Textos:
-Is 9,
1-4
-Sal
26,1.4.13-14
-1 Co 1,
10-13. 17
-Mt 4,
12-23
“El
pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”
Hermanas
benedictinas, hermanos todos:
Nos
encontramos dentro del Octavario de la Unión de los cristianos. No
sé si en nuestra sensibilidad cristina le damos a esta cuestión de
la unión de los cristianos la importancia que tiene. El concilio
Vaticano II, los papas todos, le dan muchísima. Nosotros, en los
últimos años estamos viviendo en nuestras calles un pluralismo de
ideas y de religiones que nos hacen pensar la importancia de que los
cristianos demos testimonio de unidad para que nuestro testimonio sea
más fuerte y atrayente.
Solo una
idea: en tanto vamos caminando hacia la unidad, es muy importante que
cambiemos de mentalidad, sobre todo, que abramos y ensanchemos el
corazón. Tan importante como los logros que se están alcanzando en
el orden doctrinal, es la apertura de los corazones. Los cristianos
que no pertenecen a la Iglesia católica, no son ni enemigos, ni
rivales, ni obstáculos para la unidad y para la verdad. Son
hermanos nuestros separados que intentan seguir a Cristo por otros
caminos.
Pero la
clave para ir logrando la unidad es Cristo. Viene muy bien la frase
de Isaías que nos cita san Mateo en el evangelio de hoy:
-“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”. Esta
luz es Cristo.
La palabra de
Dios hoy, esta mañana, nos invita a todos a un acto de fe. Reafirmar
nuestra fe en Cristo. “Jesucristo es la luz del mundo, que ilumina
a todo hombre.”
Esta
metáfora de Cristo como luz es muy ilustrativa. Jesucristo no
suplanta ni hace superfluos los esfuerzos humanos por un mundo
mejor. No suplanta a los médicos a la hora de curar, ni suplanta a
los científicos en sus investigaciones, ni a los políticos en el
esfuerzo por gobernar. Pero Jesucristo es luz que puede iluminar con
luz nueva y necesaria el ejercicio de estos esfuerzos humanos para
que realmente puedan ser humanos y humanizadores. ¡Cuánto mejor
viviríamos en la sociedad actual, si todos nos dejáramos iluminar y
envolver en la luz que Cristo proyecta sobre todos los trabajos,
asuntos y decisiones que debemos tomar los hombres y las mujeres cada
día!
Pero
Jesucristo es luz que brilla, sobre todo, a la hora de encauzar la
andadura de todos los cristianos por el camino de la unidad.
Desde
este punto de vista hoy recibimos otra llamada en la liturgia, es la
llamada a seguir a Jesucristo más decidida y enteramente. Esta
mañana Jesús a nosotros nos dice también: “Venid
conmigo y os haré pescadores de hombres”. “Convertíos, porque
está cerca el Reino de los cielos”. ¡Ojalá,
al escuchar ahora esta llamada, nosotros podamos sentir la fuerza
poderosa, el impacto impresionante que sintieron los apóstoles,
cuando se sintieron llamados!. Para que más decididamente nos
entreguemos a él, al trabajo por el Reino y a la causa de la unidad
entre los cristianos.
Finalmente:
Hoy celebramos también la “Jornada de la “Infancia misionera”.
¡Qué gran fuerza educativa tiene los objetivos de esta institución
católica! ¡Cuánto bien podemos hacer a nuestros hijos, a nuestros
nietos, educándolos en el conocimiento de la labor misionera de la
Iglesia. Que sepan la grandeza, nobleza y belleza de las gestas de
amor, de misericordia, de anuncio del evangelio que están realizando
tanto misioneros y misioneras que trabajan en mil rincones de nuestro
mundo!.
Bendigamos al
Señor y demos gracias por esta palabra tan esperanzadora, pero a la
vez, tan comprometedora que hemos escuchado en esta eucaristía.