domingo, 19 de junio de 2016

DOMINGO XII, T. O. (C)

Textos:

       Zac 12, 10-11; 13,1
       Gál 3, 26-29
       Luc 9, 18-24

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Son muchos los que están dispuestos a seguir al Cristo de los Milagros, pero no son tantos los dispuestos a seguir al Cristo crucificado.

Estamos en período de elecciones políticas. Los líderes de los diferentes partidos anuncian y prometen en sus programas propuestas que van a suponer más bienestar, más felicidad, mejoras que van a suprimir las molestias de las listas de espera, la satisfacción de un trabajo seguro, la posibilidad de pagar los préstamos y disponer de dinero suficiente para disfrutar de vacaciones. Prometen estas propuestas de felicidad, pero a ninguno se le ocurre hablar de los sacrificios que vamos a tener que hacer para conseguirlas.

Jesucristo hace todo lo contrario. Diríamos que es un mal comercial o un mal vendedor para los negocios. Pero el más verdadero y fiable portador de la felicidad humana y de la vida eterna.

En su día Jesús hizo una pregunta muy importante y muy comprometida a sus más íntimos amigos y fieles seguidores: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

Jesús les hace la pregunta para que ellos respondan desde la experiencia, no desde la opinión de los demás, ni desde las teorías de los entendidos en la Biblia u otras ciencias.
Pedro responde sin duda inspirado por Dios: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es tanto como decir, “El enviado de Dios para salvar al mundo”. Pedro tiene todavía mucho que descubrir sobre el misterio y la persona de Jesús. Pero es suficiente para seguir con él.

Jesús a continuación dice a Pedro y a todos sus discípulos, dos mensajes sinceros y que dan mucho que pensar. Uno referido a él mismo: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho…, ser ejecutado y resucitar”. Y el otro referido a los discípulos: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.
Hoy, esta mañana, en esta eucaristía, Jesús a todos nosotros que ya conocemos la catequesis tan tremenda que ha dado, nos hace la misma pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

Para responderla, no vayamos a teoría y a fórmulas sabidas. Miremos la vida que llevamos: ¿Qué significa Jesucristo para mí, cuando me veo en el trance de elegir colegio para mis hijos; cuando me veo en la situación de buscar una iglesia, porque es domingo, en medio de una ciudad extranjera a la que he ido a trabajar o a hacer turismo; cuando me proponen aceptar una factura sin IVA o cuando tengo que hacer la declaración de la renta marcando o no la equis en la casilla de ayuda a la iglesia y a los fines sociales.

Esas situaciones me revelan mejor que cualquier teoría lo que yo pienso de Jesús, y lo que Jesús significa en mi propia vida.

Hoy, en víspera de elecciones, sin que sea obstáculo para participar en ellas, Jesús nos pone en el trance de hacer la más importe de todas las elecciones de nuestra vida: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho…, ser ejecutado y resucitar”. “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.

No tengamos miedo: el que nos pide tanto, nos da su gracia, se nos da él mismo, en la eucaristía.