-Textos:
-Is 52,
7-10
-Sal 97,
1-6
-Heb 1,
1-6
-Jn 1,
1-18
“Y
el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado
su gloria”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Feliz
Navidad! Y felices nosotros aquí, en la celebración de la liturgia
propia de la Navidad, porque participando en ella percibimos que
nuestras felicitaciones mutuas no son vacías, o meros buenos deseos
hacia nuestros familiares y amigos, sino que tiene pleno sentido,
porque responden a un acontecimiento que trae felicidad a todo el
mundo, a todas las gentes y a toda la creación.
Vengamos a la
palabra de Dios, al prólogo del evangelio de san Juan, un texto
riquísimo de contenido que resume la doctrina contenida en todo su
evangelio:
“En
el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el
Verbo era Dios”. Hoy,
hermanas y hermanos, este día de Navidad es un día de adoración.
El Niño que contemplamos en el pesebre, hijo de Maria, es Dios; Dios
de Dios, Luz de luz.
Adorar es el
acto más noble y más humano que podemos hacer los hombres. Algunos
piensa que arrodillarse es humillante. Sólo si somos creyentes y nos
arrodillamos ante Dios, somos capaces de mantenernos erguidos y mirar
de frente a cualquier otro hombre. Adorar a Dios y a solo Dios es
conectar con el fondo más profundo de nuestro ser y de nuestra
vocación. “Nos hiciste Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”; “Mi alma tiene sed de Dios”.
Somos criaturas de Dios, en él vivimos nos movemos y existimos.
Adoradores de Dios. Adorando a Dios estamos haciendo el acto más
acorde con nosotros mismos.
Y
adoramos a Dios adorando al niño que nació en Belén. Porque “Y
el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Este es el misterio propio de la Navidad. Incomprensible,
inimaginable, desconcertante, pero admirable, interpelador,
cautivador. Dios se ha hecho hombre; el Eterno e inmutable, porque es
perfecto, ha entrado en el tiempo, en nuestra historia tan
conflictiva, tan atormentada, tan contaminada por el pecado y el mal.
Y todo por amor. “Nos creó, porque nos amó”, dice san Agustín.
Y “nos redimió porque nos amó”, podemos decir igualmente.
Porque nos amó, y porque es fiel a sí mismo y a sus criaturas; y la
fidelidad demuestra su amor. Pero ahí tenemos al misterio original
de nuestra fe: Dios se ha hecho hombre.
Y ha nacido
en Belén, en una aldea desconocida, en un establo, porque no
encontraron posada, pobre y desamparado. Los caminos de Dios,
queridos hermanos, no son nuestros caminos. Dios escoge lo débil del
mundo para confundir a los fuertes. Cuando nos vemos indefensos e
impotentes ante la invasión del mal, del pecado, de la
descristianización, de la indiferencia de tantos jóvenes, no hemos
de desalentarnos, sino confesar humildemente nuestra debilidad,
intensificar nuestra confianza en Dios, y poner a disposición de
Dios, como María y José, lo poco que tenemos y hemos recibido de
él.
“A
Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno
del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.
Jesucristo,
hermanos y hermanas, este Niño tierno y encantador, en brazos de su
madre, la virgen María, es manifestación exacta de Dios, el retrato
fiel de Dios para nosotros, es la presencia misma de Dios en el
mundo. Lo que hace es revelación misma de Dios, lo que dice es
Palabra de Dios, su muerte por librarnos del pecado es manifestación
suprema del amor de Dios. Quien me ha visto a mí, -a Jesucristo- ha
visto al Padre. No estamos solos, ni estamos a ciegas. Dios está con
nosotros porque Jesús, el hijo de María esta entre nosotros.
Pero
dejadme terminar completando la noticia de este día y del misterio
que celebramos hoy: “Vino
a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron,
les dio poder de ser hijos de Dios, a cuantos creen en su nombre”.
Hermanos, “el
Hijo de Dios se ha hecho hombre para que los hombres, podamos llegar
a ser hijos de Dios”. Cuantos somos criaturas de Dios, podemos
participar de la vida misma del Hijo de Dios. Jesucristo. Ser hijos
en el Hijo. La fiesta del nacimiento de Jesús, es también fiesta
del nacimiento de todos los bautizados en Jesús.