Textos:
Gn 18,
20-30
Col 2,
12-14
Lc 11,
1-13
“Señor,
enséñanos a orar… -Cuando oréis decid: Padre…”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Estamos en la
iglesia de un monasterio, en una casa do oración y con una comunidad
de hermanas que han recibido la gracia de una vocación orante. Les
llena la vida buscar a Dios, desear a Dios, hacer oración. Hay
personas, no sé si son muchas, que no hacen oración, no se les
ocurre; les parece una cosa pueril, les daría vergüenza pedir algo
a Dios, como les da vergüenza pedir limosna a otra persona. Pero hay
personas también que hacen oración y oración frecuente, y sin
embargo, les asalta la duda y dicen que no saben orar, o que no saben
si oran bien.
Otras
personas dicen que pedir a Dios es egoísmo, que lo honesto es
confiar en Dios y dejar que él actúe sobre nuestra vida…
Lo que
os deseo a todos, y a mí mismo, es que sintamos el mismo deseo que
siente este discípulo de Jesús que le dice: “Señor,
enséñanos a orar…”
Jesús,
rezaba mucho y muy frecuentemente, era un alma orante; Jesús además
enseñó a orar e hizo en muchas ocasiones observaciones sobre cómo
hay que rezar. El evangelio de hoy es una excelente catequesis de
Jesús a sus seguidores.
La
primera palabra de su catequesis es lo más importante: “Cuando
oréis decid: Padre…”.
Dios es Padre, padre nuestro, padre de todos; padre y madre, padre de
misericordia. Si Dios es Padre nuestro, nosotros somos hijos de Dios.
Sentir que Dios es Padre, sentirme de verdad hijo suyo es la primera
y más importante condición para poder orar, para querer hacer
oración, y para saber orar. Dios es de verdad, de verdad, Padre mío
y Padre de todos. “Qué
padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una
piedra?”.
Jesús
sigue la catequesis y nos enseña el “Padrenuestro”. Es la
oración mejor de todas. San Agustín dice que en el padre nuestro
esta contenido todo lo que los cristianos podemos pedir y todo lo que
necesitamos. Quien de verdad se siente hijo de Dios no encuentra
mejores palabras para hablar con su Padre, Dios, que el
padrenuestro. El padrenuestro bien rezado, dicho despacio, con
sentido, poniendo corazón de hijo, con fe y confianza. Y si lo
recitamos en Iglesia, en comunidad, sintiéndonos hermanos y pensando
en los hermanos…, no cabe mejor oración.
“Pedid
y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.
Jesús
continúa esta mañana su catequesis y nos aconseja muy vivamente que
hagamos oración de petición. Algunos dice que eso es egoísmo, que
Dios ya sabe lo que necesitamos, que Dios no es un orgulloso que se
quiere hacer de rogar.
Se
puede pensar lo que se quiera, pero frente a todos esos prejuicios
esta la frase contundente de Jesús: “Pedid
y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.
Y no le basta con recomendar tan encarecidamente, e insiste:
“Porque quien pide
recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre”.
Jesucristo
nos dice que sí, que pidamos a Dios; no con la intención de
manipularlo y traerlo a nuestro intereses materialista y egoístas;
sino en la confianza de que somos criaturas de Dios e hijos de Dios,
y que solos no podemos saber ni hacer lo que de verdad nos conviene.
En la
eucaristía practicamos toda clase de oración: la acción de
gracias, la alabanza, el perdón, la intercesión…, y, por
supuestos, la oración de petición y el padrenuestro.
Como lo vamos
a hacer ahora.