-“Jesús le dijo: “¿Qué
quieres que haga por ti? El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
-¿Qué vamos a pedir a Jesús
esta mañana y en esta eucaristía?
-Según sea la petición que
espontáneamente nos sale del alma, quedará retratada en ella la calidad de
nuestra fe y de nuestra situación humana y espiritual. “¿Qué quieres que haga por ti?” ¿Qué nos sale pedirle ahora al Señor?
-El ciego del relato de Marcos le pidió ver: “Maestro, que pueda ver”. Es lógico, el ciego no ve y le pide a
Jesús que pueda ver. Y Jesús le devuelve la vista física. Pero en el conjunto
del relato y en su mensaje completo, el evangelista Marcos nos dice más: En este evangelio no está en juego
únicamente la luz de los ojos, sino también la luz de la fe. El ciego recobra
la vista física y también descubre la verdad de Jesús; el ciego ve que Jesús es
el Maestro, Hijo de Dios y Salvador. Ha descubierto la verdad de Jesús y le
sigue y se hace discípulo.
-Este evangelio nos invita a creer en Jesús, a pedir la luz de la fe,
a pedirle a Jesús que “aumente nuestra fe” y que cure nuestra ceguera.
-La fe es luz,luz que nos permite ver en la realidad algo que sin fe
no se ve. La fe es luz y gracia de Dios que nos permite ver la realidad con los
ojos de Cristo.
Ante la pregunta de Jesús: “¿Qué
quieres que haga por ti?”. No sé qué le vais a pedir. Pero creo que lo que
más necesitamos, lo mejor que podemos pedir, es el don de la fe. Para descubrir de verdad a
Cristo, para entender y amar la grandeza, la bondad, la necesidad y la belleza
de su mensaje, para saber la mejor respuesta a los grandes interrogantes de la
vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene la vida, el dolor, la muerte? ¿A dónde
vamos? Lo que me pasa cada día, bueno y
la malo, lo que me hace feliz y lo que me desconcierta, desde Jesús y a la luz
de la fe puedo encontrarle un sentido y puedo
recibir fuerza, temple y esperanza para seguir luchando por la felicidad
mía y la de mis prójimos.
Permitidme que aluda a dos hechos actuales sobre los cuales haríamos
bien en proyectar la luz de Cristo y de su doctrina: El drama de los refugiados
y de los emigrantes. El problema es muy complejo. Pero el primer enfoque y el
último también, si somos creyentes, es traer a nuestra memoria las palabras de
Jesús: “Porque tuve hambre y me distéis
de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis”.
Y otro acontecimiento que hoy hemos de tener muy presente: el Sínodo
de la familia cuya clausura se estará ahora mismos celebrando en Roma.En medio
del maremágnum en que se encuentra hoy la institución familiar: desprotegida de
normas, menospreciada por unos, atacada por otros, la luz de la fe nos lleva a
ser, con más entereza y claridad que nunca,testigos y propagadores del proyecto
de Dios y de Jesucristo sobre el matrimonio, la familia, el amor y la vida.
Luego, antes de comulgar, os
diré desde el altar: “Este es el Cordero de Dios”. Y todos dejaremos que
resuene en los oídos la pregunta de Jesús hoy: -“¿Qué quieres que haga por ti?” Y nosotros le diremos: “Señor, que
vea”: Creo en ti.