Textos:
-Hch 15,
1-2. 22-29
-Ap 21,
10-14. 22-23
-Jn 14,
23-29
“Me voy
y vuelvo a vuestro lado”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Las palabras
que Jesús pronuncia en el evangelio que acabamos de escuchar se
entienden mejor, si tenemos en cuenta la preocupación, la
incertidumbre y la tristeza que sentían los discípulos de Jesús
al pensar qué iba a ser de ellos, cuando Jesús faltara; una vez que
Jesús resucitado suba al cielo.
Estos
sentimientos no son ajenos tampoco a nosotros, cristianos de hoy en
día, en el mundo en que vivimos. De una u otra manera, a veces
llegamos a suplicar al Señor “¿Por qué nos dejas solos? ¿Por
qué no te dejas ver más claramente en medio de esta sociedad?.
Jesús, hoy como entonces, nos dice: “Me
voy y vuelvo a vuestro lado”; “No os dejaré huérfanos”.
“Voy a estar con vosotros y en medio de vosotros, pero de otra
manera”.
Y es verdad:
Jesús resucitado está presente en medio de nosotros de varios
modos:
El más
fuerte es su presencia en la eucaristía: El sacerdote invoca al
Espíritu Santo y el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la
Sangre del Cristo, presencia real de Cristo resucitado sobre el
altar, y luego en el sagrario.
Jesucristo se
hace presente también, cuando reunidos en la fe proclamamos la
palabra de la Escritura. Por eso, decimos con toda verdad: “Palabra
de Dios”. Jesucristo resucitado se hace presente en nuestra
asamblea: “Donde dos o más os reunís en mi nombre allí esto yo
en medio de vosotros”. Ahora y aquí Cristo está en medio de
nosotros.
Jesucristo
resucitado se hace presente a nosotros en cada hermano,
especialmente, en el hermano necesitado: “Lo que hagáis a uno de
estos mis más pequeños a mí me lo hacéis”.
Jesucristo
resucitado se hace presente también dentro de nosotros, dentro de
cada uno de nosotros mismos; lo hemos escuchado hace unos minutos:
”El que me ama,
guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y
haremos morada en él”.
Sí, de
diferentes maneras, con diferente intensidad, pero de verdad, Jesús
está con nosotros. Después que resucitó y subió a los cielos y
hasta que vuelva visible y glorioso al final de los tiempos, Jesús
no nos deja huérfanos ni desamparados; está con nosotros.
Por
eso es tan importante saber percibirlo y sentir su presencia entre
nosotros y con nosotros, en medio de este mundo pagano y
secularizado.
Para
eso Jesús nos ha dejado su Espíritu, el Espíritu Santo:
“El Paráclito, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi
nombre, os lo enseñará todo”.
El Espíritu Santo que se nos dio en el bautismo crea en nosotros un
“sexto sentido” para detectar la presencia de Jesús con
nosotros y percibir su fuerza y su ayuda.
Todavía
descubrimos en el evangelio de hoy otros dos modos de descubrir la
presencia de Jesucristo resucitado en nuestras vidas: Uno es el amor,
el otro es cumplir los mandamientos. Son medios y disposiciones y, al
mismo tiempo, son efectos de la presencia de Cristo vivo entre
nosotros: “El que
me ama, hemos
escuchado, guardará
mi palabra”.