla viviendo la sustancia y la médula de la misma.
En estos días previos, con María, escucharemos la Palabra de Dios, leeremos la biblia, haremos oración y participaremos en actos festivos de carácter cristiano y no puramente profano. Con Jesucristo, que viene a nosotros y se solidariza con nuestra condición humana, trataremos de preparar las reuniones familiares: cena de Nochebuena, comida de Navidad, visitas y felicitaciones entre amigos y familiares.
Sobre todo, tendremos muy en cuenta, el deber moral de la solidaridad con nuestros prójimos y hermanos necesitados. Hoy precisamente celebramos la Jornada nacional de Cáritas: ¿Qué hacemos con nuestro hermano?, es el lema que nos propone. Cuando escuchemos el evangelio de la fiesta de Navidad veremos que son los pastores, sencillos, pobres y marginados, los primeros participantes de la alegría del nacimiento del Hijo de Dios. Sí, gestos efectivos de solidaridad, son partes integrantes e imprescindibles del acontecimiento de la Navidad.
La eucaristía de hoy y la de los días próximos, si podemos, son, sin duda, la mejor preparación de la Navidad.
Activemos nuestra fe y continuemos la celebración
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Qué bien puede prepararnos a la Navidad nuestra Madre, la Virgen María! Contemplándola a ella a pocos días de dar a luz al Niño Dios, bien pude contagiarnos de sus sentimientos, de sus expectativas, de su emoción y hasta de su súplicas al Dios, que le ha encomendado tan trascendental encargo. Ella nos lleva, también y como siempre, a poner los ojos del corazón, en el Hijo que concibe en su vientre virginal.
Miremos con amor y contemplemos la escena que nos ha presentado el evangelio. La conocemos muy bien.
María escucha de boca del ángel que el niño que nacerá de ella se llamará Hijo de Dios; será descendiente del rey David y establecerá el Reino de Dios; no será un profeta más, porque el hijo que va a concebir va a ser el Hijo de Dios mismo, el Verbo de Dios encarnado.
En Navidad Dios nace en la tierra; cada año que celebramos la Navidad, la presencia de Dios se hace más densa y más beneficiosa para los creyentes y para el mundo entero. Este acontecimiento, increíble para muchos y admirable y gozoso para nosotros, es el que hemos de preparar estos días con el mayor interés. Así seremos coherentes con nuestra fe y podremos beneficiarnos de la gracia que Dios nos ofrece en él.
Los comercios, las grandes superficies, los anuncios publicitarios bien sabemos hacia donde intentan dirigir nuestra atención.
Podemos caer en la tentación de tomar el envoltorio brillante pero vació, y olvidar y perder la sustancia de la fiesta.
Ponemos nuestra atención en María y la sorprendemos atenta a la voz de Dios, que le habla por medio del ángel. María escucha a Dios y acepta en la fe lo que Dios le dice: Hágase en mí según tu palabra. Así creyente y confiada hace posible el plan de Dios y hace posible la Navidad.
Ponemos la atención en el Hijo de Dios que viene a asumir la naturaleza humana en la entrañas de la Virgen María. Es un misterio, pero es también, de parte de Dios, una demostración asombrosa de amor y solidaridad con este mundo y con los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Ya tenemos, en los dos protagonistas de este evangelio preludio de la Navidad, las dos notas más importantes para prepararnos a esta fiesta y quedarnos en las mejores disposiciones para celebrarla viviendo la sustancia y la médula de la misma.
En estos días previos, con María, escucharemos la Palabra de Dios, leeremos la biblia, haremos oración y participaremos en actos festivos de carácter cristiano y no puramente profano. Con Jesucristo, que viene a nosotros y se solidariza con nuestra condición humana, trataremos de preparar las reuniones familiares: cena de Nochebuena, comida de Navidad, visitas y felicitaciones entre amigos y familiares.
Sobre todo, tendremos muy en cuenta, el deber moral de la solidaridad con nuestros prójimos y hermanos necesitados. Hoy precisamente celebramos la Jornada nacional de Cáritas: ¿Qué hacemos con nuestro hermano?, es el lema que nos propone. Cuando escuchemos el evangelio de la fiesta de Navidad veremos que son los pastores, sencillos, pobres y marginados, los primeros participantes de la alegría del nacimiento del Hijo de Dios. Sí, gestos efectivos de solidaridad, son partes integrantes e imprescindibles del acontecimiento de la Navidad.
La eucaristía de hoy y la de los días próximos, si podemos, son, sin duda, la mejor preparación de la Navidad.
Activemos nuestra fe y continuemos la celebración