-Textos:
-Is 42,
1-4. 6-7
-Sal 28
-Hch 10,
34-38
-Mt 3,
13-17
“Este
es mi Hijo, el amado, mi predilecto”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Como
broche de oro de las fiestas de Navidad, hoy celebramos la fiesta del
Bautismo de Jesús. Fiesta para descubrir nuevas facetas sobre la
persona y la misión de Jesús, y fiesta para redescubrir el
significado de nuestro propio bautismo y la relevancia que tiene para
nuestra vida.
Tenemos
que percibir hoy una llamada fuerte a la fe. Hoy los textos
litúrgicos nos apremian para reafirmar nuestra fe ante el retrato
que ofrecen de la persona y el misterio de Jesús.
La
primera y segunda lectura son dos espléndidas fotografías de la
persona y la misión de Jesús. Pero es en el evangelio donde
descubrimos los rasgos más dignos de consideración, por su nitidez
y claridad y por la fuerza de su contraste:
Jesús,
es muy consciente de lo que va a hacer: “Conviene
que cumplamos así
todo lo que Dios quiere”; y
acude humilde, como un pecador, a recibir el bautismo de conversión
que predica Juan.
Y
mirad: en ese momento de máximo abajamiento Jesús recibe la mayor
exaltación que cabe recibir; recibida, además, de quien tiene la
mayor autoridad para hacerla: Es la voz del cielo, la voz de Dios,
que dice solemnemente: “Este
es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
Os
he dicho al principio, hoy es un día para hacer un acto de fe
renovado y firme: “Sí, creo en ti, Jesús; tu eres el Hijo de
Dios, el amado el predilecto de tu Padre Dios. Tú, Señor nuestro
Jesucristo, tienes el Espíritu Santo de Dios. Tú eres el Camino y
la Verdad y la Vida; quien te sigue no anda en tinieblas”. “Tú
curas a los ciegos, sacas a los cautivos de la prisión; tú has
pasado por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
diablo”. “¿A dónde quién vamos a ir? Tú solo tienes palabras
de vida eterna”. “Creo en ti y me comprometo contigo”
¡Qué
gracia y que dignidad ser cristianos!: Hijos y amados de Dios, amigos
y seguidores de Jesús, mi prójimo es mi hermano, mi tarea es amar a
todos, perdonar al enemigo, y esperar la vida eterna en Dios.
¡Qué
horizontes tan humanos y tan divinos los que nos abre la fe en Jesús!
Un día recibimos el bautismo por nuestros padres, hoy es un día
para asumirlo con firmeza y convicción por nosotros mismos; desde
nuestra libertad y comprometidos a ponerlos en práctica con
coherencia.
“Vosotros
que tenéis la luz, ¿qué habéis hecho de la luz?, reprocha
desgarradamente un canto-autor a los cristianos católicos. Se ha
dicho muchas veces que la debilidad de la Iglesia católica reside,
no tanto en que sean pocos los bautizados cristianos, -que todavía
somos muchos-, sino en que son pocos los bautizados cristianos que
viven como bautizados.
En
una sociedad actual como la nuestra, en la que cada vez con más
frecuencia nos encontramos con personas que proclaman y practican
otros credos diferentes, y se muestran activos y militantes sin
complejos de sus creencias, la fiesta del Bautismo de Jesús en el
Jordán nos urge a afirmar nuestra fe y a renovar nuestro bautismo.
Hoy también Dios Padre nos dice a cada uno, como a hijos adoptivos
suyos: “Tu eres mi
hijo, mi amado, mi predilecto”.
Hoy,
como siempre, pero con más lucidez que nunca, confesamos nuestra fe:
“Creo en Dios Padre...
“