-Textos:
-Ez
2, 2-5
-Sal 122,
1-4
-2Co 12,
7b-10
-Mc
6, 1-6
“No
desprecian a un profeta más que en su tierra…”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En
Pamplona, los sanfermines, en los pueblos, cosechando, y mucha, mucha
gente de veraneos, en casa o fuera de casa.
El
mensaje que nos traen las lecturas es serio y da mucho qué pensar.
Recordemos
la escena que acabamos de escuchar. Jesús se presentó en su propio
pueblo a anunciar el evangelio, la noticia de que el Reino de Dios
esperado había llegado, y que era él, el propio Jesús, el enviado
de Dios para anunciarlo.
Los
paisanos de Jesús lo rechazaron y lo rechazaron con un cierto tono
de menosprecio:
“No es este el carpintero… Y sus hermanas, (sus primas y
parientes), ¿no viven con nosotros?”.
Los vecinos de Nazaret creen que lo conocen de sobra, porque conocen
a Jesús desde niño, como hombre, hijo de María y trabajador de
pueblo.
Pero Jesús,
hijo de María, es Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de luz. Y la
autosuficiencia de sus paisanos, y una idea ya prefijada de quién y
cómo era Dios, y qué debía pedirles, les impidió abrirse a la fe;
a la fe, que es don de Dios, y que es disposición humilde y
abierta a lo que Dios pueda pedir, aunque sea lo más imprevisto.
El mensaje de
Dios en este domingo es que pidamos el don de la fe.
Los caminos
de Dios no son nuestros caminos. Dios, para salvar este mundo, ha
escogido un plan que a nadie se le podría haber ocurrido. Ni a
políticos, ni a sabios, ni a especialistas en la biblia.
Sólo un
grupito de gente sencilla y pobre, pero tocada por la gracia de Dios,
siguió a Jesús y no se escandalizó de él. Los
autosuficientes, los que creían que ya lo sabían todo, lo
rechazaron.
Dios, muchas
veces, se nos presenta en el camino de la vida de manera
desconcertante.
Nosotros
estábamos tranquilos con nuestra manera de practicar la religión:
la misa, el trabajo, las vacaciones, las revisiones médicas
rutinarias, los cuidados de la familia, las limosnas… Vosotras,
benedictinas, los rezos y cantos del coro, los oficios bien llevados.
Creíamos que eso era lo que Dios quería de nosotros. Pero he aquí
que de pronto llega algo inesperado, algo nuevo y que no se parece en
nada a lo que yo pensaba que Dios me podía pedir: La enfermedad, una
hija que se queda sin trabajo, un mensaje de Cáritas que nos
impacta, un favor que me pide un amigo en apuros…. Algo muy
sencillo, muy de problemas de la vida, como de cosas de carpintero,
que parece no tienen nada de divino… ¿Cómo entender que ahí está
el Señor?
A los de
Nazaret Dios se les apareció en el joven carpintero. Lo más divino
de Dios se nos puede presentar en lo más humano.
Esta mañana
el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, se nos presenta ya no solo
como hombre, sino en la humildad de unas gotas de vino y unas migas
de pan. Creamos y comulguemos con fe.