Textos:
Ex 3, 18ª. 13-15
1Co 10, 1-6. 10-12
Lc 13, 1-9
Ex 3, 18ª. 13-15
1Co 10, 1-6. 10-12
Lc 13, 1-9
“Señor,
déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré
estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Estamos en tiempo de cuaresma y Dios nos llama a conversión: A convertirnos a él y a los hermanos, a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos; a abandonar los criterios y los modos de comportamiento paganos que abundan en los negocios, en el trabajo y en las conversaciones de tanta gente, para vivir conforme a los mandamientos de la ley de Dios, y el ejemplo y la enseñanzas de Jesús en el evangelio.
Hoy, en las lecturas, en esta celebración, Dios nos llama a conversión de manera apremiante y echando mano de toda clase de argumentos para despertar nuestras conciencias y conseguir que le hagamos caso.
Es tanto el interés de Dios por nuestra conversión que no tiene reparo en adoptar en una de los párrafos del evangelio un tono amenazante: “Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos…? –Os digo que no; y si no os convertís, todos padeceréis lo mismo”.
Pero en la
segunda parte de este evangelio de hoy Jesús deja el tono
amenazante, que es muy raro en él, y adopta otro tono mucho más
amable y pedagógico que es el suyo habitual. Meditemos la parábola
que nos cuenta Jesús.
En el fondo,
la parábola es una llamada a leer nuestro presente, nuestra vida, el
momento actual que estamos viviendo y, si queréis también la
cuaresma, como una oportunidad única y sumamente importante:
convertirnos a Dios, seguir a Jesús y comprometernos de verdad a
poner en práctica el evangelio.
En una viña,
una higuera que no da fruto. El amo decide cortarla. El viñador
suplica para que no corte la higuera y la deje un año más, a ver si
da fruto.
La viña es
la humanidad entera, la higuera somos aquellos que quizás tenemos
muchas hojas, pero en realidad no damos frutos de buenas obras, de
amor y de justicia. El viñador es Jesucristo, que intercede ante su
Padre Dios, para que a nosotros que estamos malgastando el tiempo sin
dar frutos de buenas obras, nos conceda una nueva oportunidad. Y
efectivamente, Dios, Padre nuestro, compasivo y misericordioso,
accede, y nos da este tiempo nuestro, este presente que estamos
viviendo, para que nos convirtamos y demos frutos de amor, de
honradez, de poner a Dios por encima de todas las cosas y de amar al
prójimo como a nosotros mismos; y como Jesucristo nos ha amado.
Sin
duda, mejor que esta explicación mía, y más concisamente san
Pedro, en su segunda Carta, extrae la enseñanza que encierra esta
parábola de Jesús, dice: “El
Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene
paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que
todos accedan a la conversión”.
La cuaresma
va ya avanzada, no perdamos la oportunidad: que la celebración de
esta eucaristía perdone nuestros pecados. Convirtámonos al Señor.