-Textos:
-Mal 1,
14b -2b. 8-10
-Sal 130,
1-3
-Tes 2,
7b-9.13
-Mt 23,
1-12
“Porque
ellos no hacen lo que dicen”.
En el
evangelio de este domingo Jesús hace ante sus discípulos, y hoy
ante nosotros, una crítica dura sobre la conducta de los fariseos y
los escribas. Lo primero que dice Jesús a los que le están
escuchando es: “Haced
y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque
ellos no hacen lo que dicen”.
Jesús acusa
a los fariseos y a los juristas de su tiempo de incoherencia; ellos
no cumplen lo que enseñan a otros que deben cumplir. “No hacen lo
que dicen”.
Esta
incoherencia escandalosa desacredita su enseñanza y los desautoriza
para enseñarla.
Jesús
puede hablar de esta manera, porque él sí cumple lo que dice y
enseña. La misma gente que le escucha lo certifica. “La
gente quedaba admirada, porque hablaba con autoridad”,
leemos en otro lugar del evangelio. Esta autoridad moral que la gente
percibía en Jesús le venía precisamente de la coherencia que
manifestaba entre su vida y sus enseñanzas. Él pudo decir
públicamente: “Venid
a mí y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.
Esta
coherencia entre lo que decimos y hacemos, entre las palabras y las
obras es una exigencia que brota necesariamente de la fe en Dios y
del evangelio de Jesús: “No todo el que dice Señor, Señor,
entrará en el Reino de Dios, sino el que cumple la voluntad de mi
Padre”.
Y es además
una actitud imprescindible para transmitir la fe y evangelizar.
Nuestro
querido papa, Francisco, insiste, siguiendo la tradición de sus
antecesores, en decir que hoy más que nunca es necesario dar un
testimonio creíble y convincente de la fe que profesamos; y el
recordado Pablo VI vino a decir: “El mundo necesita testigos de la
fe, más que doctores”.
Esta
catequesis de Jesús que denuncia a los que “dicen,
pero no hacen lo que dicen”,
que nos pide ser auténticos y consecuentes con la fe que decimos
tener, nos la debemos aplicar todos.
En
primer lugar, sin duda, los diáconos, los sacerdotes y los obispos,
a los que se nos ha encomendado el ministerio de la Palabra.
Vosotros, los fieles, que solicitáis y necesitáis nuestro servicio
pastoral, dadnos el consuelo de pedir constantemente para que
anunciemos fielmente la Palabra de Dios y vivamos acordes con la
palabra que anunciamos; que se pueda decir de nosotros lo que dice
san Pablo en la segunda lectura:
“Recordad nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche
para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el
evangelio de Dios”.
Pero también
los padres habéis de educar a vuestro hijos más con el ejemplo que
con las palabras; y los catequistas y los profesores cristianos,
tienen que evitar que se diga de ellos: “Dicen, pero no hacen”; y
los trabajadores en el trabajo y los jóvenes en la universidad, si
de verdad quieren seguir a Jesús, han de ser consecuentes y
demostrar con obras su fe bautismal.
Además,
y termino, Jesús en este evangelio no se limita a denunciar a los
escribas y fariseos, sino que además anuncia y propone a sus
discípulos, a nosotros, cómo ser coherentes: “El
primero entre vosotros será vuestro servidor”.
Servir al prójimo por amor, libre y voluntariamente, es el más
creíble y eficaz testimonio de nuestra fe. Y en esto Jesús también
nos da ejemplo: “Porque
el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar
la vida en rescate por muchos” (Mt 10, 45).