-Textos:
-Ex 37,
3-7
-Sal 94,
1-2.6-9
-Ro 5,
1-2.5-8
-Jn 4,
5-42
“Soy
yo: el que habla contigo”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Vivimos con
alegría nuestro bautismo? ¿Somos conscientes del regalo tan inmenso
que nos hicieron el día que nos llevaron a bautizar? Otro aspecto:
¿Respondemos a nuestra vocación y cumplimos la misión y los
compromisos que entraña nuestro bautismo? Conviene que nos hagamos
estas preguntas en este domingo de cuaresma, que además celebramos
el “Día del seminario”.
Porque el
evangelio del “Diálogo de Jesús con la Samaritana” que hemos
escuchado, es una preciosa catequesis bautismal. El dialogo de Jesús
con la Samaritana es un retrato magistral de Jesús como
evangelizador, que trata de despertar la fe en esta mujer de Samaría.
Todos
necesitamos despertar nuestra fe, o al menos avivarla, hacerla
militante, dar testimonio en casa, en la calle en el trabajo. Ahora
más que nunca. Cuando vemos cada vez con mayor frecuencia y tratamos
con personas que tienen otra fe y otra manera de vivirla; con
personas que han abandonado la fe cristiana, que no creen o que
incluso combaten la fe católica.
Hoy más que
nunca necesitamos testigos de la fe y evangelizadores:
Evangelizadoras
sois vosotras queridas hermanas benedictinas: Con vuestros cantos y
vuestra vida vosotras nos descubrís que todos tenemos sed de Dios. Y
nos invitáis a acudir a tomar el agua de la gracia en la oración y
los sacramentos.
Evangelizadores
somos los sacerdotes. Jesús nos da su Espíritu para que seamos
hábiles predicadores de la palabra de Dios. Aquí y en Europa, cada
día somos menos los sacerdotes. Son pocos los jóvenes que optan por
una vocación tan excelente como es despertar en el corazón del
hombre la sed de Dios, y proponer el encuentro con Jesucristo.
Pidamos por las vocaciones al sacerdocio; creamos un ambiente en la
familia, en las parroquias, en los colegios, donde pueda surgir una
vocación.
Pero
catequistas sois todos los seglares bautizados. Con los hijos, con
los nietos, en el trabajo, con los amigos. También colaborando en
instituciones que influyen en la opinión pública. Son muchos los
seglares bautizados. Pero no son tantos los bautizados seglares
comprometidos en trasmitir la fe y el evangelio.
Que
todos podamos decir como aquellos samaritanos: “Nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es en verdad el Salvador del
mundo.”