-Textos:
-1 Re 19, 4-8
-Sal 33, 2-9
-Ef 4, 30-5,2
-Jn 6, 41-51
“El que coma de
este pan vivirá para siempre”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Domingo
de verano, domingo caluroso, domingo de vacaciones… y aquí estamos
nosotros, hemos venido a participar de la eucaristía. Muchos habrán
apelado a cualquiera de las circunstancias que hemos mencionado para
excusarse de ir a misa. Nosotros no buscamos excusas, pensamos que es
Dios mismo quien nos invita, y agradecemos la invitación; es para
nosotros una gracia que necesitamos.
Jesucristo,
en el evangelio que hemos escuchado dialoga con los judío y se
esfuerza por convencerles para que crean en él. Para ello, Jesús les
dice clara y abiertamente: “Yo vengo del cielo y he venido para
daros la vida eterna. “Yo soy el pan de vida
que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para
siempre”.
Los
judíos no le creen. Aquellos judíos contemporáneos suyos lo
conocían como un paisano más, no podían creer que fuera el enviado
de Dios esperado, que había bajado del cielo.
Pero
la dificultad de aquellos judíos para creer estaba en su orgullo,
más que en el hecho de que Jesús fuera hombre como ellos. Ellos
eran judíos, conocían la Biblia y sabía muy bien como Dios tenía
que hacer las cosas.
Tenemos
que pararnos y pensar: Hoy en día muchísimos dicen que no pueden
creer. El orgullo les hace decir que, si somos personas maduras y
autónomas, hemos de guiarnos, sólo y nada más que, de la razón, y
de lo que ven, sienten y palpen nuestros sentidos. No quieren creer
que Jesús sea hombre y a la vez Hijo de Dios. No creen en el Hijo de
Dios y acaban creyendo en mil ídolos: en el dinero, en el poder, en
la comodidad, en el placer efímero de los sentidos.
Jesús
les dice a los judíos y a nosotros dos mensajes muy importantes: El
primero: “Nadie
puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Es
decir, la fe es don y gracia de Dios. Además de la razón, el hombre
vive de la fe. Pero la fe en Dios es don de Dios. Creer que
Jesucristo es Hijo de Dios y Salvador del mundo es don y gracia de
Dios.
Y
ante esta verdad solo nos queda ser humildes y pedir a Dios. La
humildad nos lleva a reconocer que necesitamos creer, y que no nos
bastamos a nosotros mismos solo con las luces de la razón y de los
sentidos. Necesitamos creer y por eso, es necesario orar y pedir a
Dios la gracia de la fe.
Pero,
además, Jesús dice otra cosa: “Serán
todos discípulos de Dios”. Es decir,
necesitamos todos escuchar la palabra de Dios. No nos basta la razón
y la ciencia, y menos la autosuficiencia humanas, necesitamos
escuchar la Palabra de Dios, para creer en Jesucristo como venido del
cielo y salvador del mundo.
Ser
humildes y escuchar la Palabra de Dios, así llegamos a descubrir y
creer en la verdad preciosa y salvadora de Jesús: “Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre”.
Sólo
me queda deciros, queridos hermanos y hermanas, ¿dónde encontramos
esa palabra de Dios, que nos provoca la gracia de la fe, dónde
encontramos ese pan vivo que nos da la vida eterna? En la
eucaristía: En la primera parte escuchamos la Palabra de Dios; en la
segunda parte, comemos de ese pan, que “es
su carne para la vida del mundo”.
¿Comprendéis qué gracia tan grande nos hace el Señor
cuando nos invita a venir a misa?