Textos:
-Jer.
33, 14-16
-ITes.
3, 12- 4, 2
-Lc.
21, 25-28. 34-36
-“Los hombres quedarán sin aliento
por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo…
Entonces verán al Hijo del Hombre venir…”
-Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Primer domingo de adviento,
tiempo para preparar la venida del Señor, tiempo de esperanza, comienza un año
nuevo en la liturgia.
Si repasamos las primeras
frases del evangelio que acabamos de leer, parece que fueran escritas, no hace
dos mil años, sino ahora mismo: “Los
hombres quedarán sin aliento por el
miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo”. El atentado
de París, la guerra de Irak, la falta de trabajo… Aquí, en nuestro pequeño mundo, la profanación de la
eucaristía, bajo pretexto de un arte
esperpéntico y falso…; tiempos, dicen algunos, convulsos por el miedo y la
ansiedad.
Pero, no, hermanos, los miedos
paralizan, nuestros tiempos son tiempos
de esperanza. Tenemos que mirar la vida y los acontecimientos de la historia
desde la Palabra de Dios y desde la fe. El evangelio de hoy nos dice: “Entonces verán al Hijo del Hombre venir en
una nube, con gran poder y majestad”.
Este es el mensaje central que
nos transmite el primer domingo de Adviento. El Señor, con toda certeza, vendrá
en gloria y majestad: como Señor vencedor del pecado y de la muerte, instaurará
un cielo nuevo y una tierra nueva; como Juez de vivos y muertos, dará a cada
uno según sus obras.
¿Cómo será este juicio? De
ninguna manera hemos de temerlo. El mismo Jesús nos lo tiene dicho: “Cuando
venga en su gloria el Hijo del Hombre…, separará a unos de otros y dirá: “Venid benditos de mi Padre…, porque tuve
hambre y me distéis de comer, estuve enfermo o en la cárcel y vinisteis a
verme…”. “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor”. La venida de Jesús al final de los tiempos no
es motivo para el miedo, sino fuerza y aliento para la esperanza.
Lo hemos escuchado en el
evangelio de hoy: “Cuando empiece a
suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.Y hasta que no llegue a manifestarse el Señor, ¿Qué debemos hacer?
Me permito subrayar tres
pautas: La primera: “No se os embote la
mente con el vicio, la bebida y los
agobios de la vida”: el Señor podría encontrarnos desprevenidos. La
segunda: “Estad siempre despiertos”
¿Qué significa para nosotros “estar
despiertos”? Hemos escuchado a san Pablo en la segunda lectura: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de
amor mutuo y de amor a todos. Por fin la tercera consigna: “Estad despiertos, pidiendo fuerzas”. La
oración, pedir a Dios para que podamos permanecer fieles al evangelio en medio
de ese mundo difícil y atormentado.
El santo Cura de Ars resumía:
“La vida cristiana es muy simple, “Orar y amar”. Nos quedamos con esto: “Orar y
amar”. Para preparar la Navidad, para vivir el adviento, a punto de comenzar el
Año de la Misericordia”, para esperar hasta que el Señor
vuelva: “Orar y amar”.
Y esto es también lo que vamos
a hacer en esta eucaristía, por Cristo, con él y en él: Orar y amar al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo, y con ellos, a todos los hombres.