-Textos:
-Ex 22,
20-26
-Sal 17,
2-4.47.51
-Tes 1,
5c-10
-Mt 22,
34-40
“Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal? Él le dijo: Amarás al Señor
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”… “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En el
evangelio de hoy Jesús nos presenta lo que podríamos llamar la
regla de oro de la moral cristiana:
Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu
ser”… “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Es
efectivamente un mandamiento, el principal y el resumen de todos los
mandamientos, pero es también una buena noticia: Porque nos manda
amar. Amar es el deseo más profundo del corazón humano, amar y ser
amados es lo que más felices nos hace. Pues eso es lo que quiere
Dios de nosotros; que amemos, que amemos a Dios con todo el corazón,
y al prójimo como a nosotros mismos. Aquello que más felices nos
hace, aquello que más queremos, eso es lo que Dios nos manda.
Mucha gente
piensa que es mejor prescindir de Dios, de la religión, de lo que
enseña la Iglesia. Porque así somos más libres y más a nuestro
aire. No han descubierto que Dios nos manda lo que de verdad nos
conviene para ser felices y para convivir en paz con los prójimos.
Dios con sus
mandamientos nos aclara el camino de la felicidad, que nosotros sólo
con mucha dificultad y oscuramente podemos encontrar.
Dios es amor
y nosotros hemos sido creados a su imagen y semejanza; nuestra
vocación es el amor. Dios quiere nuestra felicidad y, por eso, nos
manda amar.
Pero, ¿en
qué consiste el amor que de verdad nos hace felices? Hay muchas
opiniones sobre el amor.
Nosotros
tenemos un criterio claro sobre el amor. Amor, el de Jesucristo; amar
como Jesucristo nos ha amado. Él es la revelación del verdadero
amor, porque es la revelación de Dios que es amor. Jesucristo es “el
camino y la verdad y la vida”. “El que le sigue no anda en
tinieblas”. Y él nos ha dicho que amemos a Dios con todo el
corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Y aún nos ha dicho
más: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
Por eso, el
mandamiento principal de la Ley, que resume todos los mandamientos,
es una buena noticia.
Pero
este mandamiento expuesto así, como lo ha expuesto Jesús, asocia y
une estrechamente el amor a Dios y el amor al prójimo. Es esta una
verdad que nos conviene tener muy en cuenta: El verdadero amor a
Dios pide y exige que amemos también de verdad al prójimo. Más
aún, el amor que decimos tener a Dios, se demuestra en el amor al
prójimo. Por eso, Jesús pronuncia seguido uno de otro, tanto que
para él son un solo mandamiento. En la primera epístola de san Juan
encontramos muy gráficamente explicado este pensamiento de Jesús:
“…Quien no ama a
su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn
4,20).
No
estará nada de mal, si para poner en práctica esta enseñanza de
Jesús sobre el mandamiento principal de la Ley de Dios, atendemos a
lo que tan gráficamente nos ha dicho la primera lectura: “No
oprimirás ni vejarás al forastero… No explotarás a viudas ni
huérfanos… Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que
habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses…
Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo”.
Pero queda
por decir algo muy importante: Jesús, que nos manda amar a Dios y al
prójimo, nos da la fuerza suficiente para que cumplamos lo que nos
manda: La eucaristía es gracia y fuerza para amar, como él nos ha
amado.