-Textos:
-Is 35, 4-7ª
-Sal 145, 7-10
-Sant 2, 1-5
-Mc 7, 31-37
“Effetá”, esto
es “Ábrete”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Día tormentoso, el verano
va alcanzando su última etapa, pero para nosotros, el domingo nos
invita a recrear nuestro espíritu de fe en la lluvia suave de la
palabra de Dios y el fruto maduro de la eucaristía.
¡Ábrete! Es el mensaje y
la llamada enérgica que la Palabra de Dios nos hace. Abre tus oídos
y, para ello, activa la fe, sacude la rutina. Venir a la eucaristía
del domingo no es una mera costumbre ni menos una rutina. Abrir el
oído es abrir el corazón, activar el corazón y preguntarle al
Señor: “¡Qué me dices hoy?, ¿Qué quieres que haga?
Jesucristo, en el
evangelio de hoy, vemos que cura a un sordomudo. Lo hace con unos
gestos especiales, que en parte recuerdan nuestro bautismo.
De esta manera, Jesucristo
cumple las promesas que Isaías había anunciado que realizaría el
Mesías que Dios iba enviar para salvar a los hombres: “Se
despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán…,
y la lengua del mudo cantará”.
Queridos hermanos y
hermanas: Jesucristo es el enviado de Dios para salvar el mundo. La
liturgia de esta mañana quiere despertar en nosotros la fe, o si
queréis, la palabra de Dios hoy nos ofrece una gracia particular
para espabilar, reanimar y alimentar nuestra fe en Jesucristo.
Jesucristo se manifiesta esta mañana como sanador y salvador.
Pongamos atención:
Jesucristo cura, Jesucristo se preocupa y atiende a la necesidad de
una persona que no oye y apenas puede hablar. Y la cura porque tiene
poder para curar, porque es el Hijo de Dios, el Sanador y Salvador
del mundo. Este es el Jesús que tenemos delante. Actualicemos y
activemos nuestra fe en él.
Y, además, saquemos
consecuencias. Nosotros tenemos que ser como Jesús. Hemos recibido
el bautismo, nos llamamos cristianos. Nosotros también tenemos que
estar atentos a las necesidades que vemos a nuestro alrededor. Las
obras de misericordia son los mejores medios de comunicación para
propagar el evangelio: Atender al enfermo, al anciano, al niño, al
discapacitado, al emigrante, al que no encuentra trabajo…
Es ejemplar y magnifica la
obra que la Iglesia, desde los primeros siglos, viene ejerciendo a
través de las obras de beneficencia y de misericordia.
Hoy, “Caritas”, “Manos
Unidas”, misioneros, misioneras, religiosos, religiosas en barrios,
en la enseñanza y en la sanidad, hospederías en los monasterios…
Es preciso constatarlo y decirlo, cuando en muchos medios de
comunicación se anotan preferentemente los pecados o escándalos de
la comunidad católica. Jesús cura y salva, y la Iglesia cura y
salva también.
Hoy, esta mañana
septembrina, estamos urgidos a reafirmar nuestra fe en Jesús, y
también a revisar y reprogramar nuestro compromiso cristiano de
anunciar el evangelio y practicar la caridad y la misericordia.
Los Padres de la Iglesia y
los comentaristas de este milagro de Jesús que cura al sordomudo con
esos gestos de tocarle los oídos y mojarle con saliva la lengua, han
visto siempre un esbozo del bautismo. De hecho y hasta hace muy poco
tiempo, estos dos gestos de Jesús se repetían en cada bautizo.
Ahora ya no se hacen.
Pero
el bautismo que ahora se imparte y el que cada uno de nosotros hemos
recibido nos compromete a anunciar el evangelio como lo anunciaba
Jesús: Curando y cuidando enfermos y necesitados con los que nos
encontramos en el camino de la vida: en la familia, en el tiempo
libre y en el trabajo, en el campo profesional y en el voluntariado.
Somos Bautizados en Cristo, lo nuestro es, como Jesús, sanar y
salvar. “¡Effetá!: ¡Abríos!”