Textos:
-ISam 3, 3b-10.19
-Sal 39, 2.4.7-10
-ICor 6, 13c-15ª.17-20
-Jn 1, 35-42
“Aquí estoy, Señor, porque me
has llamado” (1 Sm 3, 9b)
Merece la pena que la
meditemos en algún rato de este domingo. Hoy especialmente, porque se presta
muy bien para ello.
“Maestro, ¿dónde moras? Venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron
donde vivía y se quedaron con él aquel día?” Queridas hermanas: ¿No
explican estas palabras el secreto y el misterio de vuestra vocación? Volved
hoy a ellas, como al manantial, como a
las aguas lustrales, que purifican, renuevan, y alegran el corazón. Han pasado
los años…, para Dios, no. Hoy os llama como la primera vez, cuando eráis
jóvenes. Y la respuesta vuestra, hoy es tan nueva, tan inédita, como la del día
de vuestros primeros votos.
“Hemos encontrado al Mesías,( que significa Cristo)”.
Padres: trasmisores de la fe. Misioneros en vuestra casa, como Javier en
Oriente. Transmitir la fe, no como una costumbre. Sino como una experiencia de
gozo, de enamoramiento, de sentido de la vida, como una amistad, la mejor, que
habéis encontrado y tenéis. Para eso, examen: ¿Es realmente, Jesucristo, mi
mejor amistad? La que da gozo a mi vida, la que visito y gusto de tratar, la
que me aconseja, la de mi confianza y mis confidencias; la que me canta las
verdades aunque sean duras, y yo acepto con respeto y convencimiento. Esto es
lo que realmente convence a los hijos. Este es el testimonio que necesitan ver.
“¡Samuel, Samuel!”. Dios habla siempre, y nos llama a
cada uno por nuestro nombre.. Pero hay que estar atentos para escucharlo. Hoy el
Señor llama de manera particular a los jóvenes.. Con el mismo nombre con el que
os nombró el día de vuestro bautismo.
Para que despertemos todos, para que le sigamos conscientemente,
personalmente. Quiere contar con nosotros. Nos confía una gran misión: Hacer de
vuestra vida, una historia para la eternidad, para la libertad, la justica, el
amor. El amor cambia el mundo. Pero no cualquier amor. El amor de Jesús: Amaos
como yo os he amado. Venid conmigo.
“¿A quién buscáis?” Pero, ¿buscáis? ¿Estáis buscando algo
o a alguien? Es el presupuesto para todo el discurso anterior. Os aseguro,
aunque no seáis conscientes: Todos vivimos buscando. Somos vital y
esencialmente buscadores. Es inevitable, es lo propio del hombre. Dejamos de
ser personas, si no buscamos, si no esperamos, si no hurgamos en la oscuridad,
en busca de luz, sedientos del agua del espíritu, amadores insatisfechos
de la verdad. ¿A quien buscáis?
“Venid y los veréis” Venid al altar, comulgad con el cuerpo y la
sangre del Señor. Y veréis. “El que beba de esta agua, jamás tendrá sed”.