-Textos:
-Ex
12, 1-8. 11-14
-Sal 115, 12-18
-1 Co 11, 23-26
-Jn 13, 1-15
“Habiendo
amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el
extremo”:
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Quedémonos
con esta primera verdad, que es el alma que da vida y sentido al
misterio infinitamente rico que celebramos en esta tarde del Jueves
Santo.
“Habiendo
amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el
extremo”:
La
eucaristía es la revelación suprema del amor de Dios a los hombres.
La
Última cena anticipa sacramentalmente la muerte de Cristo en la
cruz, donde queda patente su amor por nosotros.
Dios
nos amó y se hizo hombre para salvar a los hombres; Dios nos amó y
se hizo pobre para liberar a los pobres; Dios nos amó y se humilló
hasta la muerte para darnos vida; Dios nos amó y, locura del amor
divino, se hizo eucaristía para transformarnos en él, como
alimento.
La
eucaristía es un regalo divino, que Dios nos hace, porque nos ama, y
nosotros lo necesitamos.
Pero
la eucaristía, además de ser regalo, es también encargo,
responsabilidad y misión.
¿Cómo
sentir el amor de Cristo en la eucaristía? ¿Cómo contagiar y
transmitir ese amor?
Nosotros,
las hermanas benedictinas y todos, hemos venido a esta celebración
con gozos y esperanzas, con penas y preocupaciones: ¿Cómo
transmitir la fe a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes?
¿Qué me pide el Señor a mí, hoy y aquí, ante el dolor, la
pobreza y tantas necesidades que veo a mi alrededor? ¿Cómo dar un
testimonio de mi fe católica ante personas que practican otra
religión? ¿Cómo evangelizar?
Jesús,
en el lavatorio de los pies nos da a todos una catequesis
extraordinaria, enormemente necesaria y de máxima actualidad, para
trasmitir el amor de Dios y lograr evangelizar. Es, esta catequesis,
el comienzo de su Testamento, en la Última Cena.
Permitidme,
solo, que llame la atención sobre una coincidencia iluminadora: el
evangelista Mateo pone en labios de Jesús estas palabras: “Dios
me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra… Poneos en
camino…haced discípulos, bautizadlos…”
Y Juan dice: “Sabiendo
que el Padre había puesto todo en sus manos…, y termina:
“Sí yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también
vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.
Pensemos
un poco: Jesús invoca la autoridad que su Padre Dios le confía,
tanto cuando envía a sus discípulos a evangelizar, como cuando les
manda que sirvan y laven los pies de sus prójimos necesitados.
Podemos
concluir y debemos tomar nota: Servir y lavar los pies al prójimo
necesitado es una excelente forma de evangelizar mandada por Jesús
con su ejemplo.
Pero
no olvidemos, la clave es el amor que se entrega: “Habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo”.
Servir
y lavar los pies obligado o forzado es humillante, servir y lavar los
pies del prójimo necesitado libremente y por amor es una obra digna
de toda persona; es además la forma excelente de evangelizar
mandada por Jesús en su testamento: “Os
he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis”.
Que
la suprema manifestación del amor de Dios, que es la eucaristía,
ilumine y nos de fuerza para gritar al mundo que “Jesús, habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo”.