-Textos:
-Gn 9,
8-15
-Sal 24,
4-9
-1 Pe 3,
18-22
-Mc 1,
12-15
“En
aquel tiempo el Espíritu empujó al Señor al desierto”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy
abrimos de par en par la cuaresma, tiempo de gracia de Dios, tiempo
de salvación. “Si
hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
Las
últimas palabras de Jesús en el evangelio de hoy nos anuncia con
toda seriedad: Se ha
cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed
la buena noticia”.
¡Convertíos!
Pero, ¿es que no estamos convertidos? ¿No nos proclamamos
cristianos? ¿No hemos recibido el bautismo?
El
jueves de esta semana pasada, en preludio de la cuaresma,
escuchábamos una lectura realmente impresionante: “Hoy
pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal”.
En esta vida, hay un plan de Dios y un plan del mundo. El plan del
mundo lo conocemos y, quizás, lo vivimos: “Come y bebe, banquetea,
hazte con dinero, no importa cómo; hazte importante y que todos te
envidien y te halaguen; para tranquilizar tu conciencia da a los
pobres y desgraciados un poco de lo que te sobra.
Vive
como dice el dicho “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Este es
el plan del mundo, ¿cuál es el plan de Dios? lo encontramos
esbozado en la primera lectura de hoy: “Yo
hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos
los animales que os acompañaron, aves, ganados, fieras, con todos
los que salieron del arca y ahora viven en la tierra”.
Un proyecto verdaderamente ecológico y amable, que se cumplirá al
final de los tiempos.
Jesucristo
también propone el plan de Dios, pero con otras palabras. “El
Reino de Dios está cerca”,
dice.
Su programa es sumamente atractivo, pero lleva en su entraña carga
explosiva y revolucionaria, un mundo nuevo, una sociedad alternativa:
“Bienaventurados
los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los
cielos, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los limpios
de corazón, bienaventurados cuando os persigan y calumnien por mi
nombre…” “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me
distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui forastero y
me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis…”.
La
cuaresma, queridos hermanos nos pone delante en toda su desnudez el
plan de Dios y el plan del mundo. Quizás nos alivie, tener en cuenta
otras palabras, proclamadas en los primeros días de esta cuaresma:
“Si cumples que lo
que yo te mando hoy, amando al Señor, siguiendo sus caminos,
practicando sus preceptos…, vivirás y crecerás; el Señor tu Dios
te bendecirá en la tierra que vas a poseer…”.
¿Dónde
estamos nosotros? ¿Qué vida llevamos? Jesucristo termina el
evangelio de hoy: Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y
creed la buena noticia”.
Jesucristo
nos llama a vivir la cuaresma; el plan de Dios y de Jesucristo nos
puede parecer algo demasiado serio y difícil. Pero él va delante.
Se deja llevar por el Espíritu Santo y va decidido al desierto; al
lugar inhóspito y duro, donde el antiguo pueblo de Dios fue tentado
y cayó tantas veces; a la vida real que vivimos desde que el hombre
es hombre.
Jesucristo
fue al desierto y rechazó todas las tentaciones y venció. Para
dejarnos claro que las tentaciones pueden ser vencidas; que el plan
del mundo puede ser vencido y el plan de Dios puede ser vivido en
esta vida y en esta sociedad.
Jesucristo
sale del desierto victorioso y nos dice: Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y
creed en el evangelio”.
Hermanas y hermanos, ha comenzado la cuaresma, tiempo de gracia, día
de salvación: vivamos este tiempo; sigamos a Jesús: