Textos:
-Is 66,
18-21
-Heb 12,
5-7. 11-13
-Lc 13,
22-30
“Señor,
¿serán pocos los que se salven? “Entrad por la puerta estrecha”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Sin duda
alguna esta pregunta nos la hemos planteado todos alguna vez: “¿Serán
pocos los que se salven? ¿Me salvaré yo?”. Jesús no responde
directamente a la pregunta. Parece decir: “Eso depende de mi Padre
Dios.
Pero la
pregunta que vosotros debéis plantearos es otra: ¿Qué puedo hacer
yo para acoger la salvación que Dios me ofrece?”
Nos
viene a la memoria la pregunta del joven rico: ¿Maestro,
qué debo hacer para heredar la vida eterna?
A esta
otra pregunta Jesús responde claramente:
“Entrad por la puerta estrecha”. Para
comprender el significado de estas palabras, es preciso situarnos en
el ambiente y en las circunstancias en que se movía Jesús, cuando
las pronunció.
Jesús en ese
momento se encuentra en abierta polémica con los sacerdotes del
templo y con los fariseos. Sabe que están urdiendo la trama para
matarlo. Pero él no se amilana, todo lo contrario, se crece y habla
con toda claridad. Viene a decirles: “Ni porque sois judíos de
raza, ni porque profesáis la religión de Moisés, tenéis la
salvación asegurada”. Se salva quien cumple la voluntad de mi
Padre. Y esta es la voluntad de mi Padre, que creáis en el que él
ha enviado. Es decir que creáis en mí y en mis palabras”.
Si queremos
actualizar el sentido de este mensaje a nuestro tiempo y a nuestra
situación concreta, podríamos parafrasear: “Ni porque os hayáis
bautizado ni porque vengáis a misa tenéis asegurada la salvación.
Lo que importa es que cumpláis siempre y en todo la voluntad de mi
Padre, Dios. Y la voluntad de Dios es que creáis en mí y pongáis
en práctica mi evangelio”.
Ya
sabemos todos lo que supone seguir a Jesús y practicar lo que él
nos ha enseñado: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a nosotros mismos y como Jesús mismo nos ama; perdonar a los
que nos insultan y nos odian, socorrer al pobre y al enfermo, como el
Buen Samaritano, servir a Dios, y no al dinero; orar a Dios
insistentemente, anunciar el evangelio y bautizar…
Con otras
palabras, y dirigiéndose a sus seguidores más cercanos, dijo algo
que nos concierne a todos y que va en la misma línea del evangelio
de hoy: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga”. Y si esto nos asusta un poco,
conviene que recordemos también otras que nos reconfortan: “El
Reino de Dios se parece a una perla preciosa o a un tesoro escondido
en un campo, que por obtenerlos merece venderse todo…”
Porque
hay un matiz, en el evangelio de hoy que debemos tomarlo muy en
cuenta: Al decirnos “Entrad
por la puerta estrecha”
nos está diciendo: “Estáis ante una oportunidad única, esforzaos
y no perdáis la ocasión. Si queréis salvaros, si queréis
disfrutar del tesoro o de la perla, cumplid la voluntad de Dios,
creed en mí y poned en práctica mi evangelio”.
En este
sentido de urgencia y de esfuerzo para no perder la ocasión hemos de
entender algunas de las frases que hemos escuchado: “Os
digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la
casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera… y él os
responderá: No sé quiénes sois. No os conozco”.
Que
viene a decir: No os conforméis con recibir el bautismo: recordad y
vivid que en el bautismo habéis recibido mi Espíritu, y sacad todas
las consecuencias que esa realidad encierra; no os conforméis con
haber estado en misa: dejaos transformar por la Palabra que escucháis
y la comunión que recibís, y dad ejemplo de coherencia con aquello
a lo que la eucaristía os compromete.”