Textos:
-Dt. 26, 4-10
-Rom. 10, 8-13
-Lc. 4, 1-13
“El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por
el diablo”.
Queridas hermanas benedictinas
y queridos hermanos todos:
La cuaresma, tiempo de gracia,
regalo de Dios para revisarnos y poner a punto nuestra vida cristiana. De
manera que al llegar a la Pascua podamos celebrar no sólo el triunfo de Cristo
sobre la muerte, sino la alegría de haber renovado nuestra fe y nuestra
adhesión a Cristo.
Creer en Jesucristo, es la
invitación que nos hace san Pablo en la segunda lectura: “Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de
entre los muertos, te salvarás”.
En medio de una sociedad
incrédula y que deserta de la fe, revisar la autenticidad de nuestra fe,
afianzarnos en la fe, crecer en la fe puede ser sin duda un objetivo muy
conveniente para estos días cuaresmales.
En la primera lectura encontramos
criterios y pistas para evaluar la
calidad de nuestra fe. Quizás no nos hemos advertido el credo tan original que
recitaba en aquel entonces, y aún ahora,
el pueblo de Israel.
Para profesar
su fe en Dios, lo que hace es contar las veces que Dios ha actuado eficazmente
en la historia del pueblo, para librarlo de la esclavitud y de los ídolos
falsos: “Mi pueblo era un arameo errante,
que bajó a Egipto… Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron… Entonces
clamamos al Señor…, y el Señor escuchó nuestra voz… y nos sacó de Egipto con
mano fuerte…, nos introdujo en esta tierra…”.
¿Veis esto? Tenemos fe, si
podemos decir de verdad que Dios ha actuado en nuestra vida, en este momento y
en el otro y en el otro… Si podemos
decir: “Invoqué al Señor y él me libró, y me dio fuerza para no desesperar, y
me dio luz para no ceder al chantaje, y paciencia para hablar con calma a mis
hijos, y generosidad para perdonar de
verdad…”. ¿Podemos decir con verdad cosas como estas?
La cuaresma, un tiempo de
gracia para examinar la fe y acrecentarla.
Afianzamos nuestra fe, en la
medida que seguimos a Jesucristo.
Jesucristo hizo su cuaresma.
En realidad, los cuarenta días de Jesús en el desierto son una metáfora que representa todo lo que fue
la vida de Jesús: Dejarse llevar del Espíritu Santo, y ante las dificultades,
las tentaciones que el demonio y los
hombres de su tiempo le iban poniendo, preguntarse cuál era la voluntad de su
Padre, Dios, y cumplirla por encima de todo:
Ante la tentación de la abundancia y del
dinero, la voluntad del Padre Dios, ante la tentación del poder político sobre reinos y personas, la voluntad del
Padre Dios, ante la tentación de la vanidad
y de manipular a Dios con prodigios caprichos, la voluntad de Dios… Y si
mi Padre Dios me pide despojarme de mi categoría de Dios y morir en una cruz,
yo obedezco, y por amor a los hombres, mis hermanos, doy la vida.
Este es el misterio de las
tentaciones de Jesús en el desierto.
Creer es contar con Jesucristo en todas las
decisiones de la vida y en tal medida que la fuerza de su Espíritu actúa en mí
y me hace capaz de amar siempre y en
todo a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo.
La cuaresma es escuela de la vida y escuela de
la fe. Bien claro vemos la necesidad que tenemos de hacer un buen plan para
este tiempo de gracia para que al llegar
a la Pascua podamos decir: He crecido en la fe, Jesucristo realmente libera mi
vida y me salva.