domingo, 14 de enero de 2018

DOMINGO II, T.O. (B)

Textos:

            -ISam 3, 3b-10.19
            -Sal 39, 2.4.7-10
            -ICor 6, 13c-15ª.17-20
            -Jn 1, 35-42

“Aquí estoy, Señor, porque me has llamado” (1 Sm 3, 9b)

La Palabra que escuchamos en la eucaristía dominical, servida por la madre Iglesia, es la que de verdad  necesitamos y Dios quiere para nosotros hoy y aquí.

Merece la pena que la meditemos en algún rato de este domingo. Hoy especialmente, porque se presta muy bien para ello.

“Maestro, ¿dónde moras? Venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día?” Queridas hermanas: ¿No explican estas palabras el secreto y el misterio de vuestra vocación? Volved hoy a ellas, como al  manantial, como a las aguas lustrales, que purifican, renuevan, y alegran el corazón. Han pasado los años…, para Dios, no. Hoy os llama como la primera vez, cuando eráis jóvenes. Y la respuesta vuestra, hoy es tan nueva, tan inédita, como la del día de vuestros primeros votos.

“Hemos encontrado al Mesías,( que significa Cristo)”. Padres: trasmisores de la fe. Misioneros en vuestra casa, como Javier en Oriente. Transmitir la fe, no como una costumbre. Sino como una experiencia de gozo, de enamoramiento, de sentido de la vida, como una amistad, la mejor, que habéis encontrado y tenéis. Para eso, examen: ¿Es realmente, Jesucristo, mi mejor amistad? La que da gozo a mi vida, la que visito y gusto de tratar, la que me aconseja, la de mi confianza y mis confidencias; la que me canta las verdades aunque sean duras, y yo acepto con respeto y convencimiento. Esto es lo que realmente convence a los hijos. Este es el testimonio que necesitan ver.

“¡Samuel, Samuel!”. Dios habla siempre, y nos llama a cada uno por nuestro nombre.. Pero hay que estar atentos para escucharlo. Hoy el Señor llama de manera particular a los jóvenes.. Con el mismo nombre con el que os nombró el día de vuestro bautismo.  Para que despertemos todos, para que le sigamos conscientemente, personalmente. Quiere contar con nosotros. Nos confía una gran misión: Hacer de vuestra vida, una historia para la eternidad, para la libertad, la justica, el amor. El amor cambia el mundo. Pero no cualquier amor. El amor de Jesús: Amaos como yo os he amado. Venid conmigo.

“¿A quién buscáis?” Pero, ¿buscáis? ¿Estáis buscando algo o a alguien? Es el presupuesto para todo el discurso anterior. Os aseguro, aunque no seáis conscientes: Todos vivimos buscando. Somos vital y esencialmente buscadores. Es inevitable, es lo propio del hombre. Dejamos de ser personas, si no buscamos, si no esperamos, si no hurgamos en la oscuridad, en busca de luz, sedientos del agua del espíritu, amadores insatisfechos de  la verdad. ¿A quien buscáis?

“Venid y los veréis”  Venid al altar, comulgad con el cuerpo y la sangre del Señor. Y veréis. “El que beba de esta agua, jamás tendrá sed”.