“Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy levantamos los velos morados del adviento y nos revestimos de
blanco festivo para celebrar una fiesta memorable de la Madre de Dios, la
Virgen María, la fiesta de su concepción inmaculada. Inmaculada, llena de
gracia, sin pecado desde el primer momento de su concepción. Dios Padre quiso
preparar una digna morada para su Hijo, y dotó a su Madre, la Virgen María, de
la más noble y espléndida belleza, la de la plenitud de la gracia divina.
Nosotros, nos alegramos y damos gracias a Dios.
Esta fiesta, además, despierta en nosotros los más nobles
sentimientos, nos anima a aborrecer el pecado, a cultivar la virtud, a trabaja con toda el alma para alcanzar la
santidad.
Hoy precisamente, en esta fiesta, nuestro papa Francisco, abre la
Puerta Santa de la basílica de san Pedro, para inaugurar el Año Santo de la
Misericordia.
Os podéis preguntar por qué
razón el papa ha escogido la fiesta de la Inmaculada Concepción de María para
inaugurar el Año de la Misericordia. Él mismo lo explica en la Carta Magna que
nos dirigió a todos cuando anunció este año de gracia: “Esta fiesta litúrgica,
nos dice el papa, explica el modo de
obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán
y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por eso
pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor (cf Ef 1,4), para que fuese
la Madre del Redentor del hombre. Ante
la gravedad del pecado Dios responde con la plenitud del perdón. La
misericordia siempre será más grande que
cualquier pecado y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona”.
María, sin pecado, María llena de gracia, es la prueba y el testimonio
fehaciente de que la misericordia de Dios es más grande que cualquier pecado.
Donde abundó el pecado sobre abundó la gracia, dice san Pablo. Cristo es la Gracia
misma de Dios. María inmaculada, que lo dio a luz, es el preludio y el anticipo
de esa gracia infinita sobreabundante, que es Cristo, que vence al pecado, y se
manifiesta como misericordia y amor que perdona.
La fiesta de la Inmaculada de este año, queridos hermanos, tiene un
carácter especialmente amable y esperanzador: María Inmaculada anuncia y nos
trae el perdón y la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Este año la Virgen Inmaculada
nos hace una invitación y nos encomienda una tarea:
El mensaje es este: Aprovechar el tiempo de adviento y prepararnos a
la Navidad, y para eso, pedir perdón de
los pecados y experimentar la misericordia de Dios en el sacramento de
la penitencia como preparación a la Navidad.
La tarea que nos encomienda es la siguiente: Dar testimonio de la
misericordia que Dios ha tenido con nosotros, poniendo en práctica alguna o
algunas obras de misericordia.
Bendito sea Dios Padre que manifiesta su misericordia y nos bendice en su Hijo Jesucristo
en la Navidad, y que ha obrado para nuestro consuelo el prodigio de la
Inmaculada Concepción en María, y ahora nos llama a participar en la eucaristía:
Seamos misericordioso como nuestro Padre celestial es misericordioso.