-Textos:
-Is 49,
14-15
-Sal 61,
2-3.6-9
-1 Co 4,
1-5
-Mt 6,
24-34
“Sobre
todo buscad el Reino de Dios y sus justicia; lo demás se os dará
por añadidura”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En
este domingo inmediatamente anterior al comienzo de la Santa Cuaresma escuchamos otro conjunto de enseñanzas de Jesús recogidas por San
Mateo en el Sermón de la Montaña.
El
Sermón de la Montaña se explicaba a los recientemente bautizados,
que vivían con entusiasmo la fe en Jesús muerto y resucitado, que
daba la vida eterna y el perdón de los pecados. Nosotros también
somos bautizados.
Ellos
sabían muy bien que no hay bautismo sin rechazo de toda idolatría;
ellos sabían muy bien que “no
se puede servir a Dios y al dinero”.
Porque el dinero, que en sí es un instrumento que facilita la vida y
el intercambio de bienes, es muy peligroso; tiene una gran fuerza
seductora para convertirse en tirano absoluto y despótico; en ídolo
que embota las conciencias, exige toda suerte de sacrificios y no
repara en cometer toda clase de injusticias y atropellos.
Pero
Jesús no pone tanto el acento en el dinero, como en el amor al dinero.
La idolatría, hermanos, se da en el corazón. Y Dios nos pide el
corazón: “Amarás
al Señor con todo tu corazón… Y al prójimo como a ti mismo”.
Cuando
el dinero se convierte en ídolo, el corazón se hace esclavo de los
bienes materiales. Cuando dejamos de poner a Dios sobre todas las
cosas, el corazón no resiste la tentación de poner la felicidad en
las cosas: comprar, consumir, gastar, probar la moda y la última
novedad. Y en muchos casos, ocurre algo peor: dejamos de amar al
prójimo como a nosotros mismos; nunca se nos hace la hora de
renunciar a una cosa, para poder ayudar al necesitado.
El
papa Francisco ha dicho con contundencia:
«Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de
los otros y ya no lloramos ante el drama de los demás».
Para
liberar el corazón humano de la tentación de idolatrar el dinero y
los bienes materiales, Jesucristo propone la entrada en el Reino de
Dios: “Sobre todo buscad
el Reino de Dios y sus justicia; lo demás se os dará por
añadidura”.
Jesucristo
no dice que descuidemos el trabajo y el cuidado de la comida y el
vestido; dice que no nos preocupemos con ansiedad de esas cosas.
Jesucristo tiene mucho sentido común y hace recomendaciones que
convencen: “¿No
vale más la vida que el vestido?” “¿Quién de vosotros a fuerza
de agobiarse podrá añadir una hora al tiempo de su vida?”.
Pero
Jesucristo va al fondo de la cuestión: Si marginas a Dios, y pones
tu confianza total en el dinero y las cosas, serás esclavo del
dinero y de las cosas. Y vivirás ansioso y agobiado. Pero, si pones
a Dios por encima de las cosas y del dinero, serás libre, serás
señor de ti mismo, y tendrás fuerza para controlar el afán de
dinero, sabrás conformarte con lo necesario. Y vivirás en paz
contigo mismo y con los demás. “Sobre
todo buscad el Reino de Dios…”.
“Buscad
el Reino de Dios”:
Buscas el Reino de Dios, si crees en Jesucristo; crees en Jesucristo,
si has descubierto el amor, la ternura y la misericordia de Dios, y
si pones en práctica la oración, los mandamientos, las
bienaventuranzas, la preferencia por los pobres, las obras de
misericordia.
Vengamos
a la eucaristía donde con más atención y devoción que nunca
vamos a decir: Padre nuestro… venga a nosotros tu Reino”.