Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Fiesta de todos los Santos, fiesta de triunfo y de alegría, para
llenarnos de esperanza en una vida plena y feliz y de confianza en
Jesucristo y en la verdad de nuestra fe.
En el evangelio hemos podido escuchar unas afirmaciones siempre sorprendentes, por más que casi nos la sabemos de memoria: Bienaventurados
los pobres que confían en Dios, bienaventurados los que lloran,
bienaventurados los misericordiosos y los limpios de corazón y
bienaventurados los que son perseguidos por ser justos y buenos, y por
confesar su fe…
En contraste con estas afirmaciones, que responden a la escala de
valores que nos propone Jesucristo, abrimos los periódicos o los
telediarios y lo que vemos son escándalos de corrupción, blanqueo de
dinero, ambiciones desmedidas de personajes que defraudan a quienes han
puesto en ellos su confianza. Pero a esto se añade las trabas de los
países ricos para que gentes de países pobres puedan entrar para
alcanzar una vida mejor; y los afanes de tanta gente tener dinero,
gastar y consumir en caprichos y sin medida.
¿Dónde queda el Bienaventurados los pobres, y el anuncio de Jesucristo de que las bienaventuranzas son el camino de la verdadera felicidad?
Pero sí, queridos hermanos: Hoy celebramos la fiesta de Todos los
Santos, de tantos hombres y mujeres, -el Apocalipsis nos ha dicho que
son miles y miles, innumerables-, que han creído a Jesucristo y han
cumplido las bienaventuranzas; ya en este mundo fueron felices haciendo
el bien y escuchando la voz de Dios y de la conciencia, y ahora, Dios
que es justo y cumple sus promesas, les ha proporcionado la verdadera
felicidad con él, en el cielo.
Y creemos que es así, porque
nosotros mismos lo hemos visto y lo vemos a diario: Gente de la calle,
vecinos y familiares nuestros que trabajan honradamente y se sacrifican
por sacar adelante la familia; matrimonios que se privan del ocio, para
poder dar a los hijos una formación humana y religiosa que los prepare
para la vida; abuelos que desembolsan sus ahorros en favor de sus hijos
que se han quedado en el paro… Y en otro campo de la de nuestro vasto
mundo: los misioneros y voluntarios que eligen vivir pobres con los
pobres, incluso arriesgando su salud y su futuro; y vosotras queridas
hermanas que elegís la clausura y el silencio para dejar patente a la
vista de todo el que quiera entender que la verdadera riqueza es
Cristo, y que viviendo en pobreza y ejercitando el amor fraterno, se
puede ser feliz, con temple para cantar y alabar a Dios.
Sí, es verdad: los pobres son evangelizados, y las bienaventuranzas
son un camino de felicidad, y lo han seguido y lo siguen hoy en día
muchos, muchísimos. Unos porque hemos conocido a Jesucristo, hemos
creído en él y en sus palabras, y tratamos de seguirlo con mayor o menor
radicalidad, otros porque escuchan la voz de su conciencia, reconocen
la dignidad y el respeto que merecen todos los hombres y mujeres y, en
el fondo, viven el espíritu de las bienaventuranzas y el precepto del
amor al entregarse al servicio del prójimo necesitado, del bien y de la
justicia.
Queridos hermanos: Fiesta de Todos los Santos, fiesta de gozo y de
triunfo. Demos gracias a Dios en esta eucaristía: Hoy quedan patentes
el triunfo de Jesucristo, la fuerza humanizadora de su Evangelio, la
firme seguridad de que hay un camino de felicidad verdadera ya en esta
vida, y la alentadora esperanza de que Dios es fiel a sus promesas y
colma la felicidad de los santos en el cielo.