“Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Queridas hermanas benedictinas y queridos
hermanos todos:
Parece una buena persona este hombre
interesado por alcanzar la vida eterna. No se conforma con cualquier vida,
desea la vida eterna. Vida eterna quiere decir vida plena, vida verdadera; y
quiere decir, también, vida que no se acaba, que no muere. Este hombre, sabe
descubrir dentro de sí mismo el anhelo de plenitud y de infinito que hay en el
corazón humano, y no lo olvida. Como ocurre ahora a tanta gente, que no se
pregunta por nada, se auto-engaña e intenta conformarse diciéndose que después
de la muerte no hay nada.
Este hombre del evangelio, además, guarda los
mandamientos: No mata, no roba, no comete adulterio, no estafa, cumple con sus
padres. ¿Qué más se le puede pedir? Pero él quiere más, tiene sed de infinito, desea vida eterna.
A este hombre Jesucristo lo mira con cariño,
le dirige una mirada de amor. Y le invita a un género de vida que le va a
colmar todo sus deseos.
-“Una cosa te falta: anda, vende lo que
tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego
sígueme”.
-Lo más importante de esta respuesta de Jesús
es la frase final: “¡Sígueme!”. Seguir a Jesús satisface plenamente el deseo de
vida eterna. Porque Jesús es la perla encontrada por la que merece vender todo
para comprarla, es el tesoro que se disfruta en el cielo, Jesús responde a la
vocación íntima y verdadera del corazón humano.
-“El hombre se marchó triste, porque era
muy rico”.
Queridos hermanos: el dinero, las riquezas
materiales, no son una ventaja, son un peligro, para la verdadera felicidad. Y
no es porque las riquezas sean malas, son buenas y útiles, sino porque el
corazón humano, que siente sed de infinito y de eternidad, está enfermo por el
pecado y siente también una inclinación casi irresistible por el dinero, hasta
convertirlo en dios, en un ídolo que domina la vida.
-“Hijos, nos dice hoy Jesús a todos, hijos,
¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en
el dinero. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja…”
-Así piensa Jesús sobre el dinero. Pero esto
no es todo: Cuando los discípulos le dicen: “Entonces, ¿quién puede
salvarse” ( como diciendo: aquí no
se salva nadie), Jesús responde: “Es imposible para los hombres, no para
Dios. Dios lo puede todo”.
Quiere decirnos: “Yo os traigo la gracia y la
fuerza de Dios. Si creéis en mí, si estáis conmigo en todo, yo os doy la fuerza
suficiente para dominar y administrar bien la codicia de riquezas y la
inclinación del corazón a convertir el dinero en un dios ciego e insaciable.
Esta es la manera de pensar que tiene Jesús
sobre el dinero y las riquezas, y así deberíamos pensar también todos los
seguidores de Jesús.
-“Ya ves que nosotros le hemos dejado todo
y te hemos seguido”.
Vosotras, queridas hermanas benedictinas,
habéis dejado casa, padres, hermanos, hermanas y bienes… Habéis encontrado la
perla preciosa, que es Cristo, y habéis vendido todo para comprarla. Sois el
testimonio fehaciente de que Cristo da fuerza y libertad para no dejarse
dominar por las riquezas ni por dinero.
Para los seglares, en parte es diferente, y lo
tiene quizás más difícil. Porque tienen que manejar dinero, pero sin mancharse
las manos. Pero ellos, como vosotras y todos, tenemos que seguir a Cristo y
desde Cristo adquirir dominio y libertad para que el dinero no se convierta en
un ídolo, sino en un bien para repartir
y compartir y dar lugar a un mundo más
justo y solidario.