-Textos:
-Is 63,
16b-17; 64, 1. 2b-7
-Sal 79,
2-3.15-16.18-19
-1 Co 1,
3-9
-Mc 13,
33-37
“Mirad,
vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
“Mirad,
vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”.
Esta consigna no es una amenaza, sino una buena noticia. El momento
al que se refiere es la venida del Señor.
¿Por qué la
Palabra del Señor nos insiste tantas veces: “Vigilad, velad, el
momento es apremiante, no sabéis el día ni la hora”?
Sin
duda, el Señor nos ve distraídos, o dormidos o demasiado ocupados. El trabajo,
la familia, la salud, las tarjetas, el dinero, los viajes, los
amigos… La vida pasa sin darnos cuenta, y la vida se acaba y nos
pilla descuidados. Lo inmediato no nos permite ver lo esencial.
Dios,
Padre bueno, nos sale al encuentro y nos habla y nos advierte:
“Vigilad, pues
no sabéis cuándo es el momento”.
Nos
desvivimos por buscar la felicidad, pero no acabamos de alcanzarla,
siempre insatisfechos. ¡Si supiéramos oír la voz más profunda de
nuestro corazón!
Los viajes,
el coche, las cosas, incluso la casa, no están a la medida ni a la
altura de lo que es y desea una persona; a la medida y a la altura
de una persona está sólo otra persona, el esposo, la esposa, los
hijos la madre… Pero ni la riqueza de otra persona humana nos
satisface del todo; porque a la medida del ser humano solo está el
ser personal por antonomasia, Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
“Nos hiciste, Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en ti”. La voz más genuina y profunda de
nuestro corazón clama por Dios. Le pedimos a la vida, a esta vida de
aquí abajo, le pedimos demasiado. La familia, la esposa o el esposo,
la salud, el trabajo, los amigos no pueden darnos toda la felicidad
que ansía nuestro corazón.
Por eso, las
nostalgia que sentimos en ciertos momentos, y la que se despierta
cuando llega el adviento –vosotras hermanas benedictinas, lo sabéis
muy bien- , es nostalgia de Dios, deseo de Dios. Por eso es muy buena
noticia la que nos trae el adviento: El Señor vino, el Señor
vendrá, el Señor viene.
Por
eso, tiene tanta importancia el mensaje principal de la Palabra de
Dios hoy: “Mirad,
vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”.
¿Qué
podemos hacer para advertir el paso del Señor en este adviento?
Mirad dos
hechos recientes. El primero es el viaje del papa Francisco. Ha
viajado al Extremo Oriente y ha dado lugar a un encuentro de
diversas religiones, ha dialogado con diversos pueblos y diferentes
ideologías, pidiendo comunión, reconciliación y, sobre todo,
respeto a cada persona, porque todos somos imagen de Dios e hijos de
Dios.
Otro hecho es
el protagonizado por el “Banco de alimentos”, ha logrado
sensibilizar y extender por toda España una campaña que sacude las
conciencias y despierta la solidaridad.
Estos hechos
son muestras y señales de un mundo nuevo, de que el Señor que vino,
está presente entre nosotros, son la esperanza de que el Señor
vendrá y establecerá definitivamente su reinado entre nosotros. Al
mismo tiempo, la escucha de la palabra de Dios, el respeto mutuo, el
amor, la reconciliación, la solidaridad son pistas que podemos
recorrer nosotros, para vivir el adviento y para que no quede la
preparación de la Navidad, solo en comprar, gastar y viajar.
Ahora,
después de la consagración oiréis: “Este es el sacramento de
nuestra fe”; y podréis responder con convicción: “Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección; ¡Ven, Señor, Jesús!”