-Textos:
-Sb 6,
13-17
-Sal 62,
2-8
-1Te 4,
12-17
-Mt 25,
1-13
“Por
tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
La alegoría
o comparación que Jesús no cuenta en el evangelio de hoy está
sacada del ritual de las bodas judías. Pero a Jesús lo que le
interesa comunicar a sus discípulos y a todos nosotros es un mensaje
muy útil y muy importante: “Velad,
porque no sabéis el día ni la hora”.
¿Os resulta
agradable escuchar este mensaje? Para alguno es como una amenaza del
mal gusto, porque lo interpreta como una advertencia de que vamos a
morir y no sabemos cuándo.
En la mente
de Jesús estas palabras tienen un sentido totalmente diferente.
Recordemos aquellas palabras que otro evangelista, san Juan, pone en
labios de Jesús: “No perdáis la calma,
creed en Dios y creed en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias, y voy a prepararos sitio: cuando vaya y os prepare sitio,
volveré, y os llevaré conmigo”. No
sabemos cuándo, ciertamente, pero estemos preparados y no perdamos
la oportunidad, porque sabemos que al final de esta vida aquí en la
tierra, Jesús nos sale al encuentro, nos tiende la mano para
llevarnos con él a su Reino, al cielo”
Esta es
nuestra fe. Y este es el significado más importante de la alegoría
sobre las Vírgenes necias y las prudentes”.
Pero
además, hay otra enseñanza de Jesús en esta alegoría: Jesús que
está en el cielo y vendrá al final de nuestra vida y al final de
los tiempos, está ya ahora, de diferente manera, pero está ya con
nosotros, en el presente en esta vida. El Señor viene muchas veces a
nuestra vida y también hemos de estar preparados y despiertos, para
no desaprovechar el mensaje y la gracia que nos trae. Llega por la
Palabra de Dios, por los sacramentos, por el buen ejemplo de tantas
personas, por las inspiraciones que sentimos, por la convocatoria
semanal o diaria a la Eucaristía… El Señor sale continuamente a
nuestro encuentro, de muchas maneras y en muchas ocasiones. Es
preciso estar en vela con las lámparas bien provistas de aceite. El
aceite es la fe, que nos permite descubrir en los acontecimientos
diarios de la vida la presencia de Dios, que nos envía a la misión,
a trabajar por un mundo más justo y a practicar el amor a Dios y al
prójimo, sobre todo, al prójimo pobre y necesitado.
En concreto,
hoy, podemos pensar que Dios nos sale al encuentro precisamente en
este “Día de la Iglesia Diocesana”.
Es cierto
que este “Día”, tiene también una finalidad económica: que
seamos los propios fieles quienes sostengamos plenamente a nuestra
Iglesia.
Pero, en
este día el Señor nos sale al encuentro y nos ofrece la gracia de
crecer en la conciencia de comunión y en la conciencia de
responsabilidad. La diócesis, como concreción de la Iglesia, es una
fraternidad en la que todos los miembros nos ayudamos unos a otros a
crecer en el seguimiento de Jesús, y a participar en la
evangelización y transmisión de la fe.
La diócesis
desde hace un año está embarcada, por iniciativa de nuestro
arzobispo, en la tarea de hacer y poner en práctica un Plan
diocesano de pastoral que renueve las estructuras parroquiales,
incorpore a los seglares de manera más amplia y efectiva en la
acción pastoral y permita a los sacerdotes atender de manera más
eficaz a lo que son sus tareas propias. Tenemos que familiarizarnos
ya con esta consigna: “Participar en el Plan diocesano de
Pastoral”.
En la
eucaristía, después de la consagración, decimos: “Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor, Jesús! La
eucaristía es el mejor alimento para nuestro camino y el mejor
despertador de nuestra conciencia, porque nos recuerda de dónde
venimos y a dónde vamos.