-Textos:
-Ex
24, 3-8
-Sal
115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18
-Heb
9, 11-15
-Mc
14, 12-16.22-26
“Tomad,
esto es mi cuerpo”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Domingo,
festividad del cuerpo y de la Sangre del Señor, exaltación y
acción de gracias a Dios por el precioso regalo de la eucaristía.
La
“eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana”, dice el
Concilio Vaticano II. Porque es revelación suprema del amor de Dios,
o de otra manera, revelación de Dios-Amor.
Dios nos amó y se
hizo hombre para librarnos del pecado; Dios nos amó y se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza; Dios nos amó y se humilló hasta
la muerte para darnos vida; Dios nos amó y, locura del amor divino,
se hizo alimento por nosotros.
“Porque
tanto amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo, para que
todo el que cree en él, tenga vida eterna.”,
dice San Juan.
La
eucaristía es revelación suprema del amor de Dios, porque es
ratificación firme del pacto que Dios establece con los hombres. Un
pacto de amor y por amor. “Esta
es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos”.
Él nos
ofrece una vida eterna y una posibilidad nueva de amar: Amar como
Cristo nos ha amado. A cambio de eso nos pide que cumplamos sus
mandamientos, que se resumen en amar a Dios sobre todas las cosas y
al prójimo como a nosotros mismos.
La
eucaristía, queridos hermanos, es revelación suprema del amor de
Dios, porque hace familia y crea fraternidad.
Jesucristo
instituyó la eucaristía en la Última Cena, la noche anterior a dar
la vida por nosotros en el Calvario. Y san Marcos nos dice en el
evangelio de hoy, que esta cena en la que Jesús hace la primera
eucaristía, era una cena familiar, muy solemne y muy importante,
para los judíos, porque era cena pascual, pero al fin y al cabo era
cena familiar y que fortalecía los lazos familiares. San Pablo nos
muestra muy gráficamente el sentido comunitario y familiar de la
eucaristía, cuando nos dice: “Porque
el pan es uno, nosotros siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues
todos comemos del mismo pan”.
¡Qué
responsabilidad tan grande adquirimos, queridos hermanos, todos los
que tenemos la suerte y la gracia de venir con frecuencia a la
eucaristía!: Hacer comunidad, hacer fraternidad, crear familia; en
casa en la calle, en el trabajo, ser solidarios; dar testimonio de un
amor como el de Jesucristo.
Y mirad, la
eucaristía no es sólo una responsabilidad, antes que
responsabilidad es gracia, fuerza, impulso para poder amar como
Cristo nos amó en el calvario, y nos ama en cada eucaristía.
Hoy es la
fiesta del Corpus, y en muchos lugares saldrá la procesión de los
fieles cristianos mostrando en la custodia la presencia real de
Jesucristo en la eucaristía, para rendirle homenaje de fe y de
gratitud.
Esta
manifestación por las calles, no queremos que sea solamente un acto
folclórico. Debe ser para nosotros una manifestación de fe en el
misterio de la eucaristía ante una sociedad que no quiere saber
nada de misterio, y se queda sin descubrir hasta qué punto Dios ama
a los hombres y de cuánto es capaz de hacer por ellos.
Además,
“la eucaristía nos hace
enlazar dos palabras de la oración dominical: “Padre nuestro y pan
nuestro”. La eucaristía no es sólo una materia sagrada. Es la
acción de entregarse a los hermanos y ser uno con ellos. No se
puede recibir la comunión y no ser comunión. Cristo adquiere cuerpo
no sólo bajo la figura de pan, sino también bajo la forma de
comunidad.
Aquí está
la razón de por qué “Cáritas” nos invita en esta fiesta a
implicarnos al prójimo necesitado y a contribuir a los múltiples
objetivos de ayuda a los pobres que ella tiene.
Participemos
en la eucaristía ahora en el templo e impliquémonos con nuestros
hermanos, sobre todo , con los más pobres luego en la calle.