Textos:
-Mal 3,
19-20ª
-Tes 3,
7-12
-Lc 21,
5-19
“Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Quizás
nos hemos sentido un poco turbados con buena parte de lo que se ha
anunciado en el evangelio de hoy que va a suceder. Quizás
también hemos pensado, que todo esto ya está sucediendo.
En
realidad, el evangelio de hoy nos ayuda a leer el sentido de la
historia, de nuestra historia personal, de la historia de la Iglesia,
incluso de la historia de la humanidad. Es lo que debemos hacer
continuamente, preguntar a Dios: ¿Qué sentido tiene la vida, la mía
personal, la de todos? ¿Qué futuro nos espera? ¿Adónde vamos?
En
el evangelio de hoy encontramos varias respuestas sobre estas
cuestiones trascendentales para todos.
En
primer lugar, en el trasfondo de todo el texto, se supone una
afirmación importante, que escucharemos explícitamente el domingo
que viene: Jesucristo, el Hijo del Hombre, volverá, al final de los
tiempos. No sabemos cuándo ni dónde, pero esto no es la cuestión
importante, porque, cuando llegue, todos lo reconoceremos sin dudar
como Juez y Señor: nos juzgará en el amor y en la verdad de
nuestras obras, y todo quedará transformado en un cielo nuevo y una
tierra nueva.
El
evangelio de hoy nos orienta, además, sobre la situación actual que
estamos viviendo: catástrofes, terremotos, guerras, refugiados,
emigrantes, persecuciones religiosas, hambre, enfermedades,
injusticias consentidas que claman al cielo…
Jesús
sale al paso y nos dice: “No
sintáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero…”
Y nos hace la primera recomendación:
“Cuidado, que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi
nombre". Jesús
se refiere aquí a los falsos profetas, que anuncian que el fin del
mundo está ya a la puerta y en poco tiempo, y que, por otra parte,
inducen a la gente a buscar la felicidad en ídolos falsos, al margen
de Dios.
Un
escritor cristiano ha hablado del consumismo como de una religión,
sustitutoria y falsa, pero cautivadora: “Va imponiéndose, dice, el
consumismo como una religión; es la gran religión de nuestro
tiempo. Posee sus grandes catedrales (las grandes superficies), con
sus dioses particulares y devociones (las modelos, los artistas; ir a
la moda, las marcas), tiene sus días y momentos de culto (el fin de
semana, ir de compras). Toda una liturgia montada sobre el dinero y
la necesidad de dinero, con el incienso que surge de la riqueza”.
El
consumismo, para muchos, es la falsa religión adormidera de la fe
cristiana. Jesucristo nos advierte:
“Cuidado, que nadie os engañe”.Y nos
propone dos consignas:
Primera:
“Confiad en Dios. “Porque hasta los
cabellos de vuestras cabezas están contados”.
Dios, Padre de misericordia, cuida de vosotros. Él os guarda, o
defiende; confiad en él, hasta el punto de no preocuparos de vuestra
defensa, en la persecución. Él os ha dado el Espíritu Santo, el
Defensor divino, su Espíritu. Confiad en Él”.
Segunda consigna: “Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas”. Firmes
en la fe; ni miedo, ni dudas. “Yo volveré. Vencedor de la muerte y
el pecado volveré, como Juez y Señor de la historia. Y, entre
tanto, me tenéis presente en la eucaristía y de otros muchos modos.
Porque: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo”.