-Textos:
-Hch 1,
1-11
-Sal 46,
2-9
-Ef 1,
17-23
-Mt
28,16-20
“Id
y haced discípulos de todos los pueblos…”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy es un
domingo especial, porque celebramos la fiesta de la Ascensión de
nuestro Señor Jesucristo a los cielos.
El misterio
de la Ascensión del Señor celebra el triunfo de Jesús y el
acabamiento perfecto de su obra. Es como si el Padre dijera a Jesús:
“Todo lo has hecho bien; me has amado infinitamente y me has
cumplido mi voluntad perfectamente; incluso pagando con el precio de
tu vida a causa del pecado de los hombres, pero tu obra y tu misión
son perfectas. Ahora sube al trono de gloria que te corresponde, eres
Señor y Rey de cielos y tierra”; que toda la humanidad y el
universo entero puedan contemplar y reconocer lo que has hecho por
ellos.
Nosotros,
ante este misterio, no podemos menos que alegrarnos, dar gracias a
Dios y felicitar a Jesucristo. Somos discípulos suyos, creemos en él
y lo amamos. Nos alegra su triunfo, y también, nos llena de
esperanza: nosotros podemos alcanzar la victoria que él ya ha
obtenido.
El
misterio de la Ascensión nos trae, además, un mensaje misionero.
Es, sobre todo, en este ciclo litúrgico, ciclo A, el domingo más
misionero de todos los domingos del año. “Id
y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Jesús sube a
los cielos y encomienda a sus discípulos que continúen su misión.
Jesús llamó y preparó a su apóstoles y discípulos para que
continuaran su misión. Y en este momento les autoriza y les manda a
predicar el evangelio. Nosotros somos discípulos de Jesús, a
nosotros se nos encomienda la misión de transmitir la fe. Hemos
recibido el bautismo, somos miembros de la Iglesia; no se nos ha
concedido esta gracia sólo, ni principalmente para nuestra salvación
personal, sino primero, para que extendamos el Reino y publiquemos
con la palabra y con la vida que Jesucristo ha resucitado, ha vencido
el pecado y a la muerte, y ha sido constituido Señor y Salvador del
mundo. Una esperanza nueva ha surgido en el mundo: nosotros también
podemos resucitar, traspasar los límites de la muerte y alcanzar la
vida eterna.
Jesús
al subir al cielo nos encomienda que comuniquemos esta noticia: en
casa, en el trabajo, en la calle; con alegría y entusiasmo, con
respeto a todos pero con convicción, de palabra y con el ejemplo:
“I y haced discípulos de todo los pueblos, bautizándolos”.
No nos
excusemos en nuestra ignorancia o impotencia: El que sube a los
cielos y ya no está con nosotros físicamente, ni transfigurado, va
a estar espiritualmente presente enviándonos el Espíritu Santo, en
su Palabra y en los sacramentos. “El estará con nosotros hasta el
fin del mundo”.
En este
domingo tan especial tenemos que tomar nota de una consigna que nos
ha transmitido nuestro querido papa, Francisco. Somos cada día más
conscientes del poder que los medios de comunicación han alcanzado
en el mundo. Lo poderes políticos y económicos cuentan con ellos y
tratan de ponerlos a sus servicio. Los medios de comunicación social
son medios humanos, los han inventado los hombres, pero son criaturas
de Dios. Son en sí buenos. Todos somos conscientes que pueden ser
utilizados al servicio del mal y para manipular abusivamente las
mentes y las conciencias; y pueden ser usados también al servicio de
la cultura, del conocimiento, de los valores que humanizan y crean
una conciencia de solidaridad, de respeto, de libertad, al servicio
de una humanidad más justa, más libre y más en paz. Pidamos a Dios
y trabajemos para que esto suceda.
Y no
olvidemos: en este campo también contamos con la ayuda y la
presencia de Jesús “que va estar con nosotros todos los días
hasta el fin del mundo”.