Textos:
-Gn 15, 5-12.17-18
-Flp 3, 17-4,1
-Lc 9, 28b-36
“Este es mi
Hijo, el Elegido, escuchadlo”.
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
-La trasfiguración, es un relato que se encuentra en los tres
Sinópticos. Sin duda porque lo han considerado muy importante por el
significado que tiene.
El acontecimiento de la transfiguración viene a ser una
profecía, y adelanta, la próxima resurrección,
el triunfo de Jesús sobre la
muerte y sobre el poder del mal y del pecado que lo va a llevar a la muerte.
Y
para que quede constancia de la verdad de esta profecía aparece dentro del
suceso los testigos del Antiguo Testamento más dignos de crédito que se puede
pensar, Moisés y Elías. Y aparece, sobre todo, lo más portentoso y digno de ser
tenido en cuenta: Dios mismo deja oír su voz
y compromete su veracidad divina declarando quién es este Jesús, de cuya
muerte se habla y cuya resurrección se anuncia: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo”.
Dos
cosas nos manifiestan las palabras de Dios Padre: una, quién es Jesús, y otra
qué deben hacer los discípulos en el momento presente que están viviendo, un
momento de turbación, de incertidumbre y miedo. La voz de Dios Padre dice
primero: Jesús es mi Hijo, el Hijo de Dios, el elegido para cumplir las
promesas anunciadas en el Antiguo Testamento; en segundo lugar, dice: “¡Escuchadle!”. Ahora, mientras vais de
camino a Jerusalén, ¡escuchadle! En este estado de ánimo de incertidumbre y
miedo, ¡escuchadle!
Queridos
hermanos todos: También ahora, nosotros, en el momento presente, vivimos
momentos de incertidumbre, de confusión, y también de miedo, por lo que pueda
pasar. Y no me refiero tanto a la situación política y social que estamos
viviendo y que suspiramos porque se
aclare cuanto antes. Me refiero a la situación espiritual, moral y religiosa,
que también nos preocupa a muchos y nos
provoca miedos y dudas: Los terribles crímenes y actos de barbarie, que se
están perpetrando en países de próximo Oriente y en otros países. Y también, en
otro ámbito, la increencia que se está extendiendo como una plaga y lleva a la
desertar de la fe y de la práctica religiosa tantos bautizados cristianos, y a
tantos neopaganos, que se instalan cómodamente y sin
remordimientos en un vivir sin Dios, o como si Dios no existiera.
Estas
situaciones nos provocan perplejidad y dudas: -“Y Dios, ¿por qué se calla?”
“¿Por qué no se hace notar de manera contundente?
Queridos
hermanos: Dios habla siempre, Dios sigue hablando. Dios se ha metido en el
barro de nuestra historia. Lo hemos visto en la primera lectura: “He visto la opresión de mi pueblo en
Egipto, conozco sus angustias y voy a bajar a liberarlo”. Y bajó, y el
Verbo se hizo carne, y se transfiguró para asegurarnos que su triunfo final es
seguro. Dios habla siempre, nos habla esta mañana y nos dice: “Es mi hijo, el
que he elegido para salvar al mundo, ¡escuchadle!
Escuchadle
es, en primer lugar, escuchar su Palabra, tal como hacemos ahora, en la
eucaristía, en momentos de oración la Biblia en la mano, o en silencio y
soledad dando lugar a que lo oigamos en nuestro propio corazón. Escucharle es,
siempre, poner en práctica la palabra escuchada. Jesucristo nos ha revelado a un
Dios que siente la angustia de tantos seres humano, y que no se queda en puros
sentimientos, sino que entra en el barro de la historia para liberar a los
pobres y necesitados.
Es
lo que tenemos que hacer como seguidores de Jesús. Entonces cesará la incertidumbre,
nacerá la esperanza y veremos a Jesús transfigurado y resucitado.