Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy es un día de alegría para todos. La escogida y predestinada para ser Madre del Salvador, fue preservada de pecado y llena de gracia desde el primer momento de su concepción.
Hemos contemplado mil veces la escena: María, siente que su alma tiene sed de Dios, y vive en permanente actitud de escucha de la Palabra de Dios; y Dios le habla y le dice cosas admirables: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y María, una joven judía normal, sencilla, pero profundamente creyente, no sabe qué pensar, se queda atónita, ante tales palabras. El ángel la tranquiliza: No temas, pero todavía le dice lago más admirable: Has hallado gracia delante de Dios, Dios se ha fijado en ti con especial agrado y te encomienda una misión.
María, sincera para con Dios, expone con sencillez y transparencia sus dificultades: ¿Cómo será esos? El espíritu Santo vendrá sobre ti. Y María, la sin pecado, la llena de gracia, no tiene una idea cabal del alcance de lo que se le propone, pero confía en Dios y se fía de la Palabra de Dios, y dijo al ángel: Hágase en mí según tu palabra.
Y así, esta joven, sencilla y creyente, que escucha la Palabra de Dios, la obedece y la pone en práctica, viene a constituirse en la mujer que ha desempeñado la misión más importante que criatura humana puede tener en la historia: Dar a luz al Hijo de Dios, hecho hombre, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre nuestra y de todos los hombres.
Destaquemos un dato que queda patente en la fiesta de hoy: Para la misión más importante, la santidad más absoluta.
Podemos considerar a María, con todo derecho y con toda verdad, como modelo y guía de la evangelización y de la nueva evangelización. Puesto que ella nos trae la buena noticia, el evangelio por antonomasia: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
El papa Francisco, en la exhortación: La alegría del evangelio, dice: Con el espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo, y así hizo posible la expansión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización.
Queridos hermanos, queridas hermanas benedictinas, nosotros nos hemos recibido una gracia tan perfecta y tan plena como la Inmaculada, desde el momento mismo de la concepción, pero sí, desde el momento de nuestro bautismo, hemos recibió la gracia que nos libra del pecado original y nos hace hijos de Dios: Recordar y meditad lo que hemos escuchado en la segunda lectura: Él nos eligió en la persona de Cristo…, para que seamos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo a se sus hijos, para gloria de su gracia. Es decir, para dar gloria a Dios, mediante el testimonio de nuestra fe y la transmisión del evangelio en medio del mundo que no toda vivir.
Dios Padre a María, para que realizase la misión más alta y trascendental de la historia, la hizo santa, perfectamente santa e inmaculada. Nosotros, para responder a la vocación que cada uno tenemos de evangelizar y transmitir la fe, tenemos que ser santos. Santos porque contamos con la gracia bautismal, santos, porque tenemos que evitar las tentaciones y el pecado y cultiva la virtudes, escuchar la palabra de Dios, y ponerla en práctica. Decir como María: Hágase en mi, según tu palabra.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy es un día de alegría para todos. La escogida y predestinada para ser Madre del Salvador, fue preservada de pecado y llena de gracia desde el primer momento de su concepción.
Hemos contemplado mil veces la escena: María, siente que su alma tiene sed de Dios, y vive en permanente actitud de escucha de la Palabra de Dios; y Dios le habla y le dice cosas admirables: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y María, una joven judía normal, sencilla, pero profundamente creyente, no sabe qué pensar, se queda atónita, ante tales palabras. El ángel la tranquiliza: No temas, pero todavía le dice lago más admirable: Has hallado gracia delante de Dios, Dios se ha fijado en ti con especial agrado y te encomienda una misión.
María, sincera para con Dios, expone con sencillez y transparencia sus dificultades: ¿Cómo será esos? El espíritu Santo vendrá sobre ti. Y María, la sin pecado, la llena de gracia, no tiene una idea cabal del alcance de lo que se le propone, pero confía en Dios y se fía de la Palabra de Dios, y dijo al ángel: Hágase en mí según tu palabra.
Y así, esta joven, sencilla y creyente, que escucha la Palabra de Dios, la obedece y la pone en práctica, viene a constituirse en la mujer que ha desempeñado la misión más importante que criatura humana puede tener en la historia: Dar a luz al Hijo de Dios, hecho hombre, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre nuestra y de todos los hombres.
Destaquemos un dato que queda patente en la fiesta de hoy: Para la misión más importante, la santidad más absoluta.
Podemos considerar a María, con todo derecho y con toda verdad, como modelo y guía de la evangelización y de la nueva evangelización. Puesto que ella nos trae la buena noticia, el evangelio por antonomasia: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
El papa Francisco, en la exhortación: La alegría del evangelio, dice: Con el espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo, y así hizo posible la expansión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización.
Queridos hermanos, queridas hermanas benedictinas, nosotros nos hemos recibido una gracia tan perfecta y tan plena como la Inmaculada, desde el momento mismo de la concepción, pero sí, desde el momento de nuestro bautismo, hemos recibió la gracia que nos libra del pecado original y nos hace hijos de Dios: Recordar y meditad lo que hemos escuchado en la segunda lectura: Él nos eligió en la persona de Cristo…, para que seamos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo a se sus hijos, para gloria de su gracia. Es decir, para dar gloria a Dios, mediante el testimonio de nuestra fe y la transmisión del evangelio en medio del mundo que no toda vivir.
Dios Padre a María, para que realizase la misión más alta y trascendental de la historia, la hizo santa, perfectamente santa e inmaculada. Nosotros, para responder a la vocación que cada uno tenemos de evangelizar y transmitir la fe, tenemos que ser santos. Santos porque contamos con la gracia bautismal, santos, porque tenemos que evitar las tentaciones y el pecado y cultiva la virtudes, escuchar la palabra de Dios, y ponerla en práctica. Decir como María: Hágase en mi, según tu palabra.