domingo, 31 de diciembre de 2017

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA (B)

-Textos:

       -Eclo 3, 3-7. 14-17ª
       -Sal 127, 1-5
       -Col 3, 12-21
       -Lc 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo…, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy domingo dentro de la Octava de la Navidad, fiesta de la Sagrada Familia.

Todos hablamos de la crisis de la familia en nuestra sociedad. Tantas parejas que se separan, las parejas bautizadas que se juntan sin recibir el sacramento del matrimonio; el dolor y los traumas de tantos niños a causa de los conflictos y separaciones de los padres, la dificultad de los padres para transmitir a sus hijos la fe y aquellos valores morales y humanos que consideran tan importantes; las dificultades para hacer compatibles el trabajo y la vida familiar...

Ante estos problemas muchos acaban por rendirse a los criterios y a los modos de vida de la sociedad permisiva e individualista en que vivimos.

Por eso la Iglesia nos propone celebrar la fiesta de la Sagrada Familia como faro iluminador y fuente de energía que nos ayuda a vivir un proyecto de familia según el plan de Dios.

Os propongo tres enseñanzas que destellan en el misterio de la Sagrada Familia:

En primer lugar, María y José con el niño en brazos entran en el templo para un acto de culto y cumplir la ley de Dios. En nuestra asamblea dominical también es frecuente que vengáis algunos padres jóvenes con vuestros niños pequeños. Nos alegra el hecho y damos gracias a Dios. Ojalá todos los padres imitaran a María y José e hicieran los mismo. María y José, con el Niño Jesús en brazos, cumplían la ley antigua y el rito de ofrenda y purificación; que todos los padres cristianos, con sus hijos de la mano, cumplan con el precepto de oír misa los domingos y santificar las fiestas. Todos sabemos la fuerza pedagógica y educativa de este gesto. Y, por el contrario, el ejemplo desorientador que tiene que los padres manden a sus hijos a la eucaristía o a la catequesis y ellos no vayan.

En segundo lugar, aprendamos a descubrir el amor que viven María, José y el Niño, como ejemplo del verdadero amor cristiano.

María y José escuchan y aceptan la profecía que predice el anciano Simeón para la Virgen María: “A ti una espada te traspasará el alma”.

En este mundo el amor verdadero implica satisfacciones grandes, alegrías, pero también necesariamente, sacrificio y entrega. “Quien no quiera sentir dolores, no quiera saber de amores”. La santísima Virgen, madre confiada, disfrutó del milagro de las Bodas de Caná, pero la Virgen, llena del amor verdadero, como Madre dolorosa, estuvo con su hijo al pie de la cruz.

Una ideología engañosa y nefasta induce a pensar el amor como fuente únicamente de satisfacciones placenteras y sin renuncias. A la luz de la Virgen María, de san José y de Jesús, aprendemos el verdadero amor, que se entrega y sacrifica por el bien del otro, y que encuentra, sin buscarlo, la verdadera felicidad. Un amor así construye familia y hace posible el matrimonio estable y fiel.

En tercer lugar, y como colofón, os invito a poner los ojos en Ana la profetisa, anciana y piadosa: que “hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de Israel”.


La familia cristiana, misionera: y misionera sobre todo con el testimonio de su vida. Es posible el proyecto de Dios: Uno con una, para siempre y con hijos o con la voluntad de tenerlos. Este proyecto de vida es posible y satisface plenamente los sueños y deseos del corazón humano. Es posible. Y hay familias que lo están viviendo. Ellas son profetas de una sociedad alternativa, diferente, humana y humanizadora, que anuncian una nueva Navidad, el nacimiento de un mundo nuevo.