Textos:
Zac 12, 10-11; 13,1
Gál 3, 26-29
Luc 9, 18-24
“Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Son muchos
los que están dispuestos a seguir al Cristo de los Milagros, pero no
son tantos los dispuestos a seguir al Cristo crucificado.
Estamos en
período de elecciones políticas. Los líderes de los diferentes
partidos anuncian y prometen en sus programas propuestas que van a
suponer más bienestar, más felicidad, mejoras que van a suprimir
las molestias de las listas de espera, la satisfacción de un trabajo
seguro, la posibilidad de pagar los préstamos y disponer de dinero
suficiente para disfrutar de vacaciones. Prometen estas propuestas de
felicidad, pero a ninguno se le ocurre hablar de los sacrificios que
vamos a tener que hacer para conseguirlas.
Jesucristo
hace todo lo contrario. Diríamos que es un mal comercial o un mal
vendedor para los negocios. Pero el más verdadero y fiable portador
de la felicidad humana y de la vida eterna.
En su
día Jesús hizo una pregunta muy importante y muy comprometida a sus
más íntimos amigos y fieles seguidores: “Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Jesús les
hace la pregunta para que ellos respondan desde la experiencia, no
desde la opinión de los demás, ni desde las teorías de los
entendidos en la Biblia u otras ciencias.
Pedro
responde sin duda inspirado por Dios: “Tú
eres el Mesías de Dios”.
Que es tanto como decir, “El enviado de Dios para salvar al mundo”.
Pedro tiene todavía mucho que descubrir sobre el misterio y la
persona de Jesús. Pero es suficiente para seguir con él.
Jesús
a continuación dice a Pedro y a todos sus discípulos, dos mensajes
sinceros y que dan mucho que pensar. Uno referido a él mismo:
“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho…, ser ejecutado y
resucitar”. Y el
otro referido a los discípulos: “El
que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz
cada día y se venga conmigo”.
Hoy,
esta mañana, en esta eucaristía, Jesús a todos nosotros que ya
conocemos la catequesis tan tremenda que ha dado, nos hace la misma
pregunta: “Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Para
responderla, no vayamos a teoría y a fórmulas sabidas. Miremos la
vida que llevamos: ¿Qué significa Jesucristo para mí, cuando me
veo en el trance de elegir colegio para mis hijos; cuando me veo en
la situación de buscar una iglesia, porque es domingo, en medio de
una ciudad extranjera a la que he ido a trabajar o a hacer turismo;
cuando me proponen aceptar una factura sin IVA o cuando tengo que
hacer la declaración de la renta marcando o no la equis en la
casilla de ayuda a la iglesia y a los fines sociales.
Esas
situaciones me revelan mejor que cualquier teoría lo que yo pienso
de Jesús, y lo que Jesús significa en mi propia vida.
Hoy, en
víspera de elecciones, sin que sea obstáculo para participar en
ellas, Jesús nos pone en el trance de hacer la más importe de todas
las elecciones de nuestra vida: “El
Hijo del Hombre tiene que padecer mucho…, ser ejecutado y
resucitar”. “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo,
cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.
No tengamos
miedo: el que nos pide tanto, nos da su gracia, se nos da él mismo,
en la eucaristía.