-Textos:
-Is 25,
6-10ª
-Sal 22,
1-6
-Flp 4,
12-14. 19-20
-Mt 22,
1-14
“… todo
está a punto. Venid a la boda”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy
estamos de boda. El Señor Jesús nos dice en el evangelio: “Venid
a la boda”.
Es muy
frecuente en el Antiguo Testamento, y Jesús, sigue esta tradición,
asemejar el Reino de Dios prometido a unas bodas o a un banquete de
bodas.
No nos
es nada fácil imaginar cómo será el cielo que esperamos y al que
estamos todos destinados. Isaías en la primera lectura habla de que,
cuando llegue el cumplimiento de las promesas, “el
Señor preparará para todos los pueblos…, un festín de majares
suculentos, un festín de vinos de solera, manjares enjundiosos,
vinos generosos…”.
Jesús,
en el evangelio de hoy nos dice expresamente que “el
Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su
hijo”.Dios quiere
y tiene preparado para nosotros un destino feliz.
Hoy en día,
parece que mucha gente ya no piensa, ni quiere pensar en el cielo,
no quiere pensar en el más allá de la muerte, cree que se vive
mejor y más despreocupadamente. Pensar en el más allá asusta y
complica la vida.
Mucha gente
está muy lejos de pensar que Dios tiene preparado para todos los
hombres un destino feliz; con una felicidad difícil de imaginar, que
sólo Dios puede dar y quiere dar. Dios que nos creó porque nos amó;
que nos dio a su propio Hijo, Jesucristo, el cual dio la vida para
enseñarnos el camino de la verdadera felicidad; Dios, Padre de
misericordia, puesto a organizar una boda y una fiesta para esa boda,
¿qué no será capaz de hacer y de preparar para colmarnos de
felicidad y de alegría?
Antes de
terminar, dejadme presentaros otro mensaje que está en el fondo de
esta parábola que nos propone hoy Jesús. Porque habla de unos
invitados que rechazan la invitación y de otros que sí la aceptan y
entran al banquete.
Aquí el
banquete representa al Reino de Dios, no en el más allá de la
muerte, sino tal como está empezando a implantarse en este mundo.
Los que
entran al banquete son los que seguimos a Jesucristo y lo tomamos a
Él como “camino,
verdad y vida” para
nuestra vida, aquí en este mundo. ¡Qué suerte tenemos y cuantas
gracias hemos de dar a Dios por haber entrado al banquete de la fe en
Jesucristo, por ser cristianos y tener como alma de nuestro proyecto
de vida el espíritu del evangelio!
Pero Jesús
termina su catequesis dándonos a nosotros precisamente una
advertencia muy importante: Al banquete de las bodas del Reino de
Dios en este mundo no se puede ir de cualquier manera, hay que
llevar un traje apropiado. ¿Cuál es este traje? El traje es
nuestra conducta, la que corresponde a un cristiano de verdad, un
cristiano que vive y practica el Evangelio de manera radical y
coherente.
Hemos hablado
de muchos que no creen en la vida eterna y no quieren pensar en ella.
¿Por qué será? Nosotros, cristianos, bautizados, miembros de la
Iglesia, la Esposa del Señor, los que hemos aceptado la invitación,
¿mostramos la alegría propia de un invitado a bodas tan
importantes? ¿Damos razón de la esperanza que nos anima? O,
quizás, todo lo contrario, ¿escandalizamos con nuestra manera
incoherente de vivir la fe?
Hermanas y
hermanos todos: Para que podamos portarnos como invitados dignos y
vivir una vida a la altura de nuestra vocación y de nuestra
esperanza, Jesús, hoy y ahora, nos invita al banquete de la
eucaristía, que es de manera real, prenda y anticipo del banquete
futuro del cielo.