-Textos:
-Bar
5, 1-9
-Sal 125,
1-6
-Fil
1,4-6.8-11
-Lc
3, 1-6
“Una voz grita en
el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Por fin, hoy domingo
termina el puente o el acueducto, como se dice en la calle. ¡Bendito
sea Dios, si nos ha servido para descansar y reponer nuestras
fuerzas!
Para nosotros, que
venimos a vivir la liturgia y a participar en la eucaristía, este
domingo nos introduce serena y profundamente en el Adviento, tiempo
de gracia, que nos facilita crecer en la fe, en la caridad y en la
esperanza.
Ya sabemos, por el
mensaje que nos comunicó el primer domingo de este santo tiempo que
Jesús, Hijo de Dios y de la Inmaculada Virgen María, vendrá de
nuevo al final de los tiempos, como Señor y nos juzgará y
establecerá definitivamente el Reino de la justicia, de la verdad,
del amor y de la paz. Pero sabemos también que, el Señor Jesús
viene continuamente a nuestra vida y en nuestra circunstancia
concreta.
Sabemos, por ejemplo,
que la fiesta de Navidad, celebrada año tras año, reanima nuestra
fe, la llena de alegría y refuerza nuestra voluntad de seguir al
Hijo de Dios que nació entre los pobres, para darnos ejemplo de
vida.
El adviento nos prepara
también para estas venidas de Jesús en el presente de nuestras
vidas.
La palabra de Dios de
este segundo domingo nos dice: -“Una
voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus
senderos”.
“Una voz grita en el
desierto”: Observad qué introducción tan solemne ha escrito san
Lucas para presentar a san Juan Bautista. Es para que caigamos en la
cuenta de que el profeta elegido por Dios para anunciar la inminente
llegada del Mesías merece que le prestemos toda nuestra atención y
nos dispongamos a seguir sus advertencias y sus consejos.
¿Qué nos dice el
Bautista?:
“Que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale”, es decir, purificad el corazón,
en casa, en el trabajo, en vuestras relaciones personales rectificad
los comportamientos que ofenden a Dios y al prójimo, confesad
vuestros pecados, poned al día las cuentas de vuestra conciencia
Y nos dice también:
“Preparad el camino, allanad sus
senderos”. Es una metáfora bella y
expresiva, para decirnos: “Abrid el corazón”, con sencillez, con
actitud abierta, y generosa, decid al Señor: “¿Qué quieres tú
de mí, hoy y aquí, en este adviento y para esta Navidad?”. El
Bautista nos invita a practicar un ejercicio muy importante para
vivir como cristianos: practicar el discernimiento.
El cristiano que quiere
ser cristiano de verdad ha de estar constantemente en actitud de
discernir: ¿qué quiere Dios de mí? Señor, ¿cuál es tu voluntad
sobre mi vida?
Y es san Pablo quien
viene en nuestra ayuda y nos ofrece la regla más importante para
saber discernir la voluntad de Dios: “Que
vuestro amor siga creciendo más y más… para apreciar los
valores”. No es cuestión de dar
vueltas y vueltas a la cabeza, es cuestión de amor. Quien ama de
verdad a Dios y al prójimo, ese está en las mejores condiciones
para discernir, y acertar sobre qué quiere Dios de él. Este es
también un buen ejercicio para practicar en adviento.
Pero volvamos a la
médula misma del adviento, abrámonos a la esperanza, soñemos con
los mejores sueños que nos despierta la palabra de Dios; hemos
escuchado al final del evangelio: “Todos
verán la salvación de Dios”.