domingo, 27 de diciembre de 2015

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA


Textos:

            -Sam 1, 20. 24-28

            -Jn 3, 1-2. 21-24

            -Lc 2, 41-52

-“Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”

-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Nuestra madre Iglesia, a través de la liturgia, nos va introduciendo cada día más hondamente en el misterio de la Navidad. Hace dos días nos mostraba al Hijo de Dios, asumiendo la condición humana y naciendo pobre en un portal; hoy nos muestra al Hijo de Dios encarnado en el seno de una familia.

-Muy oportunamente la Iglesia de España invita a celebrar en esta fiesta de la Sagrada Familia, la “Jornada en favor y defensa de la familia”.

-Muchos hemos sido agraciados con una familia estable, asentada sobre la fe en el Dios de Jesucristo y sobre virtudes humanas y cristianas de la fidelidad, la honradez y un amor generoso y sacrificado;  todo el mundo sueña con una familia que proporcione seguridad, afecto, identidad personal  y  punto de referencia para andar y defenderse en la vida.

Pero hoy en día, muchas instituciones políticas, poderosos medios de comunicación, y otros sectores muy influyentes en la sociedad, exaltan hasta  lo irracional el individualismo y una falsa libertad, que es puro  sometimiento al imperio de la sensualidad y de los sentidos, y dejan desamparada, sin normas que la protejan y sin estima social,  a la institución familiar, que será siempre la fuente y la escuela fundamentales e insustituibles para hacer personas, educarlas y capacitarlas para ser protagonistas de una sociedad que progresa en la justicia y en la paz. 

-El evangelio nos presenta a Jesús, ya de doce años, revelando que no es solo un hombre, “nacido de mujer”, como dice san Pablo, sino también el Hijo de Dios, que tiene que  cumplir por encima de todo la voluntad de su Padre.

Luego, sí, acepta plenamente su condición humana y  crece y se desarrolla bajo el cuidado y la autoridad de sus padres, y de ellos y con ellos aprende a rezar, a convivir y a defenderse en la vida.

El Hijo de Dios al encarnarse en el seno de una familia, redime  y santifica la institución familiar, y constituye a la Sagrada Familia de Nazaret como fuente de gracia y modelo para toda familia humana.

El evangelio, nos invita a poner a Jesucristo como en el centro de nuestra familia, a la Virgen María como modelo que escucha la Palabra de Dios y la guarde en el corazón, a José como ejemplo de padre prudente, respetuoso y dedicado totalmente a los suyos.

Todo el mundo sueña para sí en una familia ideal y todos intentamos realizar ese ideal. Es como una planta delicada, que necesita tierra, donde arraigar, y clima adecuado que la proteja. La tierra es el amor y la fe, el clima son las leyes que la amparan y el reconocimiento social. Muchos escogen la planta, pero olvidan ponerle la tierra de la fe y de los valores, y menosprecian las normas, en aras del individualismo placentero. Así sobreviene el dolor insoportable y el fracaso.

La fiesta de la Sagrada Familia nos ofrece no sólo el modelo de familia según los planes de Dios, sino además la gracia y la fuerza para poder realizar ese modelo.

En la plegaria eucarística vamos a tener muy en cuenta las palabras del sacerdote, cuando dice: “Atiende, Señor, las súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el día santo en que la virgen María dio a luz  al Salvador del mundo”.

Que así sea.-

viernes, 25 de diciembre de 2015

NAVIDAD, 2015

 
Lecturas:

            -Is 52, 7-10

            -Heb 1, 1-6

            -Jn 1, 1-18

-El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”
¡Feliz Navidad, hermanas y hermanos todos!

Feliz Navidad, hermanos, porque al participar en la liturgia propia de esta gran fiesta, nos acercamos a la fuente que genera felicidad y bebemos realmente de ella.
En estos tiempos, mejor que en tiempos pasados, tomas conciencia de la gracia que es celebrar la Navidad religiosamente y cristianamente a través de la liturgia de la Iglesia y participando en la eucaristía.  Ahora, que convivimos con gentes y también autoridades públicas, que pretenden celebrar comuniones civiles sin comulgar con Cristo, bautismos sociales sin bautizar, y los Reyes Magos con “magas”, ahora, nos damos cuenta cuántas gracias tenemos que dar a Dios de haber venido a la eucaristía, para vivir a fondo y realmente el misterio de esta fiesta, cuya fuerza transformadora se manifiesta en la cultura y civilización cristiana  que ha creado y en la  extensión universal , incluso en ámbitos no cristianos, que ha alcanzado.

¿Dónde  reside el secreto de la fuerza transformante que encierra el misterio de la Navidad? La celebración de la Navidad es una manifestación máxima del amor y de la misericordia de Dios a los hombres.
La Navidad nos revela la fidelidad y la misericordia de Dios Padre: Estábamos perdidos, habíamos desobedecido a Dios, y Dios, lejos de abandonarnos,  se compromete a salvarnos, y envía a su propio Hijo para salvarnos.

La Navidad nos revela el amor del Hijo de Dios, Palabra cabal del Padre, que no hace alarde de su condición divina y ,por  salvar a los hombres, se humilló a sí mismo hasta la muerte y muerte de cruz.
La Navidad nos revela el amor del Espíritu Santo, que inunda de gracia a María, para que pueda ser  virgen y madre a la vez; el Espíritu santo manifiesta también su amor en la  luz de fe y de gracia que despliega sobre los pastores, y en Ana y en Simeón, y en las gentes humildes que contemplan al Niño en brazos de María, y en los Magos que vienen del extranjero, para que descubra en un niño pequeño a Dios, en una  pobre e indigente criatura, al Salvador del mundo.

Pero el misterio de la Navidad es, además, revelación, que explica con hechos elocuentes, la grandeza y la dignidad del hombre.
Dios, queridos hermanos, ha considerado que merece la pena para él hacerse uno de nosotros, y enviarnos a su Hijo que nos  enseñe el camino de la verdad y la justicia, y que, incluso dé la vida por nosotros.

Somos mortales y pecadores, pero a los ojos de Dios somos muy dignos de ser amados, y respetados, y salvados.
La Navidad, además, nos anuncia que podemos llegar a ser hijos de Dios, partícipes por el bautismo, de la misma vida del Hijo de Dios, Jesucristo. Y si nuestro corazón herido por el pecado está inclinado al mal, por el bautismo se nos injerta la vida misma de este Niño inocente de Belén, que tiene y nos proporciona gracia divina, para que practiquemos el bien. Los bautismos civiles, ¡qué esperpento y cuánta ignorancia!; ¡los bautizados que abandona la Iglesia, qué dolor y cuánto se pierden!

El Hijo de Dios se hace hombre, para que los hombres podemos llegar a ser hijos de Dios. Este es el secreto de la fuerza transformadora de la Navidad, que ha dado lugar a tantos mártires y santos, y que ha sido capaz de transformar una civilización, que ahora dolorosamente vemos que se desdice de sí misma.
Pero nosotros, los que hemos contemplado su gloria,  celebramos la Navidad y participamos de la eucaristía, para recibir la gracia que brota de la cuna de Belén y continuar anunciando a este mundo que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo

domingo, 20 de diciembre de 2015

DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)

 
Textos:
            -Mi 5, 1-4-ª

            -Heb 10, 5-10

            -Lc 1, 39-45

 
-“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

A cuatro días de la Navidad, ¿cuáles son nuestras disposiciones y nuestros sentimientos?

En el ámbito civil la gente está preocupada por depositar el voto para elegir a los gobernantes de la nación; en muchos hogares, además,  estarán organizando  las comidas y las reuniones familiares.

En el ámbito eclesial, en este domingo inmediato a la Navidad, es ya tradicional acoger el mensaje de Caritas para ayudar al prójimo necesitado.

Con todos estos acontecimientos repicando  en las puertas del corazón venimos a misa y  la Palabra de Dios nos sitúa en los prolegómenos del misterio de la Navidad.

Tres notas me permito resaltar, de una y otra lectura, como tres focos de luz, que nos ayuden a situarnos ante la variedad de circunstancias y acontecimientos  que se acumulan sobre nuestro ánimo.

Pongamos en primer lugar los ojos y oídos del corazón en Jesucristo.

La segunda lectura nos muestra qué disposición de ánimo mostró el Hijo de Dios, en el seno de la Trinidad, antes de venir a este mundo: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Tengámoslo muy en cuenta: La pasión de Jesús, la voluntad de Jesús es hacer la voluntad de Dios, su Padre.

Y por eso, porque Jesús quiere sólo y con toda su alma hacer la voluntad de Dios, Jesús es para el mundo, la alegría de Dios.

¡Qué encuentro aquél jubiloso y feliz: dos mujeres, Isabel y María, las dos encintas, las dos escogidas y amadas por Dios: “En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura salto de alegría en su vientre”.

Jesús es la alegría de Dios para el mundo.

Y ahora pongamos los ojos en María. ¿Qué hace María? Ella deja su casa y corre a visitar a su prima Isabel.

Ella, en primer lugar, quiere comunicar y compartir alegrías: la suya y la de su prima. Dos mujeres, parientes y amigas, que van a dar a luz. Compartir y comunicar alegría. Lo más natural y lo más sobrenatural: Eso va a hacer la Virgen María.

En segúndo lugar, María, se pone a servir. Se queda hasta que su prima dé a luz. Servir por amor. Servir a su prima porque la necesita.

Queridos hermanos:

-Haced la voluntad de Dios y amarla apasionadamente;

-comunicad y compartir alegrías;

-servid por amor al que nos necesita.

Ya tenemos el programa para preparar bien y religiosamente la Navidad. Ya tenemos también el enfoque y la actitud como podemos  actuar en los diferentes acontecimientos que nos toca vivir hoy,  y en estos días: A la hora de votar, actitud de servicio al bien común de todos.  Caritas, por su parte, nos grita en este domingo: “En Navidad abre los ojos a los demás”.

Nos quedaría subrayar una tercera y última nota, la exclamación de Isabel ante María: “Dichosa tú, la que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Ante la presencia del Señor Jesús eucaristía sobre la cuna del altar, hagamos un acto de fe sincero, que, a la vez, sea un compromiso serio para vivir la Navidad.

Cuando el sacerdote proclame: “Este es el sacramento de nuestra fe”, respondamos con  firmeza: “Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. Ven, Señor, Jesús” .

domingo, 13 de diciembre de 2015

DOMINGO III DE ADVIENTO (C)

 
Textos:

            -Sof 3, 14-18ª

            -Fi 4, 4-7

            -Lc 3, 10-18

“Estad siempre alegres en el Señor. El Señor está cerca”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La liturgia de este tercer domingo de adviento nos invita a la alegría. Será, quizás, porque necesitamos palabras de ánimo… Lo cierto es que nos  da el motivo por el que podemos estar alegres: “El Señor está cerca”.
El Señor está cerca, está con nosotros y dentro de nosotros, de muchas maneras: en los sacramentos, en la Palabra, en el hermano, en el pobre, cuando  nos relacionamos con él desde nuestra condición de hijos de Dios y hermanos suyos…

El Señor está cerca, porque llega Navidad. La liturgia navideña nos trae la gracia singular del misterio de Cristo que se hace pobre para redimir a los pobres y se hace humano para redimir a los humanos y enseñarnos el camino de la vida verdadera. Ciertamente, la liturgia de la Navidad ofrece a todos una gracia de alegría y de fuerza para vivir.
La liturgia de este domingo lo que hace en un tono u otro recomendarnos que nos preparemos de la mejor manera posible a  recibir esa gracia.

Alguno puede pensar que el acontecimiento del nacimiento de Jesús hace dos mil años nos es lo que más ocupa la atención y el ánimo de la gente: las elecciones generales, la lotería, las compras y regalos, los proyectos educativos que se anuncian para las escuelas, el futuro de la empresa donde trabajo… Estas y otras, sí que son preocupaciones palpables…
Pero precisamente, si decimos que el “Señor está cerca”, queremos decir que el Señor está cerca y en medio de todas estas preocupaciones. No para adelantarse con una solución que ahorre nuestra responsabilidad y nuestro esfuerzo, sino para darnos luz, criterios, sabiduría y fuerza para afrontar todas estas situaciones en la dirección de la voluntad de Dios, del bien nuestro y de nuestros prójimos.

Por eso,  la pregunta pertinente que podemos hacernos la encontramos en las primeras líneas del evangelio: “Entonces, ¿qué hacemos?” ¿Qué podemos hacer en estos días previos para que la Navidad el Señor alegre nuestras vidas y nos dé ganas de vivir y fuerzas para afrontar  las dificultades de cada día?
“El que tenga dos túnicas, que la reparta con el que no tiene, el que tenga comida que haga los mismo”. Esta es la primera respuesta que da el Bautista, las demás van también en la misma línea de justicia social y de amor al necesitado. Son una llamada a ejercer las obras de misericordia con los hermanos, justo ahora que comenzamos el “Año de la misericordia”. “La misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que se encuentra en el camino de la ida”. Son palabras del papa Francisco.

Y a vosotras, queridas hermanas, san Benito os pone en la línea del evangelio de hoy, cuando os dice: “Recibid al huésped como al Señor”.
Al comenzar la plegaria eucarística vamos a decir: “El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”. Pues que así sea.

martes, 8 de diciembre de 2015

FIESTA DE LA INMACUALADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

 
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy levantamos los velos morados del adviento y nos revestimos de blanco festivo para celebrar una fiesta memorable de la Madre de Dios, la Virgen María, la fiesta de su concepción inmaculada. Inmaculada, llena de gracia, sin pecado desde el primer momento de su concepción. Dios Padre quiso preparar una digna morada para su Hijo, y dotó a su Madre, la Virgen María, de la más noble y espléndida belleza, la de la plenitud de la gracia divina.
Nosotros, nos alegramos y damos gracias a Dios.

Esta fiesta, además, despierta en nosotros los más nobles sentimientos, nos anima a aborrecer el pecado, a cultivar la virtud, a  trabaja con toda el alma para alcanzar la santidad.
Hoy precisamente, en esta fiesta, nuestro papa Francisco, abre la Puerta Santa de la basílica de san Pedro, para inaugurar el Año Santo de la Misericordia.

Os podéis preguntar  por qué razón el papa ha escogido la fiesta de la Inmaculada Concepción de María para inaugurar el Año de la Misericordia. Él mismo lo explica en la Carta Magna que nos dirigió a todos cuando anunció este año de gracia: “Esta fiesta litúrgica, nos dice el papa, explica  el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por eso pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor (cf Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor del hombre.  Ante la gravedad del pecado Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande  que cualquier pecado y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona”.
María, sin pecado, María llena de gracia, es la prueba y el testimonio fehaciente de que la misericordia de Dios es más grande que cualquier pecado. Donde abundó el pecado sobre abundó la gracia, dice san Pablo. Cristo es la Gracia misma de Dios. María inmaculada, que lo dio a luz, es el preludio y el anticipo de esa gracia infinita sobreabundante, que es Cristo, que vence al pecado, y se manifiesta como misericordia y amor que perdona.

La fiesta de la Inmaculada de este año, queridos hermanos, tiene un carácter especialmente amable y esperanzador: María Inmaculada anuncia y nos trae el perdón y la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Este año la Virgen Inmaculada  nos hace una invitación y nos encomienda una tarea:

El mensaje es este: Aprovechar el tiempo de adviento y prepararnos a la Navidad, y para eso, pedir perdón de  los pecados y experimentar la misericordia de Dios en el sacramento de la penitencia como preparación a la Navidad.
La tarea que nos encomienda es la siguiente: Dar testimonio de la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, poniendo en práctica alguna o algunas obras de misericordia.

Bendito sea Dios Padre que manifiesta  su misericordia y nos bendice en su Hijo Jesucristo en la Navidad, y que ha obrado para nuestro consuelo el prodigio de la Inmaculada Concepción en María, y ahora nos llama a participar en la eucaristía: Seamos misericordioso como nuestro Padre celestial es misericordioso.

domingo, 6 de diciembre de 2015

DOMINGO II DE ADVIENTO (C)

 
 
Textos:
            -Bar. 5, 1-9
            -FiL. 1,4-6.8-11
            -Lc. 3, 1-6

Preparad el camino al Señor… Y todos verán la salvación de Dios”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Hemos comenzado el  tiempo de Adviento, tiempo para preparar el camino a la llegada del Señor que viene  cada día y especialmente en las  celebraciones religiosas de la Navidad.

-Sin embargo, mucha gente ha preparado y está recorriendo otros caminos. La gente, en estos días y haciendo uso del calendario laboral, ha salido de viaje, necesita descansar, cambiar de ritmo. La gente viaja animada por la esperanza de encontrar, si no la felicidad plena, sí al menos un poco de felicidad.
-La gente volverá de los viajes de estos días, y empezará a pensar en recorrer las aceras del barrio para ir a votar. Quizás con menos entusiasmo, pero alentando,  aunque no sea más que  leve, una  esperanza de que mejore la situación política y económica del país. Y así se tropezará de bruces con la lotería y con las fiestas de navidad, que piden caminar a los supermercados,  y programar las reuniones familiares.

-Todo es dar pasos y recorrer calles y caminos externos, de afuera. ¿Quién se acuerda de preparar y recorrer el camino  del Señor, que lleva a la salvación de Dios? Es un camino, es un camino interior, hacia dentro de una mismo.
-San Juan Bautista, en el evangelio de hoy, “grita en el desierto: Preparad el camino al Señor”. El refranero popular, más bien dado al pesimismo, dice “Predicar en el desierto sermón perdido”. Pero, no. En el caso de Juan  se trata de una invitación a  retirarnos al desierto de nuestro interior, y dejarnos acompañar por la soledad y el silencio.

Porque  ahí, en ese espacio estrictamente personal y profundamente humano, Dios habla, y nosotros nos situamos en las mejores condiciones para escuchar su palabra. “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, asegura Dios a Oseas, refiriéndose al pueblo elegido. Dios habla al corazón y Dios habla en el corazón. Quien se dispone debidamente a oír la voz del corazón, su  grito más genuino y propio, descubre que es un gemido que clama a Dios, y descubre al mismo tiempo la voz de Dios que indefectiblemente responde a ese gemido.
En la vida buscamos y recorremos muchos caminos, carreteras y calles: buscar trabajo, sacar adelante la familia, cuidar  las amistades, solucionar  problemas, tomar unos días de descanso… Pero en la vida hay un camino que da sentido a todos los caminos: es Jesús, el Camino y la Verdad y la Vida; es el “camino del Señor” del que nos habla esta mañana  san Juan Bautista.

Jesús es Camino, y a la vez caminante y compañero de nuestro camino. Él da lugar a que nuestra esperanza no decaiga por más que la vida nos vaya difícil e ingrata. Porque él, que vino y se hizo uno de nosotros, viene cada día con nosotros, para que alcancemos con él, la meta de nuestras esperanzas, la felicidad plena y “la salvación de Dios”.
En medio de los afanes de cada día, vamos a preparar el camino del Señor. Os sugiero estas iniciativas concretas, para estos días previos a la Navidad:

-Participar en la eucaristía en días laborables, además del domingo; acudir a una celebración del sacramento de la penitencia y recibirlo; despejar en la agenda un día o unas horas de retiro y silencio; aportar en la parroquia alimentos, dinero, y, mejor aún ofrecer tiempo y trabajo para algún servicio de caridad.
Acogemos, al terminar, la exhortación de san Pablo: “Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo, limpio e irreprochables”.

jueves, 3 de diciembre de 2015

FESTIVIDAD DE SAN FRANCISCO DE JAVIER


1.-:”Dichosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz”

-Dichosos los pies de san Francisco de Javier, gloria de Dios, de la Iglesia, de Navarra y nuestra. Nos alegramos y damos gracias a Dios por él. Dios hace maravillas, y Dios muestra su providencia sobre la Iglesia, Dios nos da estímulos y ejemplos para que también nosotros sigamos las huellas de los santos y realicemos nuestra misión y alcancemos nuestra vocación, la santidad. Todo esto y más es Francisco de Javier para nosotros.
2.-“Id y haced discípulos de todos los pueblos”

-Javier escuchó esta llamada del Señor, que es llamada a todos los seguidores de Jesús. Todos hemos sido bautizados para ser misioneros y anunciar el evangelio. Cada uno en la parcela del mundo que Dios, por llamada particular, nos va asignando.
-Francisco de Javier no sólo fue fiel y obediente a este mandato del Señor, sino que  lo cumplió con pasión y entrega  admirables.

-Cuadra perfectamente aplicar a nuestro santo las palabras de san Pablo: “El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio. Ay de mí si no predicara el evangelio. ¿Cuál es mi paga? Precisamente, dar a conocer el Evangelio… Me he hecho todo a todos… ¡Qué pasión por Cristo…qué ambición por llegar a todos, y convertir a todos, y alegrar la vida de todos anunciando la alegría del evangelio… ¡Cuánto nos enseña san Francisco a nosotros que nos creemos cristianos, pero, a la vez,  intentamos por todos los medios portarnos a tono con lo políticamente y no salirnos de ahí.
 3.- ¿Dónde está el secreto de esta pasión de san Francisco por evangelizar, tan necesaria hoy para todos y en todas las partes?

-Podemos adivinar este secreto a través de una carta célebre de san Francisco a los jesuitas de Goa, tres meses después de haber llegado a Japón y haber experimentado la dificultad enorme para introducir el mensaje del evangelio en aquella cultura sabia y segura de sí.
Francisco está pensando en los jóvenes jesuitas que se han entusiasmado y tienen prisa por ir como él a todas partes anunciado el evangelio. Él les dice que se “aparejen” bien, es decir, que se  preparen concienzudamente para afrontar las dificultades y sacrificios que  van a encontrar.  Y les dice literalmente: “Acordaos siempre que en más tiene Dios una buena voluntad llena de humildad con que los hombres se ofrecen a él, haciendo oblación de sus vidas por solo su amor y gloria, de lo que precia y estima los servicios que le hacen, por muchos que sean”.

-San Francisco les dice que agrada más a Dios y le da más gloria una entrega total y humilde de la persona, que todas las actividades y empresas que pueda llevar a cabo esa persona. Lo primero y principal es ser toda de Dios. Toda. En palabras suyas: “una voluntad  que se ofrece haciendo oblación de sus vidas por solo su amor y gloria”. Porque si no estamos dados del todo a Dios no podremos hacer grandes cosas en la evangelización. Pero también, porque  ofrenda de la propia persona, el estar del todo rendida y entrega a Dios, y solo Dios, es la obra que más le agrada y la más beneficiosa para el Reino.
4.- Vosotras, hermanas, no vais a recorrer la India ni llegar hasta el Japón…. Pero tenéis una gran empresa y muy rentable en orden a la evangelización: Daos de corazón al Señor, ofrecer humildemente toda vuestra persona. Esta es una tarea tan vasta como los territorios que recorrió Javier  por el Extremo Oriente. Esta es para vosotras la manera de obedecer el mandato de Jesús, que tan fielmente obedeció Francisco de Javier: “Id y predicad el evangelio a toda criatura….”

domingo, 29 de noviembre de 2015

DOMINGO I DE ADVIENTO (C)


Textos:

            -Jer. 33, 14-16

            -ITes. 3, 12- 4, 2

            -Lc. 21, 25-28. 34-36

-“Los hombres quedarán sin aliento  por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo… Entonces verán al Hijo del Hombre venir…”
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Primer domingo de adviento, tiempo para preparar la venida del Señor, tiempo de esperanza, comienza un año nuevo en la liturgia.
Si repasamos las primeras frases del evangelio que acabamos de leer, parece que fueran escritas, no hace dos mil años, sino ahora mismo: “Los hombres quedarán sin aliento  por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo”. El atentado de París, la guerra de Irak, la falta de trabajo… Aquí, en  nuestro pequeño mundo, la profanación de la eucaristía, bajo pretexto de un  arte esperpéntico y falso…; tiempos, dicen algunos, convulsos por el miedo y la ansiedad.

Pero, no, hermanos, los miedos paralizan,  nuestros tiempos son tiempos de esperanza. Tenemos que mirar la vida y los acontecimientos de la historia desde la Palabra de Dios y desde la fe. El evangelio de hoy nos dice: “Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad”.
Este es el mensaje central que nos transmite el primer domingo de Adviento. El Señor, con toda certeza, vendrá en gloria y majestad: como Señor vencedor del pecado y de la muerte, instaurará un cielo nuevo y una tierra nueva; como Juez de vivos y muertos, dará a cada uno según sus obras.

¿Cómo será este juicio? De ninguna manera hemos de temerlo. El mismo Jesús nos lo tiene dicho: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre…, separará a unos de otros y dirá: “Venid benditos de mi Padre…, porque tuve hambre y me distéis de comer, estuve enfermo o en la cárcel y vinisteis a verme…”. “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor”.  La venida de Jesús al final de los tiempos no es motivo para el miedo, sino fuerza y aliento para la esperanza.
Lo hemos escuchado en el evangelio de hoy: “Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.

Y hasta que no llegue a manifestarse el Señor, ¿Qué debemos hacer?

Me permito subrayar tres pautas: La primera: “No se os embote la mente con  el vicio, la bebida y los agobios de la vida”: el Señor podría encontrarnos desprevenidos. La segunda: “Estad siempre despiertos” ¿Qué significa  para nosotros “estar despiertos”? Hemos escuchado a san Pablo en la segunda lectura: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos. Por fin la tercera consigna: “Estad despiertos, pidiendo fuerzas”. La oración, pedir a Dios para que podamos permanecer fieles al evangelio en medio de ese mundo difícil y atormentado.
El santo Cura de Ars resumía: “La vida cristiana es muy simple, “Orar y amar”. Nos quedamos con esto: “Orar y amar”. Para preparar la Navidad, para vivir el adviento, a punto de comenzar el Año de la Misericordia”, para esperar hasta que el Señor vuelva: “Orar y amar”.

Y esto es también lo que vamos a hacer en esta eucaristía, por Cristo, con él y en él: Orar y amar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y con ellos, a todos los hombres.

domingo, 22 de noviembre de 2015

FESTIVIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (B)


“Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo dices: soy rey”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Domingo, fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Último domingo del año litúrgico.

En estos tiempos que vivimos y en estos días de buena gana votaríamos muchos para que Jesucristo fuera el rey del mundo y destruyera el imperio terrorífico del Estado Islámico,   y de otras bandas inhumanas y asesinas, que pretenden dominar la humanidad desde el miedo. También lo votaríamos para que hiciera desaparecer la corrupción  en el ámbito político y en otros ámbitos que influyen enormemente  en la organización de la sociedad y en la buena marcha de la vida práctica de la gente, especialmente de la más necesitada.
Pero, dice Jesús: “Mi Reino no es de este mundo”. Jesucristo no es rival de ningún rey  humano. Él quiere reinar ganando el corazón de los hombres.

Jesucristo ha venido para implantar el Reino de Dios. Y lo quiere implantar de una manera que a todos sorprende y que nadie podía imaginar.
Jesucristo pretende reinar y está reinando desde la cruz. Jesucristo dice que él ha venido al mundo “para dar testimonio de la verdad”, de la verdad de Dios.  Y la verdad de Dios es que Dios nos ama hasta el punto de darnos a su propio Hijo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna”.

En el trono de la cruz Jesucristo es la revelación suprema del amor de Dios al hombre. Porque desde ella, Jesucristo da el testimonio más irrefutable de su obediencia a la voluntad de Dios, y de su amor sincero y verdadero a los hombres. “Mi voluntad, dijo un día Jesús, es hacer la voluntad del que me ha enviado; y refiriéndose a nosotros, dice: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, lo amó hasta el extremo”. Y ahí tenemos a Jesús en el trono de la cruz: Ni ejércitos, ni armas, ni amenazas, ni chantajes; tampoco ofrece dinero, ni honores, ni salud, ni poder; maniatado, a merced de un gobernante cobarde y escéptico, impotente, desnudo, mostrando sin velo ni sombra la fuerza infinita de su amor: Amor a su Padre Dios en obediencia incondicional, amor hasta el extremo a los hombres.
En su vida pública, mientras anduvo por los caminos de Galilea y Judea, este amor de Jesús  se manifestaba en misericordia con los pobres, con los necesitados y con los pecadores, y en servició humilde a todos los hombres. Todos recordamos aquella catequesis famosa a sus discípulos: “Los jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea  esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por la multitud”.

De esta manera quiere implantar Jesús el Reino de Dios en este mundo; además, así quiere que sus seguidores colaboremos con él en el Reino. Jesucristo no quiere suplantar a ningún gobernante, ni ahorrarnos el esfuerzo de buscar los mejores modos de  dirigir las instituciones que funcionan  en la vida civil.  Jesucristo quiere que el amor y el servicio por amor sean la sal que sazona todas las instituciones humanas y todas las relaciones entre los hombres. Amor y respeto a Dios sobre todas las cosas, y amor y servicio por amor a todos los hombres. Este es el programa de Jesús, Rey del universo, y nuestro programa de seguidores de  Jesús.
Así vamos disponiendo este mundo atormentado y sufriente para que cuando él venga de nuevo, al final de los tiempos, pueda  establecer completamente el Reino que ahora está tratando de implantar: “El reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino  de la justicia, el amor y la paz”.

domingo, 15 de noviembre de 2015

DOMINGO XXXIII, T.O. (B)



DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

“Entonces veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Estamos llegando al final del año litúrgico. El próximo domingo fiesta de Cristo Rey  después ya el Adviento.  Pero hoy celebramos también el “Día de la Iglesia diocesana”. El lema de este año dice: “Un iglesia  miles de historias gracias a ti. Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”.
Hemos reflexionado alguna vez sobre lo que significa la diócesis para cada uno de nosotros?
La diócesis es la Iglesia implantada en un territorio concreto. La diócesis contiene todos los elementos esenciales de la Iglesia. Es cierto que la mayoría de nosotros recibimos  los bienes  que nos ofrece la diócesis en la parroquia.
Hoy es un día para tomar conciencia de cuánto de bueno debemos a la diócesis: El bautismo, la confirmación, la eucaristía, el sacramento de la penitencia, la conciencia de pertenecer a una comunidad de fe y de seguimiento del Señor.
Nuestro carácter, nuestra identidad como personas nos viene básicamente de nuestros padres y de nuestra familia, pero esa identidad es enriquecida, configurada con unos rasgos extraordinariamente valiosos gracias a nuestra pertenencia a la Iglesia en la diócesis: la fe en Jesucristo, la esperanza en la vida eterna, los mandamientos y las enseñanzas de Jesús que orientan nuestra conciencia, sobre el amor el perdón, el interés por los pobres y necesitados… Estos y otros valores son rasgos que se nos dan normalmente a través de los padres, de la familia, de la catequesis, del colegio y de otras oportunidades de formación, como instituciones y medios que en definitiva encontramos en la diócesis.
Son valores que nos dan un sentido a nuestra vida, un modo de desenvolvernos en la sociedad, una claridad de ideas, unos criterios para realizar las metas y los objetivos que nos planteamos en la vida. ¡Cuánto recibimos de la Iglesia en la diócesis y en la parroquia!  Hoy es un día para reconocerlo.
“Una iglesia  miles de historias gracias a ti. Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”,  reza el lema de este día. Un día para  examinar nuestro modo de situarnos y de participar en la parroquia y en la diócesis. Colaborar en servicios litúrgicos, en actividades pastorales, en grupos de formación… La vocación de los seglares es ser fermento de evangelio en una sociedad paganizada,  pero eso requiere el calor y la fuerza que se recibe cuando se frecuenta el ambiente, la comunidad y las parroquias y también los movimientos y otras asociaciones  que, en definitiva, se encuentran en la diócesis.
Hoy es un día también para contribuir económicamente a las necesidades materiales de la diócesis. Las necesidades son cada vez mayores, y son cada  vez menos los que practicamos y militamos de una manera activa en las parroquias y en la diócesis.  El sostenimiento de los sacerdotes, las iglesias y edificios antiguos que cuidar, nuevos templos en barrios nuevos….
La aportación económica es un buen termómetro para medir el interés y el sentido de parroquia y de diócesis que tenemos.
Para terminar vamos a situarnos en la liturgia de este domingo penúltimo del año litúrgico. Os dejo con el mensaje central del evangelio de hoy; es un mensaje de esperanza, que bien nos viene, en estos tiempos tan llenos de sobresaltos, discordias y crímenes terroristas: Jesús, resucitado, volverá, y volverá victorioso. Dice así: “Veréis venir al Hijo del Hombre con gran poder y majestad, enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos”. Es palabra del Señor. No se turbe nuestro corazón. La victoria es de nuestro Dios.

domingo, 8 de noviembre de 2015

DOMINGO XXXII, T.O. ( B)


“Los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy la Palabra de Dios nos envía su mensaje a través de dos mujeres, que, además, son viudas, y además, económicamente pobres y necesitadas.
La primera es la Viuda de Sarepta, tal como nos la presenta la primera lectura. Tiene un hijo pequeño hambriento, pero no tiene ni pan, sólo un puñado de harina y un poco de aceite en la alcuza. El profeta Elías le pide agua y pan y le promete que Dios no la va a dejar morir de hambre. Para esta viuda el profeta es el que habla la palabra de Dios. Dios habla por el profeta. Para ella Dios es muy importante. Y esta viuda se fía de Dios. Se quita el pan de su boca y de la de su hijo, y atiende a la petición del profeta. Y Dios no la defrauda. Dios hizo el milagro: Comieron los tres, y “ni la orza de harina  se vació, ni la alcuza de aceite se agotó”.
En el evangelio vemos a otra viuda echando limosna en el cepillo del templo. Otros muchos echan limosnas, y algunos ricos echan en cantidad notable. Ella, sin embargo, es una pobre viuda, y echa una cantidad exigua de dinero, dos reales.
Pero fijaos hermanos qué valoración hace Jesús de este caso: “Os aseguro que esta pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
El comentario de Jesús es tan certero y tan admirable que esta frase ha quedado en la memoria colectiva de  tanta gente.
Permitidme alguna consideración a propósito del modo de proceder de estas dos mujeres, viudas y pobres.
La primera: Para una y otra mujer, Dios es muy importante en su vida; lo más importante, el primero en su vida. Sobre todo, confían en él. Confían en Dios más que en los bienes materiales y más que en el dinero. No temen quedarse en la mayor miseria. Primero es Dios, su culto y su palabra;  su vida está en las manos de Dios.
¿Qué peso específico tiene Dios en nuestras vidas? Hoy en día, ¿Qué cuenta Dios en la conciencia de mucha gente, a la hora rezar y darle culto, de tomar decisiones, de educar a los hijos, de votar a los gobernantes, de pagar un sueldo a los trabajadores, o la contribución al estado?
La segunda consideración: Para Jesucristo, para Dios, lo que cuenta es la persona y su corazón. Dar dinero, sí, pero ¿dónde está tu corazón? ¿Dónde está tu confianza, en Dios o en el dinero? Las limosnas, sí, pero, ¿desde qué motivos? ¿Por qué contribuyes a Caritas o a Manos unidas? ¿Por vanidad? ¿Para tranquilizar tu conciencia? ¿Por qué no desestabiliza para nada tu economía? Lo que Dios quiere es que te entregues a él con todo el corazón, con todas tus fuerzas con toda tu alma. No importa tanto lo que haces, sino cómo te das tú mismo en lo que haces. Un pequeño gesto, pero delicado, puede decir mucho de lo que amas y te interesas por tu prójimo. Un regalo valioso puede ocultar el deseo que tienes de desentenderte del problema de tu hermano. Para Jesucristo, para Dios, quien importa eres tú: ¿dónde está tu corazón?
Estamos celebrando la eucaristía, ahora pasamos al altar. No olvidemos: Así nos ama Jesucristo. Él nos dice por boca del sacerdote: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros; este es el cáliz de mi sangre derramada por vosotros”. Jesucristo no sólo dio lo que tenía para vivir, dio su propia vida por nosotros; se dio a sí mismo.

domingo, 1 de noviembre de 2015

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

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“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”
 
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermana/os todos:
 
 Fiesta de todos los santos:

 Ciento cuarenta y cuatro mil, muchedumbre enorme que nadie puede contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua…, los santos en el cielo. Hoy hacemos memoria de todos ellos, son tantos, tantísimos; siguieron a Jesucristo en la tierra, han alcanzado la meta, viven en Dios, con Jesucristo, con la Virgen y los ángeles, felices eternamente.

Nosotros, damos gracias a Dios y nos alegramos. Su triunfo es triunfo de Cristo; su triunfo es motivo de ánimo para todos nosotros, los seguidores de Jesús, que aún peregrinamos por este mundo.

Eran como nosotros y han alcanzado la santidad, trabajaron, afrontaron dificultades, lucharon y amaron en la vida como nosotros, y ahora son santos. Nosotros también podemos ser santos.

El Concilio Vaticano II nos habló de la llamada a la santidad de todos los cristianos. Sí, nosotros también podemos ser santos; en cierta medida ya lo somos. Somos santificados, por la gracia de Dios en el bautismo. El bautismo es nuestra vocación. Todo lo que tenemos que hacer en esta vida es vivir de manera coherente con lo que hemos recibido en el Bautismo y con lo que el Bautismo nos exige como cristianos seguidores de Jesús.

Las bienaventuranzas que no son todo el evangelio, pero son el exponente más representativo de su esencia, nos señalan el camino de nuestra vocación hacia la santidad. Quizá a algunos no les suena a muy actual eso de aspirar a la santidad; que escuche y lea las bienaventuranzas. Un texto que ha llamado la atención de tantos cristianos, y de tantos espíritus religiosos, como Ghandi, que aun no habiendo llegado a hacerse cristianos, han reconocido la profunda sabiduría que encierran y la extraordinaria fuerza humanizadora que tienen para hacer un mundo nuevo.

Las bienaventuranzas son un retrato de Jesús. Jesús vivió las bienaventuranzas, y las predicó porque él mismo en su vida las iba poniendo en práctica: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos…, bienaventurados los limpios de corazón…, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”.

En la fiesta de Todos los Santos de este año, me permito llamaros la atención sobre una de ellas. La que dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. El próximo día, ocho de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco va a proponer la campaña del “Año de la Misericordia”. “Hay momentos, ha dicho el Papa, en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar de Dios Padre de misericordia”. En comunión con el Papa y con toda la Iglesia hemos de disponer nuestro espíritu para ser misericordiosos y ejercitarnos en la virtud de la misericordia. Será un modo práctico y concreto de crecer en nuestra vocación bautismal a la santidad.

Volvamos los ojos a la fiesta que celebramos, la fiesta de Todos los Santos. Ellos siempre, pero de modo especial, al hacer memoria de ellos mismos, asisten a nuestras eucaristías en torno a altar. Por eso los nombramos en la plegaria eucarística. Su memoria nos recuerda nuestra vocación. También nosotros, como ellos, podemos ser santos y cumplir la voluntad de Dios en los mandamientos, y practicar las bienaventuranzas, y ser testimonio de amor y misericordia para nuestros prójimos. También nosotros podemos dar gloria a Dios y empeñarnos en hacer un mundo nuevo más feliz.

domingo, 25 de octubre de 2015

DOMINGO XXX, T.O. (B)


-“Jesús le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
-¿Qué vamos a pedir a Jesús  esta mañana  y en esta eucaristía?
-Según sea  la petición que espontáneamente nos sale del alma, quedará retratada en ella la calidad de nuestra fe y de nuestra situación humana y espiritual. “¿Qué quieres que haga por ti?”  ¿Qué nos sale pedirle ahora al Señor?
-El ciego del relato de Marcos le pidió ver: “Maestro, que pueda ver”. Es lógico, el ciego no ve y le pide a Jesús que pueda ver. Y Jesús le devuelve la vista física. Pero en el conjunto del relato y en su mensaje completo, el evangelista Marcos nos  dice más: En este evangelio no está en juego únicamente la luz de los ojos, sino también la luz de la fe. El ciego recobra la vista física y también descubre la verdad de Jesús; el ciego ve que Jesús es el Maestro, Hijo de Dios y Salvador. Ha descubierto la verdad de Jesús y le sigue y se hace discípulo.
-Este evangelio nos invita a creer en Jesús, a pedir la luz de la fe, a pedirle a Jesús que “aumente nuestra fe” y que cure nuestra ceguera.
-La fe es luz,luz que nos permite ver en la realidad algo que sin fe no se ve. La fe es luz y gracia de Dios que nos permite ver la realidad con los ojos de Cristo.
Ante la pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?”. No sé qué le vais a pedir. Pero creo que lo que más necesitamos, lo mejor que podemos pedir,  es el don de la fe. Para descubrir de verdad a Cristo, para entender y amar la grandeza, la bondad, la necesidad y la belleza de su mensaje, para saber la mejor respuesta a los grandes interrogantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene la vida, el dolor, la muerte? ¿A dónde vamos?  Lo que me pasa cada día, bueno y la malo, lo que me hace feliz y lo que me desconcierta, desde Jesús y a la luz de la fe puedo encontrarle un sentido y puedo  recibir fuerza, temple y esperanza para seguir luchando por la felicidad mía y la de mis prójimos.
Permitidme que aluda a dos hechos actuales sobre los cuales haríamos bien en proyectar la luz de Cristo y de su doctrina: El drama de los refugiados y de los emigrantes. El problema es muy complejo. Pero el primer enfoque y el último también, si somos creyentes, es traer a nuestra memoria las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis”.
Y otro acontecimiento que hoy hemos de tener muy presente: el Sínodo de la familia cuya clausura se estará ahora mismos celebrando en Roma.En medio del maremágnum en que se encuentra hoy la institución familiar: desprotegida de normas, menospreciada por unos, atacada por otros, la luz de la fe nos lleva a ser, con más entereza y claridad que nunca,testigos y propagadores del proyecto de Dios y de Jesucristo sobre el matrimonio, la familia, el amor y la vida.
Luego, antes de comulgar, os  diré desde el altar: “Este es el Cordero de Dios”. Y todos dejaremos que resuene en los oídos la pregunta de Jesús hoy: -“¿Qué quieres que haga por ti?” Y nosotros le diremos: “Señor, que vea”: Creo en ti.

domingo, 18 de octubre de 2015

DOMINGO XXIX T.O. (B) DOMUND


“Misioneros de la misericordia”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En  este domingo otoñal celebramos el DOMUND, domingo mundial por la misiones. El lema de este año: “Misioneros de la misericordia”. Todos tenemos que ser misioneros de la misericordia.
Pero de manera especial son los misioneros y misioneras católicos los más esforzados misioneros de la misericordia. Nuestro papa Francisco ha dicho: “Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre Dios”. Y ellos anuncian el evangelio de Jesucristo.
En la Iglesia católica son más de trece mil los misioneros y misioneras españoles por el mundo. Navarros son unos ochocientos. Ellos han ido a las periferias del mundo, aún antes que el papa Francisco lanzara esta consigna. Ellos y ellas hacen una labor, reconocida por creyentes y no creyentes, de ayuda y de promoción humana en los lugares más pobres y marginados de la tierra; ellos, además, anuncian a Jesucristo y su evangelio. Y todo de la mejor manera, de la más convincente, porque ejercen su labor con el testimonio coherente  de su propia vida: Han dejado casa, padres, hermanos y hermanas, y se han puesto los últimos a los pies de los más necesitados para servirles.
Tal como hemos escuchado en el evangelio de hoy: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. ¡Qué contraste! Jesús acaba de anunciar que va a Jerusalén donde “va ser triturado con el sufrimiento, y entregar la vida como expiación”, y los Cebedeos pidiéndole los puestos de primeros ministros en el futuro reino.
Nosotros también somos cristianos y queremos ser seguidores de Jesús; y también sentimos la tentación del poder. A diario nos vienen noticias del mundo del dinero, de la política y de otros estratos sociales sobre los abusos  de poder, y de las víctimas  y los desastres que causan.
Nosotros, en pequeña escala, también podemos dejarnos llevar de la tentación del poder: en el mundo eclesiástico, en el matrimonio y en la familia, y dentro mismo de la comunidad religiosa. Pensamos que si tenemos poder podemos hacer las cosas mejor. Y sin darnos cuenta, o a sabiendas, atropellamos a nuestro prójimo y no respetamos  sus derechos, su punto de vista y sus cualidades.
Por eso Jesús propone una catequesis, que a todos nos viene muy bien escuchar y poner en práctica: “Sabéis que los que son reconocidos como Jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Estas breves palabras son una verdadera alternativa a la lógica del mundo y a los valores que funcionan y se imponen en la sociedad. Jesús cree en la fuerza humanizadora del servicio por amor. Jesús cree además en el testimonio de vida como  el mejor modo para propagar esta fuerza transformadora de la sociedad que es el  servir a los últimos.
Por eso él va delante y dice: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Nuestros misioneros y misioneras siguen el ejemplo de Jesús. Ellos han elegido libremente y por vocación el servicio humilde y desinteresado.
Ellos nos dan ejemplo. Sin pretenderlo ellos son un modelo y un proyecto de vida enormemente valioso que debe hacer pensar a los jóvenes y a las jóvenes a la hora de encauzar su vida en esta sociedad que invita a tantas opciones  y ofrece tan pocas oportunidades.
Ellos, que nos dan tanto, hoy nos piden ayuda económica y espiritual.
Nos podemos despedir con unas palabras de la Madre Teresa de Calcuta: Soy la mujer más feliz de la tierra sirviendo a los miserables. Sólo me duele su dolor”.