-Textos:
-Is 50, 4-7
-Sal 21
-Fl 2, 6-11
-Mc 15, 1-39
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Domingo de
Ramos, comenzamos la Semana Santa. El Jueves Santo iniciaremos con la
Cena del Señor, la eucaristía, el Triduo Pascual.
Un primer
mensaje me permito poner como primer objeto de vuestra atención: En
la Semana Santa, muy especialmente en el Triduo Pascual, Dios tiene
preparada una gracia singular para toda la Iglesia y para cada uno de
nosotros. La revelación máxima del amor de Dios en la Cena de
Jueves Santo, la entrega de Cristo por amor a Dios Padre y a los
hombres, patente e irrefutable en el Calvario, la tarde de Viernes
Santo, la luz deslumbrante de la Gran Vigilia Pascual: en el espejo
de la historia de Salvación de Dios, descubrimos el sentido de
nuestra propia historia: Dios es fiel, resucita a su Hijo, para que
todos podamos resucitar con él; la catarata de gozo y alegría del
domingo de resurrección, que nos impulsa a salir a la calle
gritando: “Hay esperanza cierta para esta humanidad atormentada y
dolorida: Cristo resucitado ha vencido a la muerte y al pecado; un
cielo nuevo y una tierra nueva nos espera.
Cada día un
misterio rico, fecundo y trascendental, cada día del Triduo Pascual
una gracia singular nos espera. No la dejemos pasar de largo.
Y ahora,
permitidme que esboce el misterio de este domingo: Jesucristo entra
triunfante y vitoreado en Jerusalén. El hecho es un presagio de la
resurrección gloriosa y la victoria sobre la muerte y el pecado que
ocurrirá al término de los tres días.
Pero acabamos
de escuchar el relato trágico de la pasión y muerte de Jesús: La
angustia del Huerto de los Olivos, los discípulos lo dejan sólo,
los soldados lo maltratan, la gente importante se burla de él, la
sensación de abandono frente a su Padre Dios… ¡Qué misterio!
¿Nos escandaliza? ¿Nos hace pensar? ¿Quién es Jesús? Hijo de
Dios verdadero y hombre igual a nosotros en todo menos en el pecado.
Nos Atrae el Cristo de los milagros, dejamos de lado al Cristo
crucificado; por la cruz a la luz; el que guarda su vida la pierde,
el que pierde su vida por seguir a Jesús la encuentra.
Todo esto y
mucho más es el misterio que celebramos en la eucaristía de esta
mañana, y que se nos irá desvelando a los largo de la Semana Santa,
especialmente, del Triduo Pascual.