-Textos:
-Ez
18, 25-28
-Sal
24, 4-9
-Fi 2,
1-11
-Mt 21,
28-32
“¿Quién
de los dos hizo lo que quería el padre?
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Estamos
convencidos, queridos hermanos, de que en hacer la voluntad de Dios
esta nuestra felicidad y el éxito de nuestra vida? Y ¿cuál es la
voluntad de Dios, me diréis enseguida? -La voluntad de Dios es que
vayamos a trabajar a la viña, es decir, al mundo: que creamos en
Jesucristo y que continuemos su labor de anunciar el Reino de Dios.
En los
tiempos de Jesús los sacerdotes y los ancianos del pueblo de Israel
cumplía con la ley, iban al templo, eran piadosos y estaban
satisfechos con eso. No creían que Dios les pidiera más. Por eso no
se plantean creer en Jesús, como el verdadero Mesías enviado por
Dios, incluso, se escandalizan de él, porque alterna con la gente
marginada, los pobres, los pecadores, los que no frecuentan el
templo. Los sacerdotes y ancianos del templo dijeron sí a la letra
de la ley antigua, pero, luego dijeron no a lo que la ley antigua
anunciaba: El Reino de Dios y Jesucristo.
¿Cuál es la
voluntad de Dios hoy y para nosotros? ¿Qué nos pide Jesucristo?
¿Qué responsabilidad, como cristianos e hijos de Dos, nos incumbe
hoy a nosotros, en esta sociedad?
Escuchemos
a san Pablo en la segunda lectura: “Si
queréis darme el consuelo de Cristo…., manteneos unánimes y
concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia
ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad. No os encerréis
en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás…”.
Y
considerad la razón que da san Pablo para que nosotros, los
cristianos, que decimos seguir a Jesús, podamos dar, en el mundo de
hoy, un testimonio como el que nos indica san Pablo: “Tened
entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús:
El cuál, siendo de condición divina no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despojó de su rango…”
Hermanos
todos: -“¿Quién
de los dos hizo lo que quería el padre?
Somos
nosotros el hijo que dice que “si” a Dios, pero luego se queda en
la poltrona tranquilo, viviendo un cristianismo cómodo, el que se
lleva, -¿para qué llamar la atención: con una vela a Dios,
cuando voy a misa, y con otra al diablo, cuando me divierto, o trato
de ganar dinero, de vestir, o de alternar con la cuadrilla y los
amigos?
O somos de
aquellos que hasta un momento de la vida hemos dicho a Dios que no,
que es muy complicado todo lo de Jesús, lo del evangelio y lo de la
Iglesia, pero al fin nos hemos rendido, y nos quedamos con
Jesucristo, el evangelio, las bienaventuranzas, los pobres y
marginados, ancianos, enfermos, débiles... Para que en medio de esta
sociedad seamos testigos creíbles de Jesucristo, anunciemos que Dios
es Padre de justicia, de misericordia y de amor, y que ha decidido
hacerse hombre para crear un mundo nuevo, una sociedad distinta,
donde reine la justicia, la paz y la libertad.