Textos:
-Is 42, 1-4-. 6-7
-Hch 10, 34-38
-Lc 3, 15-16. 21-22.
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
Hoy, en el evangelio, oímos la voz solemne de Dios
Padre: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
Que viene a decir: Jesús, al que veis, verdadero
hombre, es en sentido estricto Hijo mío, Dios de Dios, Luz de luz; es mi Hijo amado, a quien amo con todo mi
Espíritu; y en cuanto hombre, Jesús es
mi predilecto entre todos los hijos de los hombres, elegido por mí para
desempeñar la misión de liberar a los hombres del pecado y salvar al mundo.
-Queridos hermanos, el bautismo de Jesús es
presentación de Jesús al mundo, nuestro bautismo es incorporación a Cristo y a
la Iglesia.
Pero en el bautismo de Jesús es la mejor fuente de
conocimiento para descubrir todo el
significado de nuestro bautismo, el regalo inmenso que nos hizo Dios y nos
hicieron nuestros padres, al llevarnos a bautizar. En el bautismo de Jesús
descubrimos también las exigencias que comporta este don sobrenatural que en su
día recibimos.
-“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Estas palabras también son verdaderas, con otra
intensidad, aplicadas a nuestro propio bautismo.
Nosotros, bautizados, somos hijos de Dios, hijos
adoptivos, ciertamente, pero hijos de Dios, partícipes de la vida de Cristo
resucitado, una vida sobrenatural que ha vencido a la muerte; nosotros somos amados de Dios, con el amor del
Espíritu Santo que recibimos en el bautismo; nosotros somos predilectos y
elegidos de Dios para una misión en el mundo, anunciar el evangelio de Jesús.
Verdaderamente es una muy buena y dichosa suerte ser
cristiano. Pero, es también, una responsabilidad enorme.
Un obispo español llegó a decir: “No es que en España
no haya cristianos, porque más del ochenta por ciento de los españoles reciben
el bautismo. Lo que sucede en España es
que hay muy pocos cristianos que vivan
consecuentemente con las exigencias de su bautismo”.
Otro sería el peso específico de los valores del
evangelio y de las enseñanza del Magisterio católico sobre la sociedad
española, si todos los bautizados
cristianos viviéramos con coherencia la fe que decimos creer y la moral que
debemos practicar.
La fiesta del Bautismo de Jesús es un aldabonazo a
nuestras conciencias de bautizados. No podemos ahogar el fuego sobrenatural de
la vida y el amor que se nos ha regalado en el bautismo cubriéndolo con las
cenizas muertas de un estilo de vida propio de paganos y de gentes esclavas del consumismo y de ídolos como el dinero, la
comodidad, el individualismo, la imagen, que sólo generan frustración y vacío.
Seamos fuego vivo, sal y fermento de una sociedad
alternativa, de un mundo con futuro. Somos hijos de Dios, amados y predilectos
de Dios. Venimos de Dios, vamos a Dios, somos herederos de la vida eterna,
Jesucristo es el camino la verdad y la vida.
Digámoslo a nuestros hijos, y a nuestros jóvenes; y
también, que se enteren los políticos y los que tienen en su manos el dinero, los medios de comunicación, la educación y
los secretos de la ciencia y de la técnica.
Hermanos, vivamos militantemente nuestra vocación.
Para eso, la eucaristía es el alimento que nutre y
alienta el fuego del amor divino que se nos encendió en el bautismo. Y sea
Jesús, bautizado en el Jordán, humilde y mezclado entre pecadores, el guía y la luz de nuestra presencia en el
mundo.