-Textos:
-Prov 2,
1-9
-Sal
33
-Ef 4,
1-6
-Lc 22,
24-30
“Hijo
mío, si acoges mis palabras…, prestando atención a la sabiduría,…
entonces comprenderás el temor de Dios”.
Queridas
hermanas benedictinas: Felicidades por la fiesta de san Benito que
celebramos y que os toca tan de cerca y tan profundamente a vosotras;
y gracias por habernos invitado a todos nosotros a participar de
ella. También para nosotros es una gracia de Dios hacer memoria y
celebrar a san Benito, porque su ejemplo y sus enseñanzas nos
acercan siempre al Evangelio de Jesucristo y a las fuentes de nuestra
fe.
“Hijo
mío, si acoges mis palabras…, prestando atención a la sabiduría,…
entonces comprenderás el temor de Dios”.
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos: ¿Dónde está la verdadera
sabiduría? ¿Dónde se encuentra la felicidad y el arte de vivir?
En la calle y
en el ambiente que se palpa en ella, o en el monasterio, y en lo que
podemos aprender de una comunidad monástica?
San
Benito en el prólogo de su regla escribe estas palabras: “Si
deseas gozar de verdadera y perpetua vida, guarda tu lengua del mal,
y no profieran tus labios dolo alguno. Apártate del mal y obra el
bien… ¿Qué cosa más dulce para nosotros, hermanos carísimos,
que esta voz del Señor que nos invita? Ved como en su piedad nos
muestra el Señor el camino de la vida”.
La voz del
Señor. San Benito nos invita a buscar la verdadera sabiduría en la
Palabra de Dios. La verdad de la vida, de las cosas, de los
acontecimientos y de las personas, el arte de vivir, la verdad última
y esencial de todo, la encontramos en la Palabra de Dios.
La
epístola a los Efesios nos habla de una vida en comunidad:
“Esforzaos por mantener la unidad del
Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo
Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que
habéis sido convocados”. Para eso,
propone unos comportamientos, un estilo de vida, que chocan a
abiertamente con la sabiduría del mundo: “Sed
siempre amables y comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor”.
El
evangelio se sitúa también en un contexto comunitario, la comunidad
original de los primeros discípulos de Jesús. La enseñanza de
Jesús para su comunidad de discípulos. No se trata solamente de
exaltar el servicio como virtud, sino de presentar un modelo
alternativo de vida y de sociedad: “Los
reyes de la tierra los dominan… Vosotros no hagáis así, sino que
el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que
gobierna como el que sirve”.
Para el
mundo ajeno al evangelio son sumamente contrarios y chocantes estos
valores que propone Jesús: Pero Jesús es la Palabra de Dios, es la
Sabiduría de Dios. Y en los valores y el proyecto de vida y de
sociedad que propone Jesús está la verdadera sabiduría y el
verdadero arte de vivir; la fórmula para la felicidad humana.
La
Regla de San Benito es un camino diseñado a practicar el evangelio
de Jesús: “Ceñidos, pues, nuestros
lomos con la fe y la observancia de las buenas obras, sigamos sus
caminos, tomando por guía el Evangelio, a fin de que podamos ver en
su Reino a aquél que nos llamó”.
Y
porque es camino de evangelio, san Benito y su Regla da con la
comunidad, el cenobio, la vida fraterna, como fórmula necesaria y
esencial para seguir a Jesús y como escuela para curtirse en la
verdadera sabiduría y en el arte de vivir: “Vamos
pues a establecer una escuela del servicio divino, en cuya
institución no esperamos ordenar nada duro, nada penoso. Mas, si…
debiera disponerse algo más severamente… no rehúyas, sobrecogido
de temor, el camino de la salvación…”.
Hemos de
tener muy en cuenta esta “escuela del divino servicio”, donde se
aprende a poner a Dios como centro de la vida, y al prójimo se lo
ha de tratar como a Cristo; donde el servicio humilde y la
obediencia por amor, se aprende a practicar hasta la perfección con
que lo ha practicado Jesucristo.
San Juan
Pablo segundo habla de un nuevo humanismo en san Benito, en su Regla
y en el reguero de civilización y de cultura que empapó la sociedad
europea.
En una
sociedad como la nuestra, entregada y rendida a un humanismo ateo,
que exalta el individualismo, que bajo capa de altruismo privilegia
los intereses del poderoso, del rico y del que goza de buena salud, y
margina al pobre, al anciano y al niño indefenso.