-Textos:
-Jer 33,
14-16
-Sal 24,
4-5.8-9.14
-Tes
3, 13-4,2
-Lc 21, 15-28. 34-36
“Levantaos,
alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Primer
domingo del santo tiempo de Adviento; tiempo que activa el suspiro
más hondo del alma humana: “Mi
alma tiene sed de Dios, ¿cuándo llegaré a ver su rostro?” (Sal
42).
El
adviento es también tiempo de esperanza. Hemos escuchado en la
primera lectura: “Ya
llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que
hice a la casa de Israel y a la casa de Judá”.
No podemos
vivir sin esperanza. La esperanza de sanar aumenta en muchos enfermos
las posibilidades de alcanzar la salud, nos comunica ánimos y temple
para seguir trabajando aunque no veamos los frutos, y luchando por
conseguir el sueño y los proyectos que nos hemos propuesto.
Pero, a
veces, las circunstancias y las dificultades son muy grandes y nos
desanimamos y se debilita nuestra esperanza.
La
fe en Jesucristo genera en nosotros una esperanza que no sucumbe por
grandes que sean los obstáculos y las contrariedades que asaltan
nuestra vida. El adviento, que nos prepara a la Navidad, es también
tiempo propicio para reanimar nuestra esperanza.
La
esperanza cristiana surge de la promesa de Jesucristo:
“Entonces veréis al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran
poder y gloria”.
Esta es la promesa firme que escuchamos de labios de Jesús en el
evangelio de hoy: La venida salvadora del Señor no es, como imaginan
algunos, un fin del mundo catastrófico, sino es el retorno del
Señor resucitado, vencedor de la muerte y del pecado, que
reconstruye la creación según el proyecto inicial de Dios, es la
victoria definitiva de su Espíritu de amor, de justicia, de
confianza, de paz; la realización plena de la historia de salvación.
Esta
es la promesa firme que escuchamos hoy de labios de Jesús, que
afianza nuestra esperanza, porque es promesa de Jesús, que merece
toda confianza. Porque Jesucristo es fiel y cumple lo que promete.
Jesucristo es el “sí” de Dios a los hombres. San Pablo dice en
una de sus cartas: “Sé
de quién me he fiado”(2 Tim 1,12).
Que
no hay vocaciones, que las generaciones jóvenes, en muchos casos, se
desentienden de la fe de los mayores, que hay grupos políticos que
quieren eliminar la educación cristiana de los centros educativos…
Nada de esto nos desalienta. “Cuando
empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra
liberación”.
Nuestra
esperanza se asienta en la promesa de Jesús, que dio la vida por
nosotros, murió, resucitó y nos dejó el Espíritu Santo, y la
Iglesia, y los sacramentos, y su Evangelio.
No vivimos
de lo que dicen algunos voceros especialistas en acaparar los
titulares de los medios de comunicación, nuestra esperanza se
alimenta de la Palabra de Dios y de las promesas de Jesús.
Entonces,
¿qué podemos hacer en este adviento, para ganar en esperanza?
Dos
prácticas me atrevo a proponeros: Practicar la caridad y escuchar la
palabra de Dios, la oración:
“Que el Señor Jesús os colme y os haga rebosar de amor mutuo y
de amor a todos…, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro
Padre, santos e irreprochables en la venida del Señor Jesús con
todos sus santos”. “Tened cuidado de vosotros, no sea que se
emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes
de la vida… Estad pues despiertos”,
es decir, en oración: “A
ti, Señor, levanto mi alma”,
hemos cantado.