Textos:
-Eclo
24, 1-2. 8-12
-Ef
1, 3-6. 15-18
-Jn
1, 1-18
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de
bienes espirituales y celestiales”.
-Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
-Ya hemos
entrado en el nuevo año 2016. ¿Cuál es nuestro estado de ánimo?
-Hoy es domingo,
y la liturgia eucarística nos invita a comenzar el año dando gracias a Dios.
Pero no tanto porque se nos asegura un año más feliz que los pasados, sino
porque Jesucristo, el que ha bajado del
cielo a la tierra y ha nacido en Belén, es él, su persona, la Bendición de Dios
para el mundo y fuente constante de bendiciones para todo el que cree en él.
-¿Cómo rezáis? ¿Pedís
mucho? En vuestra oración, ¿predomina la acción de gracias? Un buen síntoma de
nuestro nivel de fe es si en todo y por todo encontramos motivos para dar
gracias a Dios.
-San Pablo, en
el comienzo de esta Carta a los Efesios nos da la clave para que nuestra vida
sea una permanente acción de gracias a Dios.
-La clave es
Jesucristo. Él es motivo principal que nos mueve a vivir en permanente acción
de gracias. Él es el don más precioso de Dios a los hombres, en él Dios mismo
se nos da como don.
-Y con
Jesucristo, queridos hermanos, nos han venido toda clase de bendiciones
espirituales y celestiales.
-En primer
lugar con Cristo se nos ha dado la fe, la fe en él, como Salvador del mundo. No
nos damos cuenta suficientemente, el gran don que es creer en Jesús. Él es “el Camino y la Verdad y la Vida”. Creer en Cristo es tener la experiencia de
que “quien le sigue no anda en tinieblas”.
-En segundo
lugar, con Jesucristo se nos da el pertenecer a la Iglesia, a la comunidad de
seguidores de Jesús. ¿Qué pensamos de la Iglesia, hermanos? ¿Cómo sentimos a la
Iglesia? Se empeñan en hacernos ver sólo
sus defectos y pecados. Pero, ¡cuánto bien recibimos de la Iglesia! Por Cristo,
en la Iglesia, hemos conocido que somos amados de Dios, y elegidos de Dios
desde toda la eternidad para ser sus hijos. Dios piensa en mí, y cuida de mí y
me tiene preparado un destino feliz: Participar eternamente de su amor y de su
vida.
-Con Jesucristo
se nos ha dado la bendición de poder amar a los hermanos. Él nos ha enseñado
que Dios es Padre nuestro, Padre de todos; todo prójimo es mi hermano. Toda
persona es imagen de Dios, merece respeto y merece incluso dar la vida por
ella.
-Con el
Verbo de Dios que se hizo hombre y acampó entre nosotros, queridos hermanos,
nos han venido toda clase de bendiciones.
-Aprendamos la
sabiduría que nos viene de la fe en Jesucristo, y ofrezcamos al mundo el
secreto para encontrar permanentemente
motivos para dar gracias a Dios en todo y por todo.
-Vosotras, hermanas benedictinas, vivís en comunidad, y más de seis
veces al día os reunís para cantar y bendecir al Señor. Y no os cansáis, todo
lo contrario, en ello encontráis una gran satisfacción.
La eucaristía es, para vosotras y para todos los
cristianos, el gran momento de
ejercitarnos en la sabiduría de la bendición y de la acción de gracias a Dios.
Es también la mejor escuela para entrenarnos a ofrecer a esta sociedad, en tantas manifestaciones
egoísta y triste, el secreto de la verdadera felicidad.