-Textos:
-Ez
37, 12-14
-Sal
129, 1-8
-Ro
8, 8-11
-Jn
11, 1-45
“Yo soy la
resurrección y la vida”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
“Morir sólo es morir;
morir se acaba”. Somos criaturas de Dios para la eternidad. Esta
es nuestra fe, y esta es la buena noticia que nos comunica el
evangelio que hemos escuchado.
Lo que llamamos milagro de la
resurrección de Lázaro, no es en sentido estricto una resurrección,
es devolver a Lázaro a la vida de este mundo, a la vida natural.
Lázaro después de algún tiempo, volvió a morir. Resurrección es
lo que hizo Jesús, después de morir crucificado. Es decir, volver a
vivir, una vida nueva, una vida que ya no muere. Una vida divina, la
vida eterna, que a él le corresponde por su naturaleza divina.
Y esta vida divina y
eterna, que ha vencido a la muerte, es la que Jesucristo nos ofrece
por la fe en el bautismo. Nos la comunica en germen, en semilla, para
que nosotros la vayamos cultivando mientras peregrinamos por la
tierra.
El milagro de Jesús de
devolver a la vida de este mundo a su amigo Lázaro es la prenda de
garantía que nos presenta Jesús, para que creamos en él y en lo
que él ha ganado para nosotros y para todos los hombres, si seguimos
su camino y cumplimos la voluntad de Dios.
Hoy, desde la sed de vida
y de felicidad que sentimos todos, tenemos que escuchar con los oídos
bien abiertos estas palabras de Jesús: “Yo
soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre”.
“Morir sólo es morir;
morir se acaba. Sí. Porque, si creemos en Jesús, si seguimos sus
pasos y cumplimos los mandamientos de Dios, se desplegará maduro y
espléndido el germen de vida eterna que se nos dio en el bautismo.
El morir será un paso, una puerta para entrar a participar
plenamente de la felicidad y la vida divinas en Dios y con Dios y con
todos los santos, sin las limitaciones del tiempo y del espacio y sin
la pesantez de la vida de este mundo.
No he terminado, queridas
hermanas y queridos hermanos: Quiero atraer vuestra atención sobre
la pregunta que hace Jesús a Marta después de aquella trascendental
revelación: “Yo soy la resurrección y
la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que
está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.
Jesús le dice: “¿Crees esto?”." ¿Crees esto?", nos dice hoy Jesús a todos.