-Textos:
-Is 5,
1-7
-Sal 79,
9.12-16.19-20
-Fil 4,
6-9
-Mt 21,
33-43
“¿Qué
más puedo hacer con mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Qué hará
con aquellos labradores?
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Qué
más puede hacer Dios con nosotros, que no lo haya hecho? Todo lo
que somos y tenemos de bueno nos lo ha dado Dios. Pero sobre todo,
nos ha dado a su querido Hijo? “Porque
tanto amó Dios al mundo, que entregó a su propio Hijo, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”,
dice Jesús en diálogo con Nicodemo (Jn 3, 16).Y si nos ha dado a su
propio Hijo, ¿qué más podemos pedir?
“Nada
os preocupe, nos
dice san Pablo en la segunda Lectura,
sino que en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de
gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestro corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Sí,
hermanos, Jesús es “el camino y la verdad y la vida”; Jesús ha
vencido a los dos enemigos más terribles y poderos que amenazan a
todos los hombres, ha vencido a la muerte y al pecado. Él es “la
luz del mundo”; él nos enseña y nos da fuerzas para amar y
perdonar; él, en medio de las dificultades, penas y alegrías de la
vida nos abre un horizonte de esperanza y nos dice “No tengáis
miedo, creed en Dios y creed en mí; voy a prepararos sitio”.
Hermanos y
hermanas, habiéndonos dado a su propio Hijo, ¿qué más pudo hacer
Dios por nosotros? Sin embargo, hay muchos bautizados que tienen
olvidados estos dones, otros los desprecian… Han arrinconado estos
bienes preciosos y han puesto sus anhelos y sus sueños en otros
ídolos: dinero, prestigio, bienestar, seguridad, diversiones.
Marginan a Dios en sus vidas y ponen su fe y su confianza en la
ciencia, la técnica… Desconfían de las enseñanzas de la Iglesia
y siguen ciegamente los consejos interesados de los anuncios y de los
agoreros de los medios de comunicación.
Pero a
nosotros hoy nos impresiona el lamento de Dios en la primera lectura:
“¿Qué más
puedo hacer con mi viña que yo no lo haya hecho?;
y el interrogante inquietante de Jesús, en el evangelio:
¿Qué hará con aquellos labradores?
¿Qué
hacemos con los muchos dones que nos ha dado Dios y con las muchas
muestras de amor que nos manifiesta continuamente?
Hoy,
nosotros, lejos de matar el Enviado de Dios, Jesucristo, renovamos
nuestro propósito de seguirle; ir con él a la viña, al mundo, a la
calle, y dar testimonio de nuestra fe.
Uno de los
índices más certeros de la calidad de la fe de un cristiano es
estar convencido de que todo es gracia. Todo es gracia, porque
incluso, hasta la desgracia, las penas y contradicciones de la vida
son, para el verdadero creyente, oportunidades para crecer en la
confianza en Dios y para ejercitar un amor más generoso y
desinteresado.
La
Virgen Santísima, nuestra Señora del Rosario, a la que recordamos
en este mes especialmente, va delante y nos da ejemplo: ella vive
como nadie desde la gratitud y la acción de gracias: ”Proclama
mi alma las grandezas del Señor…”
Hoy queremos
que nuestra fe brote desde la gratitud y la acción de gracias a
Dios, ¿”Como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.
Comulgaré con el Cuerpo y la Sangre del Señor, y saldré a la viña,
al mundo, a la calle para anunciar que Dios es bueno, que su
misericordia es eterna y que nos ha dado a su Hijo Jesucristo,
Salvador del mundo.