-Textos:
-Hch 2,
14a. 36-41
-Sal 22,
1-6
-1 Pe 2,
20b-25
-Jn 10,
1-10
“Yo
soy la puerta: quien entra por mí se salvará y podrá entrar y
salir, y encontrará pastos”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Este domingo
que vivimos hoy es llamado litúrgicamente como “Domingo del Buen
Pastor”.
Jesús es el
Buen Pastor, pero el evangelio que hemos escuchado nos dice, más
bien, que Jesús es la Puerta, y de sus labios escuchamos una
catequesis sobre los buenos y malos pastores.
Son malos
pastores los que entran en el aprisco, no por la puerta, sino
saltando la valla. Jesús se refería claramente a los sacerdotes,
escribas y fariseos. San Agustín, en un famoso comentario sobre los
buenos y malos pastores dice que malos pastores son aquellos que en
vez de servir al rebaño, a la comunidad que les han encomendado, y
sacrificarse por ella, se aprovechan de las ovejas, es decir, de los
fieles, para su medro personal y sus intereses.
¿Somos
buenos o malos pastores? Es una buena pregunta, que debemos hacernos
constantemente los sacerdotes, los obispos…, pero también los
catequistas y los padres de familia, y los profesores y educadores;
también vosotras hermanas… ¿hacemos de nuestra condición de
cristianos católicos un título para ser bien considerados en la
sociedad, para creerme buena ante Dios, pero me olvido de mi
responsabilidad de dar ejemplo y vivir no sólo los mandamientos,
sino incluso la preferencia por los pobres, el perdón, el esfuerzo
para transmitir la fe?
Pero Jesús
habla también y, sobre todo, de los buenos pastores. Son los que
entran por la puerta, que es él mismo. Esto es muy importante:
Jesucristo es el criterio, el norte para definir a los buenos y malos
pastores. Jesucristo
es criterio, modelo y fuente de vida y de actuación para todos. Él
es la puerta, el punto de referencia para discernir si nosotros somos
buenos pastores, buenos evangelizadores, que olemos a ovejas, en
frase de nuestro querido Francisco, o somos salteadores, que
pretendemos evangelizar y transmitir una fe que no es fe, porque no
pasa por la puerta que es Cristo, sino que pretende otros valores
que no son el evangelio: dinero, fama, acomodarse al modo de pensar
del mundo.
Examinemos nuestra conciencia. Pero sobre
todo oremos mucho, hermanos, hagamos mucha oración.
Gracias a
Dios contamos en la Iglesia con seminarios donde los formadores son
conscientes y sabedores de que Jesús es el Buen Pastor, la Puerta
estrecha por la que debemos pasar todos, pero especialmente los que
van a ser ordenados. Son muchos los sacerdotes buenos pastores, son
pocos los que escandalizan. Los jóvenes que entran en el seminario
se encuentran con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, que da la vida
por sus ovejas.
Oremos por
las vocaciones sacerdotales, misioneras, contemplativas. Son las que
han escuchado la voz cálida y amorosa del Buen Pastor, son las
personas que sintiendo el amor del Buen Pastor por ellos, le aman, y
alegres y seguras se atreven a entrar por la puerta estrecha.
Los
sacerdotes, los consagrados, los matrimonios, los seglares que
descubren a Cristo como la puerta cierta para acceder a la salvación,
son el pulmón de la Iglesia. Dios Padre nos está esperando a todos
para encomendarnos el aprisco, el vasto mundo, para evangelizarlo.