Textos:
-Bar.
5, 1-9-FiL. 1,4-6.8-11
-Lc. 3, 1-6
“Preparad el camino al Señor… Y todos verán la
salvación de Dios”
Queridas hermanas benedictinas
y queridos hermanos todos:-Hemos comenzado el tiempo de Adviento, tiempo para preparar el camino a la llegada del Señor que viene cada día y especialmente en las celebraciones religiosas de la Navidad.
-Sin embargo, mucha gente ha
preparado y está recorriendo otros caminos. La gente, en estos días y haciendo
uso del calendario laboral, ha salido de viaje, necesita descansar, cambiar de
ritmo. La gente viaja animada por la esperanza de encontrar, si no la felicidad
plena, sí al menos un poco de felicidad.
-La gente volverá de los
viajes de estos días, y empezará a pensar en recorrer las aceras del barrio
para ir a votar. Quizás con menos entusiasmo, pero alentando, aunque no sea más que leve, una
esperanza de que mejore la situación política y económica del país. Y
así se tropezará de bruces con la lotería y con las fiestas de navidad, que
piden caminar a los supermercados, y
programar las reuniones familiares.
-Todo es dar pasos y recorrer
calles y caminos externos, de afuera. ¿Quién se acuerda de preparar y recorrer
el camino del Señor, que lleva a la
salvación de Dios? Es un camino, es un camino interior, hacia dentro de una
mismo.
-San Juan Bautista, en el
evangelio de hoy, “grita en el desierto:
Preparad el camino al Señor”. El refranero popular, más bien dado al
pesimismo, dice “Predicar en el desierto sermón perdido”. Pero, no. En el caso
de Juan se trata de una invitación
a retirarnos al desierto de nuestro
interior, y dejarnos acompañar por la soledad y el silencio.
Porque ahí, en ese espacio estrictamente personal y
profundamente humano, Dios habla, y nosotros nos situamos en las mejores
condiciones para escuchar su palabra. “La
llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, asegura
Dios a Oseas, refiriéndose al pueblo elegido. Dios habla al corazón y Dios
habla en el corazón. Quien se dispone debidamente a oír la voz del corazón,
su grito más genuino y propio, descubre
que es un gemido que clama a Dios, y descubre al mismo tiempo la voz de Dios
que indefectiblemente responde a ese gemido.
En la vida buscamos y
recorremos muchos caminos, carreteras y calles: buscar trabajo, sacar adelante
la familia, cuidar las amistades,
solucionar problemas, tomar unos días de
descanso… Pero en la vida hay un camino que da sentido a todos los caminos: es
Jesús, el Camino y la Verdad y la Vida; es el “camino del Señor” del que nos
habla esta mañana san Juan Bautista.
Jesús es Camino, y a la vez
caminante y compañero de nuestro camino. Él da lugar a que nuestra esperanza no
decaiga por más que la vida nos vaya difícil e ingrata. Porque él, que vino y
se hizo uno de nosotros, viene cada día con nosotros, para que alcancemos con
él, la meta de nuestras esperanzas, la felicidad plena y “la salvación de
Dios”.
En medio de los afanes de cada
día, vamos a preparar el camino del Señor. Os sugiero estas iniciativas
concretas, para estos días previos a la Navidad:
-Participar en la eucaristía
en días laborables, además del domingo; acudir a una celebración del sacramento
de la penitencia y recibirlo; despejar en la agenda un día o unas horas de
retiro y silencio; aportar en la parroquia alimentos, dinero, y, mejor aún
ofrecer tiempo y trabajo para algún servicio de caridad.
Acogemos, al terminar, la
exhortación de san Pablo: “Que vuestro
amor siga creciendo más y más en penetración y sensibilidad para apreciar los
valores. Así llegaréis al día de Cristo, limpio e irreprochables”.