miércoles, 11 de julio de 2018

FESTIVIDAD DE SAN BENITO


-Textos

       -Pr 2, 1-9
       -Sal 33, 1-8
       -Ef, 4, 1-17. 11-13
       -Lc 22, 24-30

Hijo mío, si prestas oído a la sabiduría…, comprenderás lo que es temer al Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios” (Pr 2, 2. 5b).

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En el libro de los Proverbios la sabiduría y temor de Dios son dos sentimientos íntimamente relacionados. Sabiduría es el arte de vivir bien, de saber vivir; sabio, en este mundo, es el hombre que sabe llevar una vida satisfactoria, en buena relación consigo mismo, con el prójimo y con Dios. En definitiva la sabiduría es vivir conforme a la voluntad de Dios; tiene temor de Dios el que ama la voluntad de Dios y la cumple porque 
la ama.

San Benito, en el Prólogo de la Regla, vosotras madres benedictinas lo sabéis de memoria, dice: “El que tiene oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. Y ¿qué dice? “Venid, hijos, escuchad, os enseñaré el temor del Señor”(Prol.12-13).

(Nos podemos preguntar cómo se explica que una Regla escrita para monjes y monjas haya podido ejercer un influjo espiritual, social y cultural tan positivo y tan fuerte, desde comienzos del siglo sexto hasta nuestros días. Y podemos responder: La Regla que San Benito escribió tiene el carisma de la auténtica sabiduría bíblica, y encierra el secreto del verdadero arte de saber vivir).

(Vosotras, queridas hermanas benedictinas nos podríais ayudar a entrar no tanto en la vida y obras exteriores de vuestro Padre, san Benito, como en su alma en su vida interior, en su relación con Dios. Tomo una opinión del Padre Colombás):

Para él hay dos virtudes que caracterizan certeramente el retrato espiritual de san Benito, y que ´´el ha dejado plasmado en la Regla: El sentido religioso de la vida y la humildad.

Podemos decir que desde su nacimiento la orientación religiosa de la vida enseñorea todo su espíritu dominado por una irresistible aspiración hacia Dios; desde niño manifiesta que no encuentra encanto a la vida del mundo, y sin vacilaciones renuncia a los estudios profanos para retirarse al desierto. Para vivir solamente bajo la mirada del eterno espectador se retiró en los primeros pasos de su vocación a una cueva solitaria.

Esta irresistible aspiración hacia Dios queda plasmada claramente en la Regla, a lo largo de todos sus capítulos. Es uno de los rasgos que explica la calidad y la fuerza transformadora que tiene la Regla.

La segunda virtud sobresaliente del alma de san Benito es la humildad. Su alma humilde queda reflejada en muchos lugares de la Regla, pero especialmente en el capítulo séptimo, que lo titula precisamente capítulo sobre la humildad. La divina Escritura, hermanos, clama diciendo: “Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Para San Benito la cumbre de la humildad coincide con la cumbre de la santidad. Este capítulo séptimo es como la escala de Jacob. San Benito dice: “por la exaltación se baja y por la humildad se sube”. De grada en grada, de virtud en virtud vamos, ascendiendo hacia la humildad perfecta, y entonces alcanzamos a Dios.

Ahora entendemos mejor los textos litúrgicos que iluminan esta celebración litúrgica de la fiesta de San Benito:

La primera lectura nos invita encarecidamente a descubrir la verdadera sabiduría, el verdadero arte para vivir bien; en la Carta a los Efesios hemos escuchado esta afirmación rica y profunda que habla de la suficiencia envolvente de Dios y refleja muy bien el espíritu de san Benito: “Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos”. Y en el evangelio esta catequesis tan querida y tan bien aplicada por san Benito: “Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna como el que sirve”.

Cuánta vigencia tienen estas enseñanzas de san Benito y de la liturgia de su fiesta para la sociedad actual en la que vivimos, para vosotras, queridas hermanas y para todos,

El sentido religioso de la vida, el deseo envolvente de Dios, es el manantial del que brota el agua viva que nutre y fecunda las semillas de todas las virtudes; la humildad es el medio divino, la base y la cima de la vida espiritual y del encuentro con Dios.