-Textos:
-Sam
36, 1b. 6-7. 10-13a
-Sal
22, 1-6
-Ef
5, 8-14
-Jn
9, 1-41
Monición
al Evangelio
“Mientras estoy en
el mundo, soy la luz del mundo”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Nuestra Madre Iglesia,
para prepararnos a las fiestas de Pascua, nos habla de nuestro
bautismo. ¿Somos conscientes del gran regalo que nos hicieron el día
que nos llevaron a bautizar a la parroquia?
De todas maneras, el
evangelio del ciego de nacimiento es una preciosa catequesis que nos
habla de la gracia y el regalo tan grande que es el bautismo y los
beneficios grandes que nos aporta la fe en Jesucristo.
Jesucristo
es la luz del mundo. Esta es la enseñanza central. La fe en
Jesucristo nos transmite la vida de Cristo, nos da criterios para
saber distinguir el bien del mal, y nos propone un camino para
transmitir a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes razones
para vivir, luchar y hacer un mundo mejor.
Además de Jesús, en el
evangelio de hoy encontramos dos protagonistas: el ciego de
nacimiento y los fariseos.
El ciego se muestra
humilde, obedece a Jesús y es sincero: en un primer momento habla de
Jesús y piensa que es un hombre que le ha curado; luego, ya dice
delante de todos que es un profeta, al final del relato, conversando
con Jesús lo llama Señor, y dice rotundamente: “Sí, creo Señor”.
Los otros protagonistas
son los fariseos: La preocupación de ellos es descubrir si el ciego
ha sido curado en sábado y si Jesucristo ha quebrantado la ley.
Dicen primero que Jesús no viene de Dios, luego dicen que es un
pecador; además dan muestras de estar seguros y saber la verdad,
terminan insultando al ciego que ha sido curado y expulsándolo de la
sinagoga. Acaban sin creer en Jesús y maltratando al prójimo.
Saquemos alguna
consecuencia: El ciego, sencillo y sincero, recupera la vista y
recibe la luz de la fe en Jesucristo. Los fariseos, que creen que
tienen la luz de la verdad, acaban ciegos: no ven en Jesús al
Salvador del mundo, y tratan con desprecio al prójimo.
La conclusión es clara:
Para descubrir toda la riqueza que nos proporciona el bautismo y
tener fe firme y clara, hemos de ser humildes. Y que si somos
orgullosos y nos creemos que no necesitamos ni de Jesús ni de Dios
para andar por la vida, nos tropezaremos una y otra vez y acabaremos
sin fe en Dios y maltratando al prójimo.