Introducción
al Evangelio
Texto:
Lc 22, 14-23, 56
Queridos
hermanos:
Domingo de
Ramos, comienzo de la Semana Santa, preludio de la celebración de la
Pascua del Señor. Hemos comenzado con la procesión exultante y
jubilosa por los claustros del monasterio.
Ahora nos hemos revestido de tonos rojos y de sentimientos de dolor para
escuchar el relato de la Pasión y muerte de nuestro Señor
Jesucristo, según san Lucas.
Permitidme
unas consideraciones de introducción que suplan la homilía, y nos
dispongan a escuchar con atención alguno de los momentos que vivió y
sufrió Jesús, Señor y Salvador nuestro, Rostro verdadero del Dios
de la Misericordia.
La infinita misericordia
de Jesús queda patente en gestos como la mirada de perdón a Pedro
que lo ha negado: “El Señor, volviéndose,
le echó una mirada a Pedro, y
Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho”.
Pendiente de la cruz y moribundo demuestra su corazón misericordioso
en las palabras que dirige al buen ladrón:
“En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Además,
la oración: En los momentos y decisiones importantes de su vida Jesús
ora y habla con su Padre, ahora, en este momento cumbre, también:
De la oración saca fuerzas Jesús para afrontar este momento
decisivo y supremo en su vida: “Padre, si es
posible, aparta de mí este cáliz… pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya”; y momentos antes
de morir: “Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu”. Él, que ora, pide a los suyos,
a nosotros, que oremos: “¿Por qué dormís?
Levantaos y orad para no caer en la tentación”.
Y un contrapunto que nos
conviene atender: Los discípulos que abandonan a Jesús y lo dejan
sólo en este momento decisivo nos están enseñando que no podemos
fiarnos en nuestras propias fuerzas.
La oración es la única
arma que puede liberarnos de los miedos. La contemplación silenciosa
de la cruz, es el único modo de comprender su sentido, y el sentido
de la vida cristiana.
¿Dónde
está Pedro y los demás discípulos? ¿Dónde estamos nosotros?
Acerquémonos esta mañana y escuchemos a Jesús que habla con
dificultad y dice: “Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Escuchemos: