-Textos:
-Ap 11, 19a; 12, 1.
3-6a. 10ab
-Sal 44,
10bc. 11-12ab. 16
-1Co 15,
20-27ª
-Lc
1,39-56
“En cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi
vientre”.
La virgen María,
enseguida de haber dicho sí a Dios, fue a visitar a su prima Isabel
y colmó de alegría a Isabel y al hijo, Juan el Bautista, que
llevaba en su vientre.
María portadora de
alegría hoy como entonces, porque lleva a Jesucristo en su corazón.
Jesucristo es la alegría de los hombres y del mundo, y María es la
causa de nuestra alegría, como decimos en las letanías de la
Virgen.
Y este puede ser el
mensaje que nos transmite esta fiesta: Nosotros podemos y debemos ser
portadores de alegría. Ahora, sobre todo, en el verano y en
vacaciones, cuando hacemos visitas y cumplidos que no podemos hacer
en las épocas de trabajo. Pero portadores de alegría también en
casa y en la familia, y en el trabajo, y en las salidas con los
amigos… Allí donde estamos, allí donde vamos, seamos portadores
de alegría.
Pero para comunicar
alegría tenemos que llevarla y sentirla dentro de nosotros. ¿Dónde
podemos encontrar las fuentes de una alegría desbordante, sana y
que se contagia a los demás?
La Virgen de la Asunción
nos acerca a esas fuentes de la alegría: En primer lugar, la Virgen
María llevaba físicamente a Jesucristo en su seno. Esta era la
causa de su alegría, llevar a Cristo dentro de sí. Nosotros, no
físicamente, sino espiritualmente, por la fe, también somos
portadores de Cristo. El papa Francisco ha dicho: “Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría”.
En segundo lugar, María
va a visitar a su prima Isabel, para ayudarla, porque le ha dicho el
ángel que su prima estaba embarazada. La disposición para servir al
necesitado, también es fuente de alegría. La virgen tiene voluntad
de atender y servir al necesitado. Esta disposición, esta voluntad,
convierte a María en portadora de alegría.
El enfermo en la familia,
el vecino sin trabajo, los mensajes de Cáritas y de otras
asociaciones humanitarias, las llamadas de nuestras parroquias que
solicitan colaboradores, catequistas, visitadores de enfermos… Y
en otro nivel, el drama de los inmigrantes, las atrocidades de la
guerra… son toques de atención, llamadas de Dios, para despertar
en nosotros una disposición como la de la Virgen María, que marcha
a toda prisa y sube a la montaña para ayudar a su prima. Así, ella
fue portadora de alegría.
Por último, permitidme, y
ateniéndonos a la fiesta que celebramos de la Asunción de la Virgen
en cuerpo y alma a los cielos, una fuente importante para beber el
agua fresca de la alegría y comunicarla es la esperanza; la
esperanza cristiana en la vida eterna. María ha subido a los
cielos, nuestro destino es el cielo. Quizás pensamos poco en el
cielo.
En el prefacio de la
fiesta de hoy vamos a proclamar con entusiasmo: “Porque hoy ha sido
elevada al cielo la virgen María, Madre de Dios, ella es figura y
primicia de la Iglesia que un día será glorificada, ella es
consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en esta
tierra”.
Continuemos la eucaristía,
afirmemos nuestra fe, pidamos por las necesidades de nuestros
prójimos y dejémonos impregnar de la esperanza de llegar un día a
juntarnos con la Virgen María y con Dios, en el cielo.